Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/051/09
México, D. F., 10 de abril de 2009
Especies de plantas mexicanas que producen aceites no comestibles representan un gran futuro para la producción de biodiesel, pues es posible obtener entre un 20 y un 40 por ciento de aceite, además de que los ácidos grasos que las componen se comparan en calidad a los de la palma de coco y la palma aceitera, que han probado tener la mejor calidad de para la producción de biodiesel.
Así lo manifestó Víctor Manuel Loyola Vargas, investigador del Centro de Investigación Científica de Yucatán y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), quien destacó el potencial de la especie Jartropha curcas, una planta que, de acuerdo con los datos moleculares más recientes, es originaria del sureste mexicano, en particular estados como Chiapas, Campeche y Quintana Roo.
Lo anterior, al participar en el Simposium Transición energética y oportunidades en el sureste mexicano, organizado en días recientes por la AMC, la UNAM, el Gobierno del Estado de Tabasco y la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
En su ponencia titulada, El potencial de la agricultura para generar materia prima para la producción de biocombustibles, informó que en México existen plantaciones de Jartropha curcas en estados como Morelos, Veracruz, Chiapas y Yucatán, entidad que, aseguró, se perfila como el principal productor de esta especie.
Al hablar de las ventajas y desventajas de la planta, el experto en bioquímica puntualizó que, por un lado, no es tóxica como la mayoría de sus parientes euphorbeaceas, lo que permitiría el aprovechamiento del bagazo residual en la alimentación animal, el cual contiene por lo menos 25 por ciento de proteína.
El inconveniente, apuntó, es que se trata de una especie no domesticada y por ello presenta una gran variabilidad en su productividad, además de que no hay caracteres biológicos fijos, como la resistencia a hongos, bacterias y virus.
Al abundar sobre las ventajas de los aceites vegetales como materia prima para la fabricación de combustibles, Loyola Vargas señaló que la tecnología para su extracción ya está disponible y es muy barata, así como el hecho de que las características del combustible obtenido son muy parecidas a las del petrodiesel.
Adicionalmente, dijo, el biodiesel funciona perfectamente sin necesidad de ningún cambio en todos los motores diesel que existen actualmente, además de que, al no contener azufre, no produce óxidos de este elemento y contribuye a frenar el cambio climático.
Asimismo, enfatizó que, a diferencia del petrodiesel, el biodiesel es un recurso renovable y totalmente biodegradable, que reduce las emisiones de nitrógeno; aunque, por otro lado, reconoció que el costo de fabricación es aún alto y que los principales países productores del biocombustible cuentan con grandes subsidios para apoyar su producción.
Por otro lado, el también miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel III, apuntó que uno de los mayores problemas de la industria del biodiesel es el costo de la materia prima que, de acuerdo con algunos economistas, fluctúa entre el 75 y el 90 por ciento del costo total del producto.
En este sentido, habló sobre el futuro de los desechos vegetales, que serían materia prima muy barata para la fabricación de biodiesel, entre ellos los desechos de cítricos, madera, arroz y café.
Al tocar el controversial punto de el uso de plantas de interés alimenticio y tierras agrícolas para la producción de biocombustibles, indicó que esto tiene un costo social muy alto “que muchos países no estamos dispuestos a pagar”.
Recordó el caso de Estados Unidos, que dedicó el 25 por ciento de su producción de maíz a la fabricación de biodiesel, lo que trajo como consecuencia el alza de los precios del grano a nivel mundial para consumo humano. Todo ello sin contar que recientemente se declararon en quiebra todas las industrias productoras de biodiesel a partir de etanol, a pesar de los grandes subsidios que tienen en ese país.
En este contexto, Víctor Manuel Loyola manifestó que es importante crear, mediante técnicas de ingeniería genética, plantas que puedan crecer en los ambientes y suelos en los que hoy no es posible, como desiertos y laderas, esto con la finalidad de evitar la tala de selvas y bosques.
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