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LA DE 1917, UNA CONSTITUCIÓN FRUTO DE UNA HISTORIA, DE UN CONTEXTO, DE UNA LUCHA

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/033/17
Ciudad de México, 10 de febrero de 2017

  • Ofrece el libro “Cómo hicieron la Constitución de 1917” los detalles de los hechos ocurridos de la noche del 20 de noviembre de 1916 a la madrugada del 1 de febrero 1917 que dieron origen a nuestra carta magna.
Los investigadores Lorenzo Meyer, Ignacio Marván (autor), José Ramón Cossío, Enrique Florescano y Pablo Mijangos, en la presentación del libro
Los investigadores Lorenzo Meyer, Ignacio Marván (autor), José Ramón Cossío, Enrique Florescano y Pablo Mijangos, en la presentación del libro “Cómo se hizo la Constitución de 1917”, del FCE.
Foto: cortesía FCE.
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Entender el contexto y las circunstancias en las que se llevó a cabo el Congreso Constituyente que da origen a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, permite apreciar el valor que tuvo esa crítica coyuntura para proyectar al país hacia el futuro y comprender la complejidad del México del siglo XX.

Lo anterior fue la opinión compartida de un grupo de investigadores, entre ellos, los historiadores Lorenzo Meyer, de El Colegio de México y Enrique Florescano, de la Secretaría de Cultura; así como del jurista José Ramón Cossío, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, miembros de la Academia Mexicana de Ciencias, y Pablo Mijangos, también historiador, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), al comentar la obra “Cómo hicieron la Constitución de 1917”, de Ignacio Marván.

El libro, que forma parte de la colección Biblioteca Mexicana del Fondo de Cultura Económica, presentado anoche en el Centro Cultural Bella Época, consta de dos partes. La primera dedicada al “Constituyente revolucionario”, en la que se narran los orígenes en el contexto de la revolución constitucionalista, los perfiles de los constituyentes, un análisis de las votaciones; y la segunda, “La Revolución en la Constitución: rupturas y continuidades”, que habla de la propia Constitución y de los cambios que introdujo.

Al respecto, Pablo Mijangos destaca la segunda parte por el examen que ofrece muy detallado de los cambios y continuidades en temas como los derechos sociales y las garantías individuales. “Lo interesante de este análisis es que se hace no de manera abstracta sino insertando los debates del constituyente en la historia más amplia de la experiencia efectiva del sistema constitucional mexicano desde los años de la Reforma”.

Asimismo, reconoció que la importancia de la obra es que más allá de la posibilidad de acercarse al pasado, lo que hace al final es invitar a pensar el Derecho constitucional tanto histórico como contemporáneo de una manera realista e inteligente.

Añadió que una de las conclusiones es que la Constitución de 1917 fue fruto de una historia, de un contexto, de una lucha, de una negociación política. “Nos ayuda a entender que las constituciones nacen y se consolidan a partir de condiciones históricas muy concretas y ayudan a vacunarnos contra una nostalgia ideológica del pasado y una legitimación acrítica del orden político construido con base en la Constitución”.

Una Constitución para resolver conflictos
Para el especialista en Derecho constitucional, José Ramón Cossío, una de las virtudes de la publicación es que el autor agrupa las discusiones de los artículos, las anotaciones, disidencias, que permiten ofrecer una idea reflejada mucho menos fragmentada que presentan los debates del congreso constituyente.

Otra de las cualidades de la edición, es “que habíamos tenido como historia constitucional libros construidos muy en su tiempo, en su ideología, en los intereses de los que habían contribuido y no teníamos más que explicaciones globales de estos fenómenos y de sus partes”, razón por la cual “creo que en la literatura nacional nos estaba haciendo falta un libro que nos diera esta visión de conjunto”.

Ignacio Marván, señaló el jurista, en la primera parte de su obra lo que hace es decirnos cómo llegaron (los constituyentes), de dónde provenían, cuáles eran sus formaciones, edades, y presenta una tesis contraria a lo que se ha había venido construyendo, como una especie de historia oficial y que era que prácticamente se llegó al constituyente 1916-1917 con la separación entre obregonistas y carrancistas, de que había bloques, posicionamientos y una lucha interna.

“Esta parte es muy interesante porque lo que hace el autor es señalar que no era tan así, porque no se ve en las votaciones ni en los dictámenes (…) Esta manera de aproximarse con algunos elementos cuantitativos, sobre todo en la parte de las votaciones y las discusiones, es una contrapropuesta de lo que se ha venido construyendo desde hace varios años”.

El ministro expresó que coincidía con el autor en que las normas jurídicas tienen la función de resolver problemas, deben ser funcionales y no objeto de culto; tienen que servir para resolver conflictos humanos, individuales, colectivos, sociales, para encausar cosas que hagan que las personas vivan en las mejores condiciones posibles. Y ahí donde se generan los conflictos, que las propias normas generen las modalidades de su resolución.

“Es justamente lo que acaba de pasar con la Constitución de la Ciudad de México y lo digo a título personal. Creo que tiene contenidos interesantes, simbólicos, retóricos, pero no resuelve los problemas de la vida de una ciudad de 10 millones de personas y de una zona conurbada de casi poco más de 20 millones de habitantes y que estos conflictos se tienen que resolver con instituciones y no con convenios”.

Una nueva clase política
Desde la perspectiva del analista Lorenzo Meyer, el comentario es que se tiene que tomar en cuenta que las constituciones, por lo general, se llevan a cabo en un momento de crisis.

“La tesis de Marván es que la Constitución está hecha para conseguir la paz en medio de una guerra, la guerra ya se había ganado, pero todavía no estaba concluida la Constitución, y vaya que si hay crisis, había una guerra interna, la mayor que hemos tenido, y para conseguir la paz primero había que acabar con el otro, y luego hacer que la Constitución reflejara las condiciones del país, de lo que había cambiado, por lo que había que adecuarla a las nuevas situaciones”.

Una parte importante para nosotros desde la óptica actual es que las constituciones, apuntó Meyer, es que deberían de recoger la visión que el conjunto de ciudadanos tiene de su país presente y futuro y con el libro queda claro que quienes hicieron esta constitución no representaron al conjunto, pues Carranza decidió quiénes iban a hacerla.

“La tesis clara y afirmada con la base de datos que ofrece el libro es que se trató de una clase política totalmente nueva, una renovación de la clase en el poder, jóvenes —con un promedio de edad de 36 años—, que no pertenecían a la aristocracia porfirista. Carranza, aun con su conservadurismo, tenía conciencia de que se necesitaba revisar el marco legal por razones sociales, por darle al México profundo algo a raíz de la Revolución. La Constitución fue una promesa hacia el futuro”.

“La de Ignacio Marván es una contribución más para entender esa complejidad del México del siglo XX”, sostuvo el historiador acerca del autor, quien cerró la presentación con una breve intervención en la que expuso que luego de revisar cómo se hace una constitución identificó que se necesitan dos cosas: circunstancias políticas específicas y la resolución de problemas concretos, indicó el investigador del CIDE.

Fabiola Trelles Ramírez.

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