Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/135/17
Ciudad de México, 27 de junio de 2017
Al indagar en los periódicos, fotos, documentales y archivos personales de los personajes que estuvieron involucrados en la construcción de Ciudad Universitaria (CU) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la primera mitad del siglo pasado, Valeria Sánchez Michel descubrió que todavía hay datos de su historia que no habían salido a la luz.
¿Cómo se nos ocurrió como nación que se necesitaba una Ciudad Universitaria?, se preguntó la historiadora, coordinadora nacional de la Olimpiada Mexicana de Historia de la Academia Mexicana de Ciencias, en su tesis de doctorado, donde analiza las distintas etapas y proyectos que dieron lugar a la CU que hoy en día conocemos, cuyo campus central es Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) desde 2007.
La historiadora se dio cuenta que en la década de los 50 en América Latina se estaban construyendo varias ciudades universitarias: en Bogotá, Colombia; en Caracas, Venezuela; y en la Ciudad de México, y que había, entre otros, proyectos en Brasil, Argentina y Panamá. “Eso para mí fue muy importante, porque en los libros había leído que solo se hablaba de una Ciudad Universitaria para México, como si fuera un proyecto que solo estaba pasando aquí”.
Sánchez Michel sostiene que la idea de las ciudades universitarias en Latinoamérica tiene su origen en la Ciudad Universitaria de Madrid, España. Según relató la historiadora, el grupo de científicos e intelectuales que se reunió en 1927 con el objetivo de levantarla –por iniciativa del entonces rey Alfonso XIII– viajaron por toda América al año siguiente para obtener recursos para su edificación.
México apoyó el proyecto español, se organizaron bailes y sorteos con la ayuda de las autoridades para apoyar la causa. “Pero no sólo eso: el país adoptó la idea de que era necesario para cualquier universidad tener un espacio propio de los universitarios. Una ciudad. Desde ese momento todas las universidades quisieron tener su espacio”, indicó la profesora del Programa Interdisciplinario sobre Políticas y Prácticas Educativas del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Nuestro país tuvo su primer proyecto de ciudad universitaria de 1929 a 1935, fecha en que nació la idea y se dieron algunos avances, como la adquisición del terreno, con una extensión de 257 hectáreas, en Lomas de Chapultepec, en lo que son ahora las instalaciones de la Secretaría de Defensa. En ese espacio se levantó un plano topográfico, del cual solo existe una foto y varios anteproyectos, entre ellos uno del arquitecto Carlos Contreras.
Pese a la voluntad de las autoridades universitarias y al entusiasmo del rector Ignacio García Téllez, el proyecto no prosperó por la precariedad nacional y, sobre todo, de la universidad: en 1929 fue la crisis económica de Wall Street, Estados Unidos, etapa que se conoce como la Gran Depresión, que afectó a la economía mundial y, por ende, a la mexicana.
El 19 de junio de 1942, al asumir Rodulfo Brito Foucher el cargo de rector, retomó la idea. Para el año siguiente, se eligió el Pedregal de San Ángel como el lugar destinado. Sin embargo, fue durante la administración del rector Salvador Zubirán (1946-1948) que el proyecto cobró fuerza.
Durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho, se aprobó el Proyecto de Ley sobre la Fundación y Construcción de la Ciudad Universitaria y desde ese momento el proyecto comenzó a andar, primero con pasos paulatinos y luego con más brío. La investigadora de Cátedras para Jóvenes Investigadores Conacyt señaló que con la gerencia general a cargo del arquitecto Carlos Lazo el proyecto se fue concretando.
Varios fueron los usos de CU antes de que los alumnos comenzaran a ocupar el campus formalmente en 1954: el estadio se inauguró en 1952, fue sede del Congreso Internacional de Arquitectos. En 1955 fue sede de los Juegos Panamericanos.
La construcción de CU cristalizó uno de los más importantes proyectos educativos, arquitectónicos y artísticos del México moderno que sirvió para agrupar a los estudiantes, antes dispersos en 14 instalaciones ubicadas en el Centro Histórico. CU dio también identidad a sus alumnos, profesores e investigadores pues fue la época en la que se crearon los símbolos universitarios como la “U” en las playeras, una porra oficial “Goya”, y el himno universitario.
La especialista comentó que no solo le interesaba comprender el proyecto mexicano, sino compararlo con los otros de Latinoamérica. Así, se percató de que los mensajes que enviaban los gobiernos de cada nación eran distintos: mientras aquí se difundía que sería una casa construida por mexicanos para mexicanos, en Caracas el arquitecto a cargo, Carlos Raúl Villanueva, buscaba entrar en contacto con arquitectos de otras partes del mundo y mostrar que su proyecto era internacional.
La científica social agregó que en esa época “Carlos Lazo invirtió dinero en estudiar las ruinas arqueológicas de Cuicuilco, aledañas a CU, con la intención de relacionar culturalmente la existencia de una gran civilización que había sido desplazada por la erupción del volcán Xitle con la nueva y moderna CU, que sería la heredera de esa riqueza”.
La investigación de Valeria Sánchez Michel sobre CU será publicada como libro próximamente.
Luz Olivia Badillo.
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