Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/071/20
Ciudad de México, 07 de octubre de 2020
“Yo era un niño común y corriente… Con mis amigos me gustaba jugar a las canicas y a las escondidillas…Un día que estaba enfermo y no fui a la escuela, se me ocurrió hacer agua podrida. Puse una lechuga dentro de un recipiente con agua, y me esperé hasta que oliera horrible. Luego saqué una gotita para observarla en el microscopio. ¡Fue un gran descubrimiento ver la cantidad de vida que había en una gota de agua! A partir de ese día, gracias al microscopio, pude entrar a otros mundos que me parecieron fascinantes…Por suerte tenía una tía muy generosa, que era química, y que me sugería experimentos y me llevaba a comprar los reactivos y los recipientes a farmacias del Centro Histórico”, se puede leer en una de las páginas del libro Mis Amigos de El Colegio Nacional, editado por esta institución, donde los integrantes del Colnal hablan sobre su infancia, entre ellos el doctor Mario Molina.
El ingeniero químico nació en la Ciudad de México en 1943, egresó de la Universidad Nacional Autónoma de México (1965); posteriormente realizó estudios de posgrado en la Universidad de Friburgo, Alemania (1967), y recibió el grado de doctor en Fisicoquímica de la Universidad de California, Berkeley, en Estados Unidos (1972).
Coautor del artículo original que predecía el adelgazamiento de la capa de ozono a consecuencia de la emisión de los gases clorofluorocarbonos (CFCs). Premio Tyler para Logro Ambiental 1983, NASA Exceptional Scientific Achievement Medal 1989, Premio Nobel de Química 1995, Premio Sasakawa 1999, Medalla de la Libertad de la presidencia de los EUA 2013 y Premio Campeones de la Tierra 2014 de la ONU. Una de sus obras más recientes, en coautoría, es El cambio climático. Causas, efectos y soluciones (2017). Ingresó a la Academia Mexicana de Ciencias como miembro corrspondiente en 1997 y a El Colegio Nacional en 2003.
El Nobel de Química para un mexicano
Según la información del sitio oficial del Premio Nobel, la Real Academia Sueca de Ciencias otorgó en 1995 el Premio Nobel de Química a Paul J. Crutzen, Instituto Max Planck de Química, Maguncia, República Federal de Alemania; Mario J. Molina, Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Cambridge, Estados Unidos; y a F. Sherwood Rowland, Universidad de California, Irvine, Estados Unidos; “por su trabajo sobre química atmosférica, particularmente en lo que respecta a la formación y descomposición del ozono”.
Paul Crutzen, Mario Molina y Sherwood Rowland hicieron contribuciones pioneras para explicar cómo se forma y se descompone el ozono a través de procesos químicos en la atmósfera. Y lo que es más importante, demostraron lo sensible que es la capa de ozono a la influencia de las emisiones antropogénicas de ciertos compuestos. La delgada capa de ozono ha demostrado ser un talón de Aquiles, que puede resultar gravemente dañada por los cambios aparentemente moderados en la composición de la atmósfera. Al explicar los mecanismos químicos que afectan al espesor de la capa de ozono, los tres investigadores contribuyeron a nuestra salvación de un problema ambiental mundial que podría tener consecuencias catastróficas.
Los aerosoles y los refrigerantes dañan la capa de ozono
El siguiente salto al conocimiento de la química del ozono fue en 1974, cuando Mario Molina y Sherwood Rowland publicaron su ampliamente conocido artículo en la revista Nature sobre la amenaza a la capa de ozono de los gases de clorofluorocarbonos (CFC), freones, utilizados en botellas de spray, en espumas de plástico, como medio de refrigeración en refrigeradores y otros lugares.
Molina y Rowland demostraron que los gases de CFC, los freones, tienen un efecto perjudicial sobre el ozono en la atmósfera. Se dieron cuenta de que el CFC químicamente inerte podía ser transportado gradualmente hasta la capa de ozono, donde se encontraría con una luz ultravioleta tan intensa que se separaría en sus constituyentes, en particular los átomos de cloro.
Calcularon que si el uso humano de los gases de CFC continuaba a un ritmo inalterado, la capa de ozono se agotaría en un gran porcentaje después de algunas décadas. Su predicción generó una enorme atención. Porque los gases CFC se utilizaban en muchos procesos técnicos y se pensaba que su gran estabilidad química y su no toxicidad los hacían ideales para el medio ambiente. Muchos criticaron los cálculos de Molina y Rowland, pero otros más se mostraron seriamente preocupados por la posibilidad de que se agotara la capa de ozono. Hoy sabemos que tenían razón en todo lo esencial. Resultó que incluso habían subestimado el riesgo.
Estas investigaciones y publicaciones condujeron al Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico.
El doctor Molina y su grupo de investigación también propusieron y demostraron en el laboratorio una nueva secuencia de reacciones catalíticas que explican la mayor parte de la destrucción del ozono en la estratosfera polar.
¿Quién era Mario Molina?
Fue profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en el periodo 1989-2004; profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México entre 1967 y 1968; de la Universidad de California, Irvine, entre 1975 y 1979 y del Laboratorio de Propulsión a Chorro del Instituto Tecnológico de California (caltech) en el periodo 1982 a 1989.
El doctor Molina fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias y del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, y desde abril de 2011 fue uno de los 21 científicos que formaban parte del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente Barack Obama (PCAST).
También fue miembro distinguido de la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano y la Academia Mexicana de Ingeniería, entre otras. Por su labor y contribución a la ciencia recibió numerosos galardones, incluyendo más de 30 doctorados honoris causa, el Premio Tyler de Energía y Ecología en 1983, el Premio Sasakawa de las Naciones Unidas en 1999 y el Premio Nobel de Química en 1995.
En México, presidió desde 2005 un centro de investigación y promoción de políticas públicas que lleva su nombre, donde se realizan estudios estratégicos sobre energía y medio ambiente, particularmente en los campos de cambio climático y calidad del aire.
El doctor Molina investigó la química de la contaminación atmosférica en la baja atmósfera y estuvo involucrado en trabajos interdisciplinarios colaborando con expertos para enfrentar el problema de la degradación de la calidad del aire en las grandes ciudades del planeta, especialmente grupos de contaminantes del aire en zonas urbanas, realizando importantes aportes al conocimiento y la solución de la contaminación atmosférica de la Zona Metropolitana del Valle de México.
Enfocó gran parte de su labor a la política científica conectada con el creciente problema del cambio climático e impulsó acciones globales a favor del desarrollo sustentable. El doctor Molina, Premio Nobel de Química 1995 falleció hoy 7 de octubre, a los 77 años de edad, el día en que la Real Academia Sueca de Ciencias anunció el Premio Nobel de Química 2020.
Con información del Nobel Prize y El Colegio Nacional.
Elizabeth Ruiz Jaimes
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