Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/204/19
Ciudad de México, 04 de noviembre de 2019
La cisticercosis es una infección parasitaria que se presenta en los seres humanos, sobre todo en aquellos que viven en malas condiciones higiénicas y en zonas rurales de países en desarrollo. Aunque la mayoría de la gente cree que la cisticercosis se produce al comer carne de cerdo, esta idea es falsa. Una persona se puede enfermar aun cuando nunca haya consumido ese tipo de carne. “El principal foco de infección se encuentra en la materia fecal humana contaminada con huevecillos del parásito Taenia solium y que está dispersa en el ambiente, por eso se encuentra en medios rurales, pero también en las ciudades”, señaló en entrevista el investigador Julio Sotelo Morales.
La infección es causada por los estados larvarios de la Taenia solium (la solitaria). Después de que una persona ingiere los huevos del parásito, las larvas se adhieren a tejidos como los músculos y el cerebro, formando cisticercos (quistes). Cuando los cisticercos se localizan en el cerebro, la infección se llama neurocisticercosis.
La enfermedad que genera la Taenia solium en el cuerpo humano figura entre las causas más severas de morbilidad y mortalidad de nuestro país, una de ellas, la neurocisticercosis, que impacta gravemente en la salud del enfermo y al presupuesto de la salud pública por tratarse de una enfermedad crónica que requiere, en algunos casos, internamientos múltiples y cirugía de cráneo.
Neurocisticercosis
Y es esta enfermedad, la neurocisticercosis, la que ha sido objeto de estudios del doctor Sotelo Morales durante más de 20 años, las investigaciones que ha realizado con su grupo de trabajo han beneficiado a cientos de miles de pacientes en el mundo, particularmente en Latinoamérica, Asia y África.
De acuerdo con el neurocientífico, uno de los primeros informes de México sobre cisticercosis humana se publicó en 1901. El autor, doctor Ignacio Gómez Izquierdo, describió a una paciente de Cuba que murió en un asilo psiquiátrico con diagnóstico de alcoholismo o tuberculosis, sin embargo, en la autopsia se encontraron múltiples cisticercos.
Entre 1940 y 1970 se publicaron los principales informes sobre la presencia de cisticercos en el sistema nervioso central en casos de autopsia en Latinoamérica. Las frecuencias encontradas, aunque varían y adolecen de representatividad estadística, fueron importantes porque constituyen los primeros datos epidemiológicos de la neurocisticercosis humana. “En esos datos resaltan los países en donde la enfermedad se consideraba un problema de salud pública: Brasil, Colombia, México y Perú”, dijo.
Según el libro Cisticercosis, guía para profesionales de la salud, la teniasis/cisticercosis probablemente llegó a México hace 500 años. Junto a los conquistadores y sus cerdos importados venían también los parásitos y varios otros patógenos ausentes en el Nuevo Mundo. Actualmente la Taenia solium está arraigada en México, donde continúa causando estragos y se abre caminos hacia territorios de los países desarrollados.
Sotelo Morales, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, mencionó que México ha aportado investigaciones de gran importancia mundial para el conocimiento y el tratamiento de la enfermedad. Para ejemplificar nombró al médico Isaac Costero Tudanca, el primero en realizar un estudio de 4 500 autopsias en el Hospital General de México, “él determinó la frecuencia de la enfermedad en la población entre la década de los años 50-60, de alrededor del 4.5%, y aunque hay muchos sesgos en la interpretación de esos datos, nos da una idea de la frecuencia de la enfermedad en la población mexicana en aquellos años”.
Otro personaje importante fue el investigador Clemente Robles Castillo, quien en 1979 por sugerencia de otro investigador, Manuel Chavarría Chavarría, utilizó por primera vez en el mundo el fármaco prazicuantel para tratar un caso de un paciente desahuciado de neurocisticercosis. Se puede decir que “ellos descubrieron el primer tratamiento para la cistecircosis”, dijo.
Después de que don Clemente Robles hizo sus publicaciones en 1981 junto con el doctor Manuel Chaverría en la Gaceta Médica de México, la más antigua de Latinoamérica en medicina y órgano oficial de la Academia Nacional de Medicina de México, donde se señalaba el tratamiento exitoso de la cisticercosis; el subsecretario de salud de aquellos años, Federico Chávez Peón, tuvo un gran interés en este problema de salud y “nos convocó a varios a trabajar en el tema, era algo relativamente sencillo, aunque clínicamente difícil, había que probar si el prazicuantel servía o no para tratar la cisticercosis, y sí servía, lo pudimos probar y el artículo se publicó en 1984”.
Después de este año, Sotelo Morales junto con otros investigadores hicieron estudios internacionales confirmatorios, 88 en tres años, que concluyeron que el prazicuantel era un medicamento exitoso, aunque también señalaban que habían ocurrido algunas discrepancias en las cifras de confirmación de éxito.
Paralelo a estos estudios, las doctoras Norma Rosas y Guadalupe Palencia junto con otros colaboradores del laboratorio del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN), desarrollaron el primer método para cultivar cisticercos y permitir la evaginación del parásito in vitro, en el laboratorio.
“Este método nos permitió tener cisticercos vivos en el laboratorio, y probar diferentes fármacos. Al tener el modelo experimental en el laboratorio pudimos hacer lo que ahora se llama medicina traslacional. Cuando el laboratorio que vendía el prazicuantel decidió elevar el costo del tratamiento a 500 dólares, nos dedicamos con mayor interés a probar muchos fármacos”, señaló.
Una tarde de iluminación en el laboratorio, y por solicitud del doctor Francisco Escobedo, Sotelo Morales y su equipo de trabajo probaron varios fármacos abandonados, entre ellos el albendazol, con el cual los parásitos murieron en pocos minutos. El lunes siguiente fueron convocados varios enfermos para darles el fármaco, que ahora es el esquema de tratamiento que recomienda la Organización Mundial de la Salud para el tratamiento de la cisticercosis, su costo no rebasa los 200 pesos y con el que han sido tratados miles de enfermos en el mundo.
En los estudios de cisticercosis han participado decenas de profesionales de una gran distinción y gracias a las investigaciones que se hicieron en nuestro país hubo una gran contribución al tratamiento de esta ancestral enfermedad, concluyó Sotelo Morales, investigador emérito y jefe de la Unidad de Neuroinmunología del INNN, nivel III en el Sistema Nacional de Investigadores y ganador del Premio Heberto Castillo de la Ciudad de México 2019 Por una Ciudad ConCiencia, en el área de ciencias naturales.
Además de las investigaciones sobre neurocisticercosis y de haber descrito en 1987 el medicamento que actualmente es usado a nivel mundial contra la cisticercosis, el albendazol, investigación que se realizó en México con la participación de la industria farmacéutica y el tutelaje de grupos extranjeros; las aportaciones científicas de Sotelo Morales tienen que ver con la identificación de autoanticuerpos anti-neurofilamentos en el suero de animales y pacientes con Kuru experimental y enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (causadas por priones); el diseño de un método original de cultivo de sistema nervioso (PNAS), que sirvió a numerosas líneas de investigación en enfermedades virales.
En conjunto con sus colaboradores ha llevado a cabo investigaciones en otras enfermedades neurológicas como epilepsia, esclerosis múltiple y tumores cerebrales malignos que se han publicado igualmente en las revistas científicas internacionales más importantes de la medicina y que suman 383 publicaciones indexadas con más de siete mil citas.
Elizabeth Ruiz Jaimes
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