Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/120/19
Ciudad de México, 18 de junio de 2019
Con las Tecnologías de la Información y la Comunicación ha cambiado la forma en la que las personas se informan, aprenden y se comunican; y por lo tanto, los servicios bibliotecarios, de información, así como los medios para acceder a ellos también se han transformado, señaló el doctor Filiberto Felipe Martínez Arellano del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información de la UNAM.
En entrevista, el doctor explicó que el trabajo que realizan quienes organizan la información de manera profesional en diversos medios (catálogos, bases de datos y repositorios, entre otros) es relevante porque tiene la finalidad de que los usuarios puedan localizarla. “Si no organizamos los materiales informativos, de nada sirve tener contenidos valiosos, ya que el usuario no puede acceder a ellos, es así que tenemos que organizarlos pensando siempre en quién va a utilizar los recursos de información”.
Los catalogadores deben conocer perfectamente cuáles son las necesidades de información de los diferentes tipos de usuarios, no se trata de hacer catálogos perfectos o bonitos, es más importante pensar en las características o elementos descriptivos de utilidad de los recursos de información, por ejemplo, cuando se trata de un libro o de un video, si el primero de ellos tiene ilustraciones o no y si éstas son a color; y en el segundo, los medios para reproducirlo, entre otros.
Estos datos le serán de utilidad al usuario para tomar la decisión sobre si un recurso informativo le es o no de utilidad y por lo tanto obtenerlo y utilizarlo, dijo el doctor en Educación Superior por la Universidad Estatal de Nueva York, en Búfalo.
Es así que un catalogador debe tener conocimiento de los estándares generados a nivel internacional para establecer puntos de acceso para localizar recursos de información y describir adecuadamente sus características o atributos. Entre los más usados están las Reglas de Catalogación Angloamericanas (RCA) y actualmente RDA (Resource Description and Access), este último basado en el modelo computacional de entidad-relación, el que además facilita la descripción y acceso a los recursos en línea.
También, mencionó el doctor Martínez Arellano, que debido a esto, el catalogador debe saber cómo se puede almacenar la información y recuperarla en los sistemas de cómputo, lo que no quiere decir que el catalogador deba ser experto en computación, pero sí tener el conocimiento y las aptitudes necesarias para comunicarse adecuadamente con las personas que diseñan los sistemas, a fin de realizar un trabajo interdisciplinario.
Para el investigador, la catalogación y la organización de la información es un área con muchos retos, por la gran cantidad de recursos de información que actualmente existen, pero además, por su manifestación en diversos formatos, por lo que considera que hace falta que los catálogos actuales le permitan al usuario establecer relaciones entre los distintos formatos y expresiones en que la obra de un autor actualmente se presenta.
“El usuario necesita localizar y recuperar todas las expresiones y formatos que existan, dentro o fuera de la biblioteca, de un mismo recurso de información. Una de las características de estándar RDA (Resource Description and Access), es la posibilidad de establecer este tipo de relaciones”.
Por otro lado, un cambio significativo en los catálogos ha sido la forma de obtención de los materiales. “Anteriormente para obtener los diferentes materiales registrados en los catálogos de las bibliotecas, los usuarios utilizaban los números de clasificación contenidos en ellos, esto se ha ampliado, actualmente ya podemos obtener el acceso directo desde el catálogo a materiales en formato electrónico, como los de acceso abierto en la web. Además, las colecciones de las bibliotecas son un híbrido de materiales en donde coexisten los impresos y los soportes electrónicos, así como servicios presenciales y remotos”.
El investigador, que tiene entre sus líneas de trabajo la organización de la información comentó que el catálogo ha pasado de estar basado en tarjetas con ciertos datos del material, a tener otros tipos de formatos como los catálogos en línea. “Sin embargo, el desarrollo de los catálogos se ha centrado en la transformación de su formato y pocos cambios se han introducido en las formas de acceso a su contenido”.
Al usuario le interesa localizar todas los recursos existentes sobre una obra, por ejemplo, del poema del Mío Cid, sin importar si están en medios impresos o en medios electrónicos (e-books) o en cualquier idioma; si hablamos de obras más populares como aquellas sobre Harry Potter, es probable que a los usuarios les interese localizar todos los libros de esta colección, sus traducciones, las películas, e inclusive los posters y los videojuegos relacionados.
“Lo anterior es uno de los retos del catálogo, ya que sus características actuales nos permiten localizar, identificar y seleccionar recursos de utilidad, pero es necesario además obtener un conjunto cada vez mayor de la totalidad de los recursos de información relacionados, disponibles dentro o fuera de la biblioteca”.
Generalmente se piensa en el catálogo como una herramienta cuya forma ya está concluida, sin embargo, hay que considerar las nuevas formas que este puede adoptar. De ahí que otro de los retos es crear nuevas formas del catálogo, donde se aprovechen las posibilidades que nos brinda la computación a través de los modelos de entidad-relación. La aplicación de estándar RDA (Resource Description and Access) permitirá lograrlo. Un catálogo modelo que lo aplica es Fiction Finder desarrollado por la organización Online Computer Library Center (OCLC) en el que existen relaciones entre obras en diferentes idiomas y en distintos formatos y soportes, apuntó el doctor Filiberto Felipe Martínez Arellano.
“En el Instituto estamos experimentando con el repositorio o catálogo de las publicaciones que generan los académicos, en este se han incluido la portada de los libros y la del volumen de la revista en donde aparecen los artículos, así como el establecimiento de relaciones entre los distintos capítulos de un libro con el libro completo, entre otras”.
Noemí Rodríguez González.
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