Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/370/14
México, D.F., 24 de octubre de 2014
La riqueza arquitectónica de México es tan exquisita y vasta, que los estudios solo desde el punto de vista arquitectónico y de la ingeniería no bastan, debido a que las construcciones encierran toda una cosmogonía que debe ser descubierta.
Esta labor incluye a historiadores del arte como la doctora Martha Fernández García, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien descubrió, a partir de sus estudios sobre el simbolismo del santuario de Guadalupe, ciertos elementos iconográficos en las obras arquitectónicas de la época colonial que le han permitido deducir la formación de logias francmasónicas en la Nueva España.
“Los constructores de las grandes catedrales góticas de Europa fueron masones, arquitectos que constituían logias que tenían como uno de sus principios guardar los secretos de su profesión. No eran corporaciones secretas, sino secretistas. En la Nueva España, ante la crisis de los gremios que comenzó a finales del siglo XVII, es posible que los arquitectos buscaran también la forma de asociarse en corporaciones semejantes a las logias francmasónicas. La logia era el lugar o el taller en donde se daban cita, y sus asociaciones no eran secretas, al menos en un inicio”, explicó la investigadora, quien es integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
En un inicio, los arquitectos estaban organizados en gremios, es decir, en grupos de arquitectos que hacían uso de la ciencia y el arte para la realización de sus obras; sin embargo, como relató la investigadora: “En momentos en los que privaba el descrédito de los gremios pues se consideraba que no impulsaban el desarrollo de las artes, sino que se habían convertido en asociaciones proteccionistas para los artistas, y se solapaban incluso las obras mal hechas, entonces se tuvieron que revisar y actualizar las Ordenanzas, que eran los reglamentos con los que se regían los gremios. En el caso de los arquitectos, las Ordenanzas vigentes todavía en el siglo XVIII eran las que habían sido expedidas el año de 1599, por lo que ya resultaban obsoletas; es así que los arquitectos hicieron dos intentos por modernizar esa reglamentación, uno en 1735 y otro en 1746”, explicó la especialista en historia del arte.
Fernández García sostuvo que su hipótesis consiste en que así como hubo pintores que se organizaron en academias desde finales del siglo XVII, los arquitectos quizá tuvieron que regresar a las logias francmasónicas de la época medieval para tratar de modernizar el oficio y buscar una nueva organización para ellos mismos, una vez que los gremios se habían desacreditado. Es posible que este tipo de asociaciones francmasónicas pudieron comenzar a partir del liderazgo del arquitecto Pedro de Arrieta, autor del santuario de Guadalupe y del Palacio de la Inquisición, cuando comenzó una especie de “dinastía” de arquitectos, asociados o emparentados unos con otros.
Aunque la investigación sobre la francmasonería en la Nueva España apenas ha comenzado, es a partir de la observación de algunos elementos iconográficos lo que permitió deducir que había una cultura masónica real, establecida en la Nueva España, profundizar en ellos, permitirá a la humanista ampliar sus estudios y sustentar sus hipótesis.
“En un inicio me encontraba analizando el simbolismo del santuario de Guadalupe como representación del Templo de Salomón y comencé a observar algunos patrones interesantes que me permitieron vincular ciertos elementos iconográficos con la masonería, presentes también en otros edificios. En algunas construcciones del gótico europeo se encuentran retratos de los arquitectos que las edificaron; en México, también he logrado encontrar algún retrato similar”. Además de identificar varias semejanzas desde el punto de vista simbólico, entre construcciones de la Nueva España y catedrales europeas.
La importancia de las logias francmasónicas y todos sus valores radica en el rescate y creación de nuevo conocimiento, pues aunque no se sabe bien si las singularidades de las construcciones surgen a causa de las logias francmasónicas o del desarrollo de una arquitectura propia, lo cierto “es que las condiciones geológicas obligaban a los arquitectos de la época colonial a crear técnicas propias para evitar el derrumbe de las construcciones por temblores. Este conocimiento no proviene de ninguna parte, fue desarrollado aquí.
“Cuando se instituyó la Academia de San Carlos, se optó por traer a maestros españoles para que enseñaran, pero en esa época fue cuando más padecieron las construcciones pues diseñaron divinamente, pero se olvidaron de la experiencia constructiva anterior. Eso ha provocado derrumbes en obras neoclásicas, sobre todo de la Ciudad de México. De todas maneras, es de reconocerse que en el sismo de 1985 lo que menos se dañó fue la arquitectura virreinal”. Un ejemplo de lo anterior, comentó la especialista, se observa en el antiguo templo de San Agustín en la Ciudad de México, el cual fue construido sobre un arco invertido para que el edificio se moviera con el agua pero no se derrumbara, puesto que el subsuelo de lo que hoy se conoce como Centro Histórico, es fangoso”.
Martha Fernández destacó la importancia del arte pues éste es el reflejo de una sociedad y es la manera en que el hombre manifiesta sus circunstancias. “Es producto y reflejo de la sociedad que los produce; entonces en la medida en la que nosotros conservamos esa riqueza artística podemos conservar nuestra memoria histórica. Actualmente muchos de estos edificios están siendo descuidados y necesitamos recordar que un país sin memoria carece de valores, por eso resulta lamentable y peligroso abandonar el patrimonio, porque perdemos memoria e identidad”.
Mariana Dolores.
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