Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/341/12
México, D.F., 27 de diciembre de 2012
Tras varios años de perforar pozos en busca del preciado “oro negro” sin éxito, la industria petrolera en México vio la luz por primera vez en 1901, cuando se descubrió un rico yacimiento en el cerro de La Pez, San Luis Potosí, del que se extrajeron miles de barriles.
A partir de entonces, nuestro país comenzó un siglo de extracción intensiva que lo colocó como uno de los líderes mundiales en ese terreno e hizo de los combustibles fósiles su principal motor energético; dependemos de ellos para realizar prácticamente cualquier actividad, desde el transporte hasta el enfriamiento de alimentos.
Pero por tratarse de recursos finitos, esta tendencia no debe ni puede continuar, advierten los expertos desde hace tiempo. “Es un hecho que estamos literalmente sobre la cima de la producción del petróleo barato; lo que se avecina en las próximas décadas es un periodo de transición energética hacia fuentes sustentables de energía”, dijo Claudio Estrada Gasca, ex director del Centro de Investigación en Energía de la UNAM y coordinador del reto Energía de la Agenda Ciudadana de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Además, el uso de los hidrocarburos tiene serios impactos ambientales pues durante su quema se emiten gases de efecto invernadero que agudizan el problema del cambio climático global. “La base energética con la que nos movemos actualmente daña al medio ambiente como nunca antes se había visto”, añadió el también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Estas son las principales razones por las cuales la Agenda Ciudadana (www.agendaciudadana.mx) propone que contar con un sistema de energía limpio, sustentable, eficiente y de bajo costo es uno de los diez retos para tener una mejor calidad de vida hacia el año 2030 que se puede afrontar con la participación de la ciencia, la tecnología y la innovación.
Para cumplirlo debemos encaminarnos por dos ejes, afirmó Estrada Gasca, “uno es el uso más racional y eficiente de la energía de los hidrocarburos, que todavía seguiremos usando, y el otro es utilizar las fuentes renovables, que afortunadamente tenemos en abundancia en el país”.
Por ejemplo, ocupamos el cuarto lugar a nivel mundial en la producción de energía geotérmica y tenemos más de 300 sitios geotérmicos identificados, afirmó el especialista. El potencial eólico también es elevado; se estima que el país cuenta con un 71 mil megawatts, lo que equivale a cubrir más de tres veces la demanda de electricidad del sector residencial en 2010, de acuerdo con cifras del gobierno federal.
Hay otras energías mucho menos exploradas, como la oceánica, “tenemos un litoral enorme en todo el país con fuentes no solo de oleaje sino también de mareas y de gradientes térmicos. Pero lo que siempre he dicho es que el recurso más abundante -mucho más que petróleo, gas y carbón juntos- es el recurso solar”, enfatizó el especialista.
A pesar de toda esta diversidad de fuentes, resulta paradójico que los hidrocarburos encabecen la producción de energía del país; tan solo en el 2011, este recurso aportó el 89% de la producción de energía primaria mientras que las energías renovables -hidroenergía, la geoenergía, la energía solar, la eólica y el biogás- aportaron juntas el 7%, como puede consultarse en el Balance Nacional de Energía de la Secretaría de Energía de dicho año.
“México es realmente rico en fuentes de energía renovable por lo que debería ser potencia no solo en su uso sino también en la generación de conocimiento y tecnología asociado a ellas”, advirtió Estrada Gasca.
La transición energética tiene beneficios inmediatos en varios ámbitos; uno es el ambiental debido a la reducción de la contaminación; en el económico, “la aparición de nuevas fuentes energéticas implica la generación de nuevas tecnologías, mercados, fábricas, cadenas productivas y empleos”.
¿Cómo migraremos hacia un nuevo esquema de generación y uso de la energía? El científico reconoció que el cambio no será inmediato pues no se pueden frenar en seco las inercias sociales e industriales porque esto solo traería inestabilidad a el país; “para ello se necesitan programas que se implementen paulatinamente”.
Además se requieren políticas públicas que eduquen a la población sobre la importancia de diversificar nuestras fuentes de energía y de modificar nuestros patrones de consumo para disminuir el impacto ambiental. “El beneficio a mediano y largo plazos es transformarnos en una sociedad cuyo sustento puede mantenerse en el tiempo sin afectar a generaciones futuras”.
“Movernos hacia un esquema sustentado en fuentes renovables de energía implica una transformación de la sociedad que debe acompañarse con política pública, programas económicos, esquemas de financiamiento y priorización hacia ciencia y tecnología, porque buena parte de la tecnología que necesitará en los próximos veinte a treinta años no existe, hay que crearla”. El investigador añadió que esto representa una gran oportunidad para los científicos y tecnólogos mexicanos.
Relacionado con lo anterior, Estrada Gasca comentó que parte del reto que él encabeza también implica “entender cómo la sociedad mexicana, acepta y comprende el problema energético y empieza a modificar su actitud hacia el uso de las energías.
Alejandra Monsiváis Molina y Fabiola Trelles Ramírez
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