Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/132/14
México, D.F., 17 de abril de 2014
El comercio, el tráfico ilegal y la destrucción de la selva alta perennifolia, hábitat natural de la guacamaya roja Ara macao, constituyen las principales causas de la disminución de sus poblaciones en algunos sitios dentro de su área de distribución, tal es el caso de la región de Los Tuxtlas en Veracruz, en donde se reportó su desaparición a partir de la década de los 70 del siglo pasado.
La doctora Patricia Escalante del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (IBUNAM), encabeza un proyecto que busca la reintroducción de esta especie en la región de Los Tuxtlas. Para ello primero se determinó, a través del código de barras genético, el origen de los individuos fundadores de la población de guacamayas que se reproducen en cautiverio en el Parque Ecoarqueológico Xcaret, mismas que tras un período de entrenamiento en el aviario instalado en la Reserva Ecológica “La otra opción”, serán liberadas.
Un código de barras genético es una secuencia corta y estandarizada de ácido desoxirribonucleico (ADN), cada grupo de organismos tiene marcadores específicos que funcionan como códigos de barras para identificar a las especies. Para los animales, entre ellos las aves, se utiliza el gen COI, que es del mismo tamaño en todos y presenta suficiente variación en la secuencia de los cuatro nucleótidos que forman el ADN –(A) adenina, (T) timina, (C) citosina y (G) guanina– lo que permite a los investigadores distinguir entre dos especies.
La guacamaya roja se distribuye en México, América Central y la región del Amazonas en América del Sur, hasta el norte de Mato Grosso en Brasil, sin embargo, estudios de sus características físicas y genéticas demuestran que las poblaciones de esta guacamaya que se encuentran desde México hasta Honduras, representan una subespecie de América Central llamada Ara macao cyanoptera que es de mayor tamaño y tiene algunas diferencias en el color del plumaje con la subespecie de la guacamaya roja de América del Sur Ara macao macao, presente desde Costa Rica hasta Brasil.
“A través de marcadores moleculares pudimos determinar no sólo la especie, sino la subespecie –grupos de individuos en los cuales se dividen las especies y que comparten características semejantes que los distinguen– necesitábamos saber si las guacamayas de Xcaret pertenecen a la subespecie Ara macao cyanoptera”, explicó la investigadora.
Para lo anterior se utilizó el gen COI y se estableció que la población de Xcaret pertenece a A. m. cyanoptera, ya que al comparar el fragmento de interés de varias guacamayas rojas con el fragmento de ADN de la otra subespecie A. m. macao, se obtuvo una diferencia del 1.6% en la información genética de las secuencias comparadas; dicha variación es suficiente para establecer la subespecie. Por lo tanto, las guacamayas de ese aviario resultaron aptas para un programa de reintroducción en Los Tuxtlas.
El regreso de la guacamaya roja
En el 2013 comenzó un proyecto de reintroducción de la guacamaya roja en la región de Los Tuxtlas, Veracruz; en el cual colaboran el IBUNAM, el aviario de Xcaret y la Reserva Ecológica “La otra opción”, así como la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, que administra la Reserva de la Biosfera de Los Tuxtlas, y con las comunidades locales.
Después de que se determinó la subespecie de las guacamayas del aviario Xcaret, se estableció que la reproducción de las crías tenía que ser lo más natural posible, es decir en vez de llevar el huevo a una incubadora, que estuviera al cuidado de los padres. Además, que las guacamayas deben buscar las semillas de los frutos y no ser alimentadas por el humano.
El pasado 21 de marzo fueron trasladadas 29 guacamaya rojas de la subespecie A. m. cyanoptera al aviario de preliberación en Los Tuxtlas, ahí iniciaron con un programa de preparación para que se protejan de los depredadores que van a encontrar cuando sean liberadas, y en lugar de acercarse a los humanos o que estén en el piso aprendan a dirigirse a las copas de los árboles.
La investigadora señaló que la reintroducción de esta ave será suave, es decir las guacamayas se pueden ir, pero también pueden regresar por comida. Las guacamayas están marcadas, tienen un chip y se les va a colocar un collar a mínimo cinco guacamayas, porque debido a su comportamiento sociable basta con monitorear a algunas para tener una idea de los movimientos de la mayoría; también tienen una marca en el pico que identifica a cada una y esto permite un mejor monitoreo.
La liberación de las 29 guacamayas está planeada para el mes de junio, posteriormente se liberarán a otras 21 para que sean 50. Además se puede continuar con el refuerzo de la población para llegar a 250 guacamayas reintroducidas en Los Tuxtlas.
La extracción con fines comerciales de la guacamaya roja es ilegal, ya que desde 2008 hay un decreto que prohíbe la captura y compra-venta de loros, pericos y guacamayas nativos de México; esta ave también está incluida en el Apéndice I de la Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Flora y Fauna (CITES por sus siglas en inglés), esto de acuerdo con las Fichas de especies prioritarias. Guacamaya Escarlata (Ara macao) de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.
Códigos al vuelo
Las aves, a diferencia de otros grupos de animales, pueden ser identificadas con relativa facilidad por su apariencia externa, sin embargo, con las hembras o las aves en estado juvenil la identificación es complicada en estos casos el código de barras puede ser una opción.
Una aplicación del código de barras genético de las aves se da ante el comercio ilegal, cuando se decomisan huevos o polluelos y se presentan como una especie y en realidad pertenecen a otra. Cabe señalar que los códigos de barras genéticos no son únicamente secuencias de ADN, éstas se comparan con las secuencias que ya están en una biblioteca de referencia, misma que tiene organismos de respaldo en algún museo o colección formada por un especialista y los datos de la localidad en donde se colectó, la fecha, quién identificó el material y la fotografía del organismo.
El IBUNAM, forma parte de la Red Temática MEXBOL (Código de Barras de la Vida en México) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y la doctora Escalante está trabajando en los códigos de barras de las aves de México, para ello junto con su grupo de investigación, conformó un listado de 750 aves prioritarias, sin contemplar aves migratorias. Hasta el momento la biblioteca de referencia de las aves de México cuenta con 330 especies secuenciadas con su código de barras de ADN, cada una asociada a su respectiva ficha de identificación.
Cuando se decomisan loros, pericos y guacamayas el código de barras genético permite la identificación de la especie, pero qué se debe hacer con los organismos decomisados, “para ello tendríamos que saber de dónde son y así poder reintroducirlos en sus poblaciones de origen, por lo cual es necesario desarrollar marcadores más finos que el código de barras para determinar la identidad de las poblaciones”, comentó la doctora Escalante.
Los marcadores conocidos como microsatélites –secuencias compuestas de ADN que no generan proteínas y no son parte de ningún gen– que se utilizan para determinar la “huella genética” en el humano, también pueden ser utilizados como marcadores genéticos para estudiar la herencia de los genes en las familias, en este caso de las aves.
El ADN microsatélite está formado por secuencias de dos, tres o cuatro nucleótidos (moléculas que forman al ADN) que se repiten hasta formar bloques que pueden llegar a los 150 nucleótidos. En el genoma hay muchas regiones repetitivas de este tipo, por lo que pueden ser utilizadas como marcadores moleculares, ya que el número de repeticiones varía entre individuos y poblaciones, finalizó la especialista en aves.
Noemí Rodríguez González
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