Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/042/10
México, D. F., a 27 de abril de 2010.
Ante el avance de la “sociedad de la ignorancia”, promovida en buena medida por un sistema educativo sin compromiso social y tendiente cada vez más a la privatización y a la vinculación con las grandes corporaciones, cuya prioridad son los negocios a corto plazo, ahora más que nunca científicos y humanistas deben tener un papel mucho más activo en la creación y promoción de una sociedad del conocimiento.
Así lo manifestó Pablo González Casanova, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ex rector de esa casa de estudios, al participar en el Coloquio: Evolución y Revolución: Cambio biológico y cambio social, organizado por la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y la UNAM.
En su ponencia inaugural titulada Evoluciones y revoluciones en las ciencias hegemónicas y en el pensamiento crítico, el reconocido sociólogo integrante de la AMC destacó que es de fundamental importancia establecer un vínculo entre las ciencias y las humanidades, para poder entender la base de los problemas actuales.
Ante alumnos y académicos reunidos en el Auditorio Carlos Graef de la Facultad de Ciencias de la UNAM, González Casanova dijo que una de las alternativas para dar solución a los grandes problemas sociales es la incorporación de las grandes revoluciones científicas, basadas en la ruptura de los paradigmas existentes o ideas predominantes.
Ejemplo de ello, profundizó, fue la incorporación de la cibernética y la teoría de los sistemas complejos al estudio de los problemas de los sistemas físicos, biológicos y sociales.
Expresó que en la sociedad actual podemos encontrar elementos que contribuyen de manera significativa a su continuo deterioro, como el uso excesivo de recursos naturales. En términos metafóricos, aseveró, la sociedad moderna puede verse como un ente biológico cuyo sistema inmunológico provoca la autodestrucción del sistema.
Durante los tres días que duró el Coloquio: Evolución y Revolución: Cambio biológico y cambio social, filósofos, biólogos y filósofos de la ciencia intercambiaron ideas en torno a la relación entre las ideas de Darwin y de Marx, como dos explicaciones hegemónicas sobre los cambios biológicos y los cambios sociales.
En su participación, Rosaura Ruiz Gutiérrez, presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias, presentó su ponencia La revolución darwiniana: hacia una ética evolucionista, en la que subrayó la necesidad de construir una ética que tome en cuenta que el ser humano es el resultado de un proceso de evolución biológica y cultural.
Las éticas con las que contamos actualmente, apuntó, fueron construidas alrededor del pensamiento judeocristiano, que sostiene que los seres humanos fueron creados por una instancia divina, cuando la ciencia ha demostrado ampliamente que el ser humano es producto directo de la evolución biológica.
Al dar a conocer el proyecto de una ética evolucionista en el que participan Liliana Valladares Riveroll, doctora en Filosofía por la UNAM, y Ricardo Noguera Solano, académico de la Facultad de Ciencias, dijo que ignorar que hay una genética y otras características que compartimos los humanos con el reino animal, sería un error.
La discusión sobre una ética laica, agregó Ruiz Gutiérrez, es de particular relevancia en estos tiempos, donde la sociedad discute sobre los abusos de miembros de la iglesia católica a niños, el matrimonio entre parejas homosexuales y su derecho a adoptar y el de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.
En su participación, el investigador Jonathan Hodge, de la Universidad de Leeds en Reino Unido, dio lectura al trabajo Contextos capitalistas para la teoría darwiniana: tierra, finanzas, industria e imperio.
El especialista puso sobre la mesa la reflexión acerca del darwinismo y el papel “revolucionario” que se le ha otorgado en el pensamiento moderno. De acuerdo con Hodge, en los últimos años en el campo de la reflexión histórica, se han dado cambios importantes sobre la idea de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo, todos ellos tendientes hacia una concepción mucho más amplia sobre su contexto, influencias y alcances.
Entre otras ideas, planteó que fue el capitalismo agrario el que tuvo mayor influencia en el pensamiento de Darwin y no el capitalismo malthusiano o industrial, como siempre se ha considerado.
En su oportunidad, Julio Muñoz Rubio, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, y Edgar Tafoya, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, ambos de la UNAM, coincidieron en la importancia de la dialéctica y del materialismo histórico como partes fundamentales en las reflexiones sobre el cambio biológico y el cambio social.
Por otro lado, Gregory Radick, investigador de la Universidad de Leeds en Reino Unido, hizo una crítica en contra de la interpretación tradicional de que la teoría de Darwin legitima relaciones de poder inequitativas dentro del capitalismo
Tras tres días de dialogo y discusiones en torno a los conceptos de evolución y revolución, el coloquio demostró la necesidad de una reflexión multidisciplinaria como vía para comprender, desde diversas disciplinas, temas comunes y aparentemente distantes, pero que en realidad son más cercanos de lo que tradicionalmente se considera.
De igual manera, se puso de manifiesto la necesidad de comprender que nuestra especie es resultado de los cambios biológicos, así como la exigencia de que una especie con capacidades creativas, como el ser humano, sea un agente activo y responsable de las transformaciones que mejoren sus condiciones de vida, pero sin destruir la vida de nuestro planeta.
En el coloquio también participaron Rafael Guevara Fefer, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; Juan Manuel Rodríguez Caso, de la Universidad de Leeds; David Suárez Pascal, Ana Rosa Pérez Ransanz y Carlos López Beltrán, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM; José Luis Vera, del Instituto Nacional de Antropología e Historia; Jorge Martínez Contreras, de la Universidad Autónoma Metropolitana; así como Francisco Vergara Silva, del Instituto de Biología y Martha Susana Esparza, de la Facultad de Ciencias, ambos de la UNAM.
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