Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/070/18
Ciudad de México, 19 de marzo de 2018
La migración rural-urbana de indígenas requiere ser analizada desde varios enfoques y también ser entendida dentro del marco de las grandes desigualdades que atraviesan nuestra sociedad. Ejemplo de esta disparidad es el contraste entre los lugares de origen y de destino de las jóvenes indígenas que se emplean como trabajadoras del hogar en las zonas residenciales del área metropolitana de Monterrey, Nuevo León, como San Pedro Garza García.
Séverine Durin, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) Unidad Noreste e integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, se ha dedicado a estudiar la migración indígena a las ciudades, y dentro de esta línea de investigación a las trabajadoras del hogar indígenas, especialmente aquellas que laboran de planta (que residen en la vivienda de sus empleadores) en el área metropolitana de Monterrey.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) el 73% de las personas que contratan a estas trabajadoras son de nivel socioeconómico alto y el 19% de nivel medio alto, mientras que las trabajadoras del hogar son en su mayoría jóvenes procedentes de zonas rurales y marginadas, como la Huasteca y Oaxaca.
En lo que se refiere al área metropolitana de la capital neoleonesa, el 93% de las trabajadoras del hogar de planta nacieron fuera del estado, mayormente en San Luis Potosí, Veracruz e Hidalgo, entidades que conforman la Huasteca, principal región indígena expulsora de migrantes hacia Nuevo León, señaló Durin, doctora en antropología por la Université de Paris 3- Sorbonne Nouvelle.
La especialista en temas de migración, género y etnicidad documentó a manera de estudio de caso, diferentes aspectos sobre el trabajo del hogar de planta en Monterrey, para lo cual recurrió a distintas técnicas metodológicas, entre ellas, entrevistas semiestructuradas con trabajadoras del hogar y con algunos varones (que realizan labores de limpieza, cocina, mantenimiento, conducción de vehículos, jardinería, etcétera.), así como con empleadoras. Asimismo, registró en un diario de campo anécdotas relativas a sus interacciones cotidianas con familias empleadoras que le parecían relevantes para su proyecto de investigación.
Además, la investigadora visitó comunidades de origen de algunas de las trabajadoras del hogar y consultó diferentes bases de datos del Inegi, entre estos, los microdatos del XIII Censo de población y vivienda 2010, y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo.
También revisó la Ley Federal del Trabajo, en la cual los derechos y obligaciones de los trabajadores del hogar y de sus empleadores se exponen en un apartado en el que los primeros son considerados dentro de la categoría “trabajadores especiales”.
En dicho apartado, indicó la investigadora, no se establece la obligación del empleador para registrar al trabajador del hogar en el Instituto Mexicano del Seguro Social; en cambio, se sugiere solo proporcionarle asistencia médica en caso de enfermedad, mientras no sea crónica y el trabajador se recupere. “Esto, desde el marco institucional nos habla de discriminación en términos laborales, porque ninguna trabajadora del hogar tiene un contrato de trabajo, no hay garantía de asistencia médica, ni derecho a guardería en caso de tener hijos. Tampoco se define la jornada laboral, la cual puede ascender hasta a12 horas diarias”.
Séverine Durin, como parte de este trabajo —del cual se publicará próximamente el libro “Yo trabajo en casa. Trabajo del hogar de planta, género y etnicidad en Monterrey”, editado por el Ciesas— también enfocó su atención más allá de lo laboral y analizó qué hacen las trabajadoras del hogar de planta durante su tiempo libre. Destacó la convivencia con sus amistades, la posibilidad de salir a bailar, de estudiar, de tener un noviazgo, como aspectos significativos de sus experiencias urbanas.
La especialista comentó que dedicó tiempo al tema de la maternidad porque un tercio de las mujeres que realizan trabajo del hogar de planta son madres y experimentan una maternidad compleja, ya que no pueden tener la cercanía de sus hijos. Generalmente, las empleadoras no permiten que tengan a sus bebés en la misma casa, por lo que los hijos de estas trabajadoras quedan al cuidado de alguno de los familiares en sus pueblos de origen.
Y para mostrar la forma desigual en que las trabajadoras del hogar y las empleadoras experimentan la maternidad, Durin también realizó etnografía del sector empleador. “Entre las madres de sector alto y medio alto, es común que con la llegada de un bebé estas contraten mujeres para cuidar de los niños y de la casa, y así logren organizar su vida social de una manera satisfactoria, al descargar la realización de tareas de limpieza y cuidados”.
Como parte de las conclusiones, la especialista sostuvo que contratar trabajadoras del hogar de planta es característico de un estilo de vida privilegiado, que contribuye a la reproducción de múltiples desigualdades, por ejemplo, al eximir a los varones de la realización de tareas de limpieza y cuidados, y al colocar a las y los indígenas en desventajosas posiciones sociales, como trabajadores sin derechos laborales.
Noemí Rodríguez González.
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