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El Centro de Instrumentación y Registro Sísmico necesita fortalecerse y ampliarse

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/203/17
Ciudad de México, 27 de septiembre de 2017

  • El sistema de alerta ha funcionado bien, pero el movimiento telúrico del 19S ocurrió a muy poca profundidad, por eso no hubo un mínimo de advertencia, señala el director del Centro, Juan Manuel Espinosa.
Distribución de las estaciones de la RACM.
Distribución de las estaciones de la RACM.
Imagen: tomada de http://www.cires.org.mx.
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El sismo de magnitud 7.1 del 19 de septiembre con epicentro en el sureste de Axochiapan, Morelos, a 120 kilómetros de la Ciudad de México, dejó a su paso pérdidas humanas y materiales, pero también nuevos datos que servirán para revisar la pertinencia de elaborar un reglamento de construcción de la Ciudad de México como el de 1985. El fenómeno geológico “generó los registros de aceleración más importantes que habíamos podido medir hasta ahora”, sostuvo Juan Manuel Espinosa Aranda, director del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (CIRES).

“La naturaleza hace su trabajo y nos exhibe como muy ignorantes o muy corruptos, porque ya tenemos ciertos conocimientos y no podemos dejar de usarlos por ahorrarnos varilla o cemento”, aseveró el ingeniero mecánico electricista.

Espinosa Aranda señaló en entrevista para la Academia Mexicana de Ciencias que hasta este 19S, luego de 32 años de ocurrido el sismo de magnitud 8.1 de 1985, se tiene información valiosa para revisar las normas de construcción, en su caso modificarlas o si se considera que deben quedar como están pese a los daños registrados, ya que las pérdidas materiales pueden estar vinculadas a la calidad de la construcción.

La tragedia que vive la Ciudad de México, indicó el ingeniero, obedece a un sismo extraordinario, “no habíamos tenido información de este tipo de frecuencias altas que evidenciaron defectos de construcción que se pudieron haber normado oportunamente”.

Antecedentes
El CIRES es una asociación civil no lucrativa fundada en junio de 1986 —originalmente bajo el auspicio de la Fundación Javier Barros Sierra hasta el 2002—, para promover la investigación y desarrollo de tecnología aplicada a la instrumentación sísmica, como medio útil para mitigar posibles desastres sísmicos, como los que sufrió la Ciudad de México en 1985 y los días 7 y 19 de septiembre.

Las autoridades del gobierno de la Ciudad de México han patrocinado también desde 1987 el diseño y desarrollo de la actual Red Acelerográfica de la Ciudad de México (RACM). Este recurso tecnológico a cargo del CIRES ha permitido obtener información para comprender y adecuar eventualmente los factores de diseño sísmico del Reglamento de Construcción de la Ciudad, el cual con los últimos dos sismos tendrá que revisarse para determinar su actualización o adecuación.

RACM
La Red cuenta con 80 acelerógrafos, donados por la Fundación ICA, el Conacyt y el gobierno de la Ciudad de México. De estos acelerógrafos 72 son de superficie y 8 de pozo (a 60, 40 y 12 metros de profundidad para registrar el efecto sísmico en estratos duros que subyacen a la superficie del Valle de México). El sitio de instalación se encuentra en el Valle de México, seleccionado en 1987, según el criterio de expertos en mecánica de suelos e ingeniería sísmica. Y luego de los hechos más recientes podría ampliarse la instrumentación o reubicarse algún aparato.

Espinosa Aranda explicó que las mediciones que hacen son para estudiar cómo se comportan las diferentes capas de la Tierra, como si fuera un edificio, donde lo más alto es la superficie. “Un sismo llega por los estratos duros que al moverse generan en los terrenos suaves o muy cargados de agua una especie de oleaje en la superficie donde están los edificios. Dependiendo del espesor de los estratos, se pueden esperar reacciones de diferentes frecuencias, muy lentas donde el espesor es más profundo y muy rápidas donde el suelo es suave o cargado de agua o de poca profundidad”.

De acuerdo con estas características, desde 1985 se pidió que se colocaran medidores de pozo que pudieran captar el efecto del sismo en capas duras bajo algunos terrenos del Valle de México como: la Central de Abastos, Xola y avenida Universidad, San Ángel, Sierra Poniente del Valle de México, y algunos otros lugares.

Es importante se considere la conveniencia de que cada ciudad con antecedentes de sismos cuente con una Red para que pueda adecuar su propio reglamento de construcción con las características propias y no se copie el de la Ciudad de México, ya que cada sitio responde a condiciones particulares en su calidad de suelo. Además, cada construcción debería tener un estudio geológico del subsuelo y su calidad de dureza con el objeto de saber qué peso tolera y establecer los requerimientos para edificar una casa pequeña o un edificio.

Es así que estados como Oaxaca, Chiapas y Guerrero deben contar con instrumentación propia. También la ciudad de Guadalajara, Jalisco, que tiene antecedente de un sismo que data de 1930 de magnitud 8.3, que sucedió muy cerca de la capital jalisciense, donde hay peligro de experimentar otro movimiento y no se sabe cuándo será, “por estas razones se debe colocar instrumentación como en la Ciudad de México para medir y corregir el reglamento de construcción con el fin de eliminar incertidumbres, al contar con datos duros de medición se pueden hacer mejoras y salvar vidas”.

La única Red que existe de manera permanente es la del CIRES, aunque se han hecho estudios en algunos estados con instrumentación itinerante; es decir, se tiene un poco de conocimiento, pero no se compara con la base de datos que hay en la capital del país, donde se han medido de 1986 hasta septiembre de 2017, 245 sismos (cifra de sismos medidos que se han sentido en la Ciudad de México), informó el especialista.

Para advertir el efecto que causan los sismos grandes que ocurren eventualmente en la costa de Guerrero, con el auspicio del gobierno de la Ciudad de México, en diciembre de 1989 el CIRES desarrolló el Sistema de Alerta Sísmica (SAS) de la Ciudad de México, en operación desde 1991 y como servicio público a partir de 1993.

Además, en Oaxaca, después de los sismos de 1999 que afectaron a esa entidad, el CIRES desarrolló en el año 2000 el Sistema de Alerta Sísmica de Oaxaca (SASO) en operación desde 2003, con el patrocinio del gobierno estatal.

Gracias a la iniciativa de las autoridades de Oaxaca, y de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y la participación de la Secretaría de Gobernación, se han integrado los sistemas SAS y SASO para constituir, en su primera etapa, el llamado Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX).

Adicionalmente se inició el proyecto de ampliación de la cobertura del peligro sísmico abarcando las costas de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, y el estado de Puebla para hacer más eficaz los avisos de Alerta Sísmica en la Ciudad de México ante la eventual ocurrencia de sismos que pudieran generar daño.

Por otro lado, Juan Manuel Espinosa informó que se ha propuesto al gobierno federal difundir los avisos del SASMEX a otras ciudades vulnerables y también ampliar la cobertura del peligro sísmico en Tabasco, Veracruz, Oaxaca y Chiapas.

El director del CIRES reconoció, sin embargo, que aún no está completo el esfuerzo del SASMEX porque tras cinco administraciones en la Ciudad de México, 1985 a la fecha, el apoyo no ha sido regular, las primeras gestiones contribuyeron de manera más determinada por la memoria del terremoto y se logró avanzar, pero después hubo altibajos y es así que no está concluido, por eso “necesitamos que la actual administración federal dé más y decidido apoyo. Nuestro sistema se ha desarrollado, vemos que funciona y de todas formas no es suficiente. Para el sismo del pasado 19 de septiembre no hubo anticipación mínima, no porque no funcionara el sistema de alerta, sino porque fue un terremoto que no fue profundo, ocurrió casi debajo de los pies”.

La alerta
El SASMEX se activa cuando más de uno de los sensores, de los 100 instalados en las regiones de mayor sismicidad en el Océano Pacífico y al sur del Eje Neovolcánico Transversal, pronostica que el movimiento afectará las ciudades que cuentan con la difusión del aviso de la alerta. La activación se realiza de manera automática con software y programas de comunicación con base científica y reconocida que ha desarrollado el CIRES. El aviso llega a la Ciudad de México a través de las radiodifusoras y televisoras del Valle de México, que apoyan su difusión de manera gratuita.

Adicionalmente, se difunde el sonido de alerta a través de los siete mil altoparlantes instalados en la Ciudad de México, que están a cargo del C5 (Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México). Por otro lado, la capital del país en 2010 adquirió 50 mil receptores de radio con capacidad para reconocer hasta 80 avisos de alerta de diversas amenazas (NWR-SAME) conocidos como SARMEX, que se han distribuido principalmente en las escuelas públicas de nivel básico (preescolar, primaria y secundaria) y dependencias de gobierno.

El gobierno federal adquirió 38 mil receptores SARMEX en 2012 que se han distribuido en las ciudades que cuentan con la alerta sísmica: Chilpancingo, Acapulco, Puebla, Oaxaca, Toluca y Ciudad de México con la posibilidad de llegar a poco más de 23 millones de personas. Cada ciudad define su “nivel” de activación de la alerta de acuerdo con tres factores: la estimación de magnitud, la distancia epicentral y el conocimiento sobre los efectos que los sismos han causado.

Elizabeth Ruiz Jaimes.

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