Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/212/11
México, D.F., 21 de octubre de 2011

• Que se conozca su trascendente labor en docencia e investigación, Dr. Enrique Suárez Iñiguez

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Foto: AMC

La universidad pública en México tiene una relevancia que la sociedad debe saber para que se conozca su trascendente labor en docencia, investigación y extensión de la cultura afirma Enrique Suárez Iñiguez.

El doctor en ciencia política y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias propone difundir la tarea que realiza la universidad pública, pues sólo conociéndola se puede saber que está justificado el apoyo que se le brinda y para contrarrestar las campañas de desprestigio y los ataques que, de tiempo en tiempo, surgen en contra de ella.

En su artículo titulado “La importancia de difundir el papel de las universidades públicas”, dado a conocer en el ejemplar octubre-diciembre de la revista Ciencia de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), el también investigador nacional nivel III aclaró que esta difusión debe hacerse con la seriedad de una institución educativa.

Asegura que recientemente la imagen de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha mejorado significativamente por haber sido considerada entre las 100 mejores universidades del mundo, sin embargo –dijo-, es necesario difundir mejor la labor de todas las universidades públicas si es que se quiere volver a tener el reconocimiento y el respeto sociales.

Sostiene que en los países avanzados existe un gran reconocimiento a la labor que realizan sus universidades y sus académicos. La sociedad -afirma-, considera con respeto a sus profesores universitarios y se entiende la importancia de su labor. Así sucedía en México cuando ser profesor universitario significaba ser un catedrático, y el sólo término implicaba distinción y reconocimiento social, afirmó.

Recuerda que fue a partir de los años setenta, cuando la matricula universitaria creció desmesuradamente, las universidades tuvieron que improvisar personal docente y en la UNAM surgió un personal académico que, en parte provenía de los estudiantes durante el movimiento estudiantil del 68.

Unos asegura, se formaron académicamente de manera seria: habían salido a realizar posgrados en Europa o Estados Unidos o continuado aquí su formación. Otros eran estudiantes radicalizados que llevaron esas posturas a las aulas, estableciendo nuevas formas de relación profesor-alumno, un nuevo comportamiento y una nueva forma de vestimenta informal que los hizo atractivos a los estudiantes que simpatizaban con posiciones radicales.

Muchos de ellos no tenían preparación suficiente y confundieron el aula con el ágora; la libertad de cátedra con la propaganda ideológica, señala.

Añade que por esos mismos años, la UNAM vivió una serie de huelgas, paros y movimientos sindicales que la afectaron profundamente y algunos aprovecharon estos elementos para desprestigiarla. En otras universidades públicas también hubo movimientos y como consecuencia de todo esto, el prestigio de las universidades y de sus académicos se deterioró de manera importante.

Reconoce que en los últimos años esta situación ha cambiado pues hoy la sociedad conoce mejor la labor de las universidades públicas, los medios de comunicación son más abiertos y ha habido menos desordenes en el Campus.

Destaca que aparecen páginas de difusión en algunos periódicos, sin embargo, se deben buscar mejores medios para difundir lo que se hace.

Llamó a los académicos a difundir lo que las universidades públicas llevan a cabo, para que se conozca la extraordinaria contribución que realizan para resolver problemas fundamentales a nivel local, regional y nacional.

Señala que un punto decisivo será el que se diseñe por parte de las autoridades de las universidades públicas, una política de difusión amplia y bien elaborada, poniendo énfasis en la vinculación de esas universidades con la sociedad.