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Con nuevos enfoques se busca entender la historia y la evolución de la Tierra

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/004/19
Ciudad de México, 8 de enero de 2019

  • Para profundizar en el estudio de las crisis ambientales que forman parte de la historia de la Tierra, tenemos que considerar a nuestro planeta como un sistema complejo que tiene cambios que resultan de la influencia de su entorno y de su evolución interna.
  • El calentamiento global actual es rápido y se parece al que provocó el impacto del Chicxulub, que liberó gran emisión de CO2 a la atmósfera en poco tiempo.
La Tierra tiene una edad de 4567 millones de años y en la mayor parte de este tiempo no existió vida compleja, los organismos multicelulares se originaron al final del Precámbrico. En el período de 2500 a 3000 mil millones de años no pasó nada relevante en términos de la biosfera (capa en la que se desarrolla la vida), pero sí en la geosfera o parte interna de la Tierra y en sus relaciones con el espacio planetario e interplanetario.
La Tierra tiene una edad de 4567 millones de años y en la mayor parte de este tiempo no existió vida compleja, los organismos multicelulares se originaron al final del Precámbrico. En el período de 2500 a 3000 mil millones de años no pasó nada relevante en términos de la biosfera (capa en la que se desarrolla la vida), pero sí en la geosfera o parte interna de la Tierra y en sus relaciones con el espacio planetario e interplanetario.
Foto: Shutterstock.
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Una manera de entender el pasado de la Tierra es a través del estudio de las rocas, ya que guardan la memoria de acontecimientos significativos, entre ellos la formación del núcleo y de la corteza terrestre, el origen de los organismos multicelulares, el inicio de la tectónica de placas y de los primeros supercontinentes, así como los eventos de congelamiento o calentamiento global.

Y para reconstruir la historia de la Tierra, de acuerdo con el doctor Dante Jaime Morán Zenteno, del Instituto de Geología de la UNAM, en años recientes los investigadores han optado por nuevos enfoques, como el que considera a nuestro planeta como un sistema, el que toma en cuenta lo que hemos aprendido de otros planetas, el que trata de entender los ciclos de pequeña y gran escala o la evolución de la tectónica de placas, de la corteza, la atmósfera y los océanos.

La Tierra tiene una edad de 4567 millones de años y en la mayor parte de este tiempo no existió vida compleja, los organismos multicelulares se originaron al final del Precámbrico (la primera y más larga etapa de la historia de nuestro planeta). En el período de 2500 a 3000 mil millones de años no pasó nada relevante en términos de la biosfera (capa en la que se desarrolla la vida), pero sí en la geosfera o la parte interna de la Tierra y en sus relaciones con el espacio planetario e interplanetario.

De la etapa Hadeana (que es parte del Precámbrico), la cual comenzó con la formación de nuestro planeta no existe un registro, lo que se sabe es a partir del estudio de las rocas de la Luna. Es así que el enfoque comparado permite identificar las diferencias entre la Tierra, los planetas de nuestro sistema solar y la Luna.

La Tierra, a diferencia de Marte y nuestro satélite natural, no tiene una superficie cubierta de cráteres y cuenta con una particularidad: la tectónica de placas, lo que hace que el planeta cambie constantemente su rostro, explicó Morán Zenteno, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.

“Acerca del inicio de la tectónica de placas es un debate que está en curso, ya que algunos especialistas tienen la hipótesis de que inició hace 4200 millones de años y otros hace 850 millones de años. La versión más aceptada es que al principio no hubo tectónica de placas, después tuvo lugar una tectónica episódica hasta ser continua como en la actualidad”, comentó el doctor en geofísica.

Como parte de la conferencia “Nuevos enfoques en el estudio y en la evolución de la Tierra”, Morán Zenteno señaló que en el presente también se puede encontrar la clave de lo que ocurrió en el pasado y que para ello es necesario entender los procesos que están ocurriendo en la actualidad. Un ejemplo de ello es que en un escenario de enormes supercontinentes las cadenas montañosas son elevadas, el nivel del mar es bajo, al igual que la cantidad de dióxido de carbono (CO2). En cambio, cuando los continentes están dispersos, fraccionados, el nivel del mar es elevado, las concentraciones de CO2 en la atmósfera son altas y se registra un calentamiento global.

“En la actualidad lo que hay es una etapa de supercontinentes porque el nivel del mar es bajo, además estamos en la era del hielo, por lo que las cantidades de CO2 tendrían que ser menores. Sin embargo, el calentamiento global de hoy es rápido y se parece al que provocó el impacto del Chicxulub —que liberó una gran emisión de CO2 a la atmósfera en poco tiempo—, pero nosotros lo aumentamos en un periodo de 200 años”.

El investigador destacó que la Tierra cuenta con procesos que le permiten regular algunos parámetros, como el aumento de CO2, a través de la biosfera y de los suelos. Si aumenta la temperatura también aumenta la meteorización de las rocas (proceso por el cual sufren alteración química o fragmentación física) y con ello el secuestro de CO2. Y aunque los mecanismos del nuestro planeta están funcionando y absorbiendo el dióxido de carbono no lo están haciendo en equivalencia a las emisiones actuales, por lo que para volver a tener un equilibrio estas tienen que ser reducidas.

Durante la participación de Moran Zenteno en el Congreso “El futuro de la ciencia: especulaciones y certezas”, que se llevó acabo en el Instituto de Matemáticas de la UNAM, el investigador concluyó que los nuevos enfoques para el estudio de la Tierra muestran que hay que considerarla como un sistema complejo, con cambios que son el resultado de la influencia de su entorno y de su evolución interna, ya que de esta manera se puede profundizar en el entendimiento de las crisis ambientales que forman parte de su historia, entre otros aspectos.

Noemí Rodríguez González.

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