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COMIENZA EL CRÁTER DE CHICXULUB A REVELAR SUS SECRETOS MÁS PROFUNDOS

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/103/16
Puerto Progreso, Yucatán., 9 de mayo de 2016

  • Un grupo internacional de científicos trabaja día y noche en un sector del Golfo de México para recolectar a través de perforaciones de gran profundidad muestras del cráter provocado por la colisión de un asteroide y que marcó la vida y la historia de nuestro planeta.
Cada núcleo (contenedor cilíndrico) contiene material recuperado de la perforación de la Expedición 364 de IODP que se lleva a cabo en el sector central del cráter de Chicxulub. Los clastos más oscuros corresponden a rocas fundidas por la alta temperatura que se alcanzó durante el impacto de un asteroide en la Tierra hace 65 millones de años, en la península de Yucatán.
Cada núcleo (contenedor cilíndrico) contiene material recuperado de la perforación de la Expedición 364 de IODP que se lleva a cabo en el sector central del cráter de Chicxulub. Los clastos más oscuros corresponden a rocas fundidas por la alta temperatura que se alcanzó durante el impacto de un asteroide en la Tierra hace 65 millones de años, en la península de Yucatán.
Foto: AMC/Walter Galván.
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La Expedición 364 al cráter Chicxulub en la Península de Yucatán se encuentra a la mitad de su desarrollo tras 26 días de trabajo y la recolección hasta ahora de más de 90 cilindros de rocas. Material que se ha ido recuperando en la perforación iniciada el 8 de abril al anillo de picos en el sector central del cráter. El anillo de picos es característico de los cráteres en la Luna y otros cuerpos del Sistema Solar pero no se encuentra en otros cráteres en la Tierra.

Las muestras recolectadas guardan en su interior respuestas a una serie de preguntas sobre los efectos generados por la colisión hace 66 millones de años, evento que transformó la vida del planeta y provocó la desaparición del 75 % de las especies a finales del Cretácico, incluyendo a los dinosaurios.

Para cuando la fase de la Expedición 364 del Programa Internacional de Descubrimiento del Océano (IODP, sus siglas en inglés) concluya el próximo 6 de junio, se habrán recolectado alrededor de ocho toneladas de muestras que se trasladarán a la Universidad de Bremen, Alemania, para continuar con sus análisis y estudios.

El proyecto está integrado por 33 científicos de 11 países. Doce llevan la conducción de las investigaciones en la plataforma Myrtle instalada a 30 kilómetros de Puerto Progreso, Yucatán. El grupo de investigación a bordo, divididos en etapas con seis investigadores trabajando en los laboratorios, han realizado in situ los estudios preliminares a las muestras, y su entusiasmo es difícil de ocultar, pues reconocen que el balance hasta ahora de la expedición es bueno, sus hallazgos han estado acordes con lo proyectado, pero sobre todo, porque el cráter del Chicxulub les ha regalado novedades, descubrimientos que vienen a generar nuevo conocimiento y que serán primicias en las revistas internacionales a mediados del próximo año.

“Probablemente tengamos nuevos resultados que proporcionen más información sobre el cráter del Chicxulub; que estas ideas preliminares que ahora tenemos sobre lo que hemos visto por primera vez se van a tratar en la reunión de Bremen y, con base en los diferentes análisis que se realicen el próximo año, se sabrá si nuestras actuales hipótesis sobre lo que estamos viendo es cierto, pero sin duda, son novedades sobre la evolución del cráter y definitivamente sí hemos encontrado cosas nuevas”, dijo Ligia Pérez Cruz, la oceanógrafa especializada en paleoclimas, micropaleontología y geoquímica, investigadora del Instituto de Geofísica (IG) de la UNAM, quien ha estado de responsable del laboratorio de geoquímica.

Este martes se integrará a la expedición Mario Rebolledo, del Centro de Investigaciones Científicas de Yucatán, para llevar a cabo estudios sobre las propiedades físicas de las rocas. Ambos investigadores integran el grupo mexicano junto con el geofísico Jaime Urrutia, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, en esta expedición internacional.

Tres son los principales objetivos de esta expedición: cómo se formó el anillo de picos, cómo se dio la habitabilidad posterior al impacto y cómo fue la recuperación de la vida particularmente después de los eventos climáticos, extremos y abruptos en un corto tiempo. Sean Gulick, de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, uno de los líderes del proyecto, estimó que prácticamente se han cumplido dos de los tres objetivos, lo que los tiene contentos porque la investigación avanza en lo que se refiere a la recolección de muestras y en los primeros resultados preliminares.

Recolección de muestras, las joyas geológicas

La plataforma Myrtle Clase 245 es una cubierta de 2000 metros cuadrados. Tiene una altura aproximada de 40 metros, de estos la mitad corresponde a los tres pilotes que la sostienen y los cuales están sumergidos a 20 metros. Llegar a cubierta desde el barco solo es posible a través de una canastilla. Es aquí donde los investigadores y el resto del personal viven entre los reducidos espacios que conectan a las distintas zonas de la instalación, así como los camarotes compartidos y trabajan en una serie de laboratorios temporales dotados con el equipo necesario para llevar a cabo sus estudios.

La labor de perforación, la cual presenció un nutrido grupo de medios de comunicación el pasado sábado, ha consistido en recuperar material de uno de los picos del anillo central del cráter. Este pico -como la mayoría de los que tiene el anillo-, no es una elevación uniforme, tiene lados desiguales, un lado puede tener una altura de 450 metros y el otro 400 metros.

El proceso de recolección implica introducir la barrena, colocar tubería que mide 30 centímetros de diámetro, cementar y recolectar rocas. Cada obtención de material los investigadores la llaman núcleo (el contenedor cilíndrico) y se obtiene uno de ellos cada tres metros. La recolección comenzó a los 500 metros de profundidad y para el sábado pasado, 7 de mayo, ya contaban con 92 núcleos tras 740 metros de perforación, y según lo programado es llegar a 1500 metros de profundidad cuando se alcancen las rocas del anillo (la base del pico) después de haber cruzado el sistema paleógeno para llegar al cretácico, hacia lo más antiguo.

“Uno de los aspectos importantes en los estudios paleontológicos es que muchas veces nos basamos en los microfósiles, pero esta vez aunque no se tengan va a ser posible tener señal del ADN, se podrá saber qué tipo de mecanismos fueron los primeros que se recuperaron, así como analizar los lípidos que son moléculas resistentes y que se pueden encontrar en las muestras”, comentó Marco JL Coolen, de la Universidad Curtin, en Australia.

De acuerdo con la organización abordo de los investigadores, después de la recuperación de las muestras, se pasan a un primer laboratorio de curación en donde cada núcleo de tres metros de longitud se secciona en partes, y cada una se identifica con el número de expedición, número de núcleo, profundidad a la que se tomó, día y hora y se le proporciona un código de barras.

Es en esta parte donde se toman las primeras muestras y se llevan al laboratorio que comparten geoquímica y microbiología y genética. Después se les lleva a un tercero para que se realice la descripción visual del núcleo: color, textura, cambio de composición y también, y según las muestras, se hacen análisis en microscopio óptico y microscopio de luz polarizada para conocer, en su caso, alguna mineralogía que dé información sobre los procesos de formación de esas rocas. Posteriormente el núcleo completo pasa al laboratorio de registros con multi-sensores que miden rayos gamma, -isotopos radioactivos de uranio, torio y potasio-, resistividad, susceptibilidad magnética y porosidad. Posteriormente los núcleos se almacenan en un cuarto frío. Toda la información se compila según se vaya produciendo.

La belleza y los secretos de un núcleo

Un núcleo es un amasijo de rocas, técnicamente los investigadores llaman clastos a los fragmentos que extraen de las rocas que van rompiendo con el barrenado y que se miran a través del plástico transparente de los contenedores de apenas 10 centímetros de diámetro y longitudes que van entre 1.50 metros y 60 centímetros. “Lo más importante que vemos –describió Michael Poelchau, responsable del laboratorio de curación– son los clastos oscuros, negros, que son las rocas que se fundieron debido a la alta temperatura que se produjo con el impacto. Esto nos dice qué tan caliente y fuerte fue el proceso del choque del asteroide.

“Esto es como pensar es una explosión nuclear en la que hay dos componentes, presión y calor, y esto se observa con los clastos y granitos que están mezclados. Lo que vemos ahora –señaló un núcleo de la sección 87- es que son clastos muy grandes, de unos 7 centímetros, y si se ven otros núcleos con intervalos de 70-80 metros y se encuentra roca fundida muestra que se dio un proceso dinámico y fuerte. Esto ocurrió hace 65 millones de años y no ha sufrido ninguna modificación”, indicó el investigador de la Universidad Freiburg, en Alemania.

Se buscarán hacer más perforaciones en otros puntos del cráter

De acuerdo con Jaime Urrutia, el líder del proyecto, están planeadas otras perforaciones en el sector marino y en tierra para continuar las investigaciones de otras estructuras del cráter.

“Lo que estamos estudiando ahora en el anillo central del cráter, haciendo perforación en la parte externa del mismo, nos tiene muy contentos el poder ir avanzando en la investigación, porque es muy complicado conseguir los apoyos para hacer estudios y toma años, y cuando se logra un avance de inmediato se piensa en el siguiente paso”, dijo sobre el conocimiento que se está generando alrededor de esta estructura de 200 kilómetros de diámetro y a la que ha dedicado 35 años de estudio.

Fabiola Trelles Ramírez.

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