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Barrio teotihuacano revela composición multiétnica de la ciudad prehispánica

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/244/18
Ciudad de México, 24 de octubre de 2018

  • El barrio de Teopancazco, de 116 entierros encontrados en el sitio, se identificaron individuos provenientes de Veracruz, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y Chiapas.
Mural de Teopancazco. Traje típico de Teopancazco, un antiguo centro de barrio teotihuacano.
Mural de Teopancazco. Traje típico de Teopancazco, un antiguo centro de barrio teotihuacano.
Foto: Mural de Teopancazco, dibujo de Adela Bretón.
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Ubicado en el actual pueblo de San Sebastián Xolalpa en el municipio de Teotihuacán, Estado de México, Teopancazco fue un antiguo centro de barrio teotihuacano descubierto por José María Barrios, el propietario del terreno, en 1884. Con una organización urbana ortogonal, como pocas civilizaciones antiguas, Teotihuacán ha sido el objeto de estudio de la arqueóloga Linda Rosa Manzanilla Naim, quien lideró a un grupo interdisciplinario de trabajo para interpretarla, así como para abordar la vida doméstica, la vida palaciega y los centros de barrio multiétnicos.

Con técnicas de arqueología, paleobotánica, paleozoología, osteología, química, física y genética es como se ha ido reconstruyendo la vida cotidiana de los primeros desarrollos urbanos de Mesoamérica a partir de pequeñas muestras de restos de basura, compuestos hallados en pisos, polen, materias primas, instrumentos, restos óseos y ADN antiguo.

La antigua ciudad de Teotihuacán llegó a estar habitada por 125 mil habitantes, organizados en 22 barrios y posiblemente en cuatro distritos; pocas urbes preindustriales han alcanzado tal cantidad de pobladores. El caso de Teopancazco, área estudiada por Manzanilla Naim desde 1997, ejemplifica su composición multiétnica, ya que además de los pobladores locales, de los 116 entierros encontrados en el sitio, se identificaron individuos provenientes de Veracruz, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y Chiapas.

Por el tipo de entierro y la forma de disponer del cuerpo, propio del ritual del lugar de origen, se identificó que los adultos decapitados fueron dispuestos en vasijas, como se observa en La Mixtequilla, Veracruz, otros fueron típicamente teotihuacanos en cuanto a prácticas funerarias. En otros puntos de la ciudad de Teotihuacán, particularmente en la Calzada Oeste, se observaron otras formas de enterramiento típicas de Monte Albán, Oaxaca, y en algunos más, tumbas de tiro con entierros múltiples, como en el occidente de México.

En Teopancazco, centro de barrio multiétnico del distrito sureste de Teotihuacán, con fuerte vínculo simbólico con el océano, algunos de los trabajadores evidenciaron una dieta marina propia de la costa del Golfo, otros tenían una dieta terrestre desértica y otros más una terrestre no desértica, lo cual se supo gracias a la investigación de tesis de su alumna, Gabriela Mejía, informó la investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México e integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).

“Con isótopos de nitrógeno, analizados en el Instituto de Geología de la UNAM, pudimos averiguar que la mayor parte de los trabajadores foráneos estaban acotados, trabajando en la hechura de artesanía o confección de trajes, que eran alimentados con guisados a base de maíz como tamales, tortillas y atole; los animales domésticos, perros y guajolotes también comían maíz. Los individuos que iban y venían —que no formaban parte de los trabajadores base— tenían una dieta más variada pues tenían acceso a frutos silvestres y animales de caza como liebres y venados”, expuso la especialista.

Por la identificación osteológica convencional, se ha podido estimar sexo, edad y oficio de los individuos, gracias a las marcas de actividad en el esqueleto, estudio que el tesista de la doctora Manzanilla, Luis Adrián Alvarado, llevó a cabo. En las 13 temporadas de campo que hizo la arqueóloga para entender este tipo de conjuntos teotihuacanos, se tomaron muestras que se analizaron en los laboratorios del Institutos de Geología, Instituto de Geofísica e Instituto de Física de la UNAM, así como en el Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad del Cinvestav-Irapuato.

“Hicimos el estudio de las articulaciones de los individuos, sobre todo de los que no fueron decapitados. Se pudo saber quiénes eran los sastres porque pasaban mucho tiempo cosiendo y presentaban un desgaste en los huesos de las manos; los que elaboraban fibras tenían incisivos desgastados y quienes llevaban cargas pesadas con mecapal mostraban abultamiento del occipital”, destacó Manzanilla Naim, la primera mujer mexicana miembro de la National Academy of Sciences de Estados Unidos.

La vida doméstica en Teotihuacán
Teotihuacán era una ciudad excepcional por su carácter multiétnico, su sociedad corporativa y planificación urbana. Uno de los rasgos que la hacían excepcional es que sus viviendas eran multifamiliares: varias familias, a veces de orígenes distintos, convivían en el mismo espacio rodeados de muros perimetrales. Cada familia tenía su propio apartamento.

En cambio, los centros de barrio, que son centros de coordinación de un barrio específico, tenían una gran plaza con su templo, cocinas alineadas para dar de comer a los trabajadores, un espacio administrativo, la guardia del barrio o militar, un espacio para la labor artesanal y una posible clínica a donde las mujeres iban para dar a luz a sus hijos, indicó.

Los atavíos indéxicos servían para reconocer a qué barrio pertenecía cada individuo. Cada barrio tenía su indumentaria, agregó Linda Manzanilla. El de Teopancazco tenía elementos marinos adheridos al traje, que lo hacían único en Teotihuacán pues era alusivo al océano. Para el sector militar había tocados y demás vestimentas que son representaciones de cómo era la guardia del barrio.

Asimismo, las deidades comunes para los 22 barrios eran los dioses del fuego y de la lluvia, y cada barrio, dependiendo del lugar de origen, agregaba alguna deidad para recrear su identidad. Entre los restos hallados, se encuentra gran variedad de vasijas de laca color naranja importadas de Veracruz, particularmente de la Mixtequilla, así como otros bienes procedentes de Guerrero con elementos de vajilla granular.

“Por medio de su sistema de caravanas, este barrio llevó a Teotihuacán las mantas de algodón de Veracruz para la élite; mientras la gente común utilizaba vestimenta de agave e ixtle. La variedad de arqueofauna hallada en Teopancazco es enorme, sobre todo la marina: hay 14 variedades de peces provenientes de las lagunas costeras de Veracruz, además de cocodrilo, cangrejos y tortugas, según vemos en la tesis doctoral de mi tesista Bernardo Rodríguez. El sector especializado en la sastrería, en donde se hacían los atavíos de los nobles de rango medio, portaban moluscos marinos engarzados a sus trajes”.

Adicionalmente, “se hallaron piezas pequeñas, tipo fichas o tejos, que servían para intercambiar alimentos por trabajo”, señaló la investigadora durante la conferencia “Consorcios interdisciplinarios y el futuro de la arqueología”, que impartió en el Instituto de Matemáticas de la UNAM en un congreso organizado para festejar los 60 años de vida del doctor José Antonio de la Peña, expresidente de la AMC.

Auge y caída de Teotihuacán
Se tienen registros de que desde el año 400 antes de Cristo (a.C.) Teotihuacán ya estaba ocupada por aldeanos dedicados a la agricultura, la pesca y la caza. Sus viviendas eran muy modestas, de 5 x 5 metros. Cuando ocurrió la gran erupción del volcán Popocatépetl del primer siglo después de Cristo (d.C.), pobladores de Puebla-Tlaxcala migraron a Teotihuacán, un lugar rico en manantiales de agua dulce, materiales para la construcción y obsidiana.

Linda Manzanilla comentó que la erupción del volcán Xitle también pudo provocar un cambio demográfico en la cuenca de México, pero esta erupción quizás ocurrió un poco después de la del Popocatépetl.

“Hacia el año 200 d.C. un grupo de nobles establecieron que había que darle orden a la diversidad de la ciudad y anclar la mano de obra extranjera en conjuntos habitacionales. Su presencia era necesaria para construir, hacer artesanías y traer bienes foráneos”.

Para el año 550 d.C. las élites intermedias de los barrios posiblemente hicieron una revuelta interna contra las élites gobernantes e incendiaron los edificios de la Calzada de los Muertos y rompieron las esculturas de culto en pedazos.

La experta en la cultura teotihuacana, también integrante de El Colegio Nacional, dijo que la sublevación tal vez se debió a que la élite gobernante pretendió dominar la autonomía de la élite de los barrios cuando ya era demasiado tarde, pues eran empresarios que organizaban sus caravanas para llevar mercancías, se enriquecían, importaban bienes suntuarios y desplegaban bienes foráneos hacia otros barrios. Cuando la élite gobernante intentó controlar la situación, las élites de los barrios incendiaron Teotihuacán. Este hecho pudo haber coincidido con un periodo de vulnerabilidad urbana y escasez de recursos.

Luz Olivia Badillo.

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