Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/164/15
México, D.F., 10 de julio de 2015
El alto nivel de consumo de prendas de mezclilla a nivel mundial, pero sobre todo en Estados Unidos -principal mercado de las maquilas mexicanas- ha incentivado la proliferación de talleres domiciliarios en lugares como Tepetitla de Lardizábal, municipio al suroeste del estado de Tlaxcala. Esta actividad se ha convertido en una fuente de ingreso con un costo ambiental alto, pues entre las lavanderías de mezclilla que requieren de gran variedad de químicos, los restos de tintes y demás desechos se vierten sin ningún tratamiento al drenaje y estos a su vez al río Atoyac.
Este caso representa una parte de los procesos que obligan a algunos antropólogos a repensar el papel de los objetos, como la mezclilla, que lejos de ser neutrales o apolíticos, constituyen una seria influencia en las dinámicas rurales más recientes.
“La mezclilla, en este sentido, encarna los procesos de degradación socioambiental de pequeñas localidades y las formas locales en las que se configura el sistema capitalista”, explicó la antropóloga Paola Velasco Santos, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La joven investigadora y su equipo de trabajo intentan analizar las relaciones local-globales del entramado social, cultural, político, económico y ambiental que implica la producción fragmentada de prendas de mezclilla en dicho municipio, con la finalidad de caracterizar el papel que desempeñan estas mercancías en las dinámicas socioambientales, el deterioro ambiental y la precariedad sociocultural de sus habitantes. También se busca discutir la relación naturaleza-cultura y destacar el análisis antropológico para entender cómo afecta la articulación entre contaminación y precariedad social a diversas localidades y poblaciones del país.
Debido a que “los problemas ambientales derivan de la conjugación de intereses económicos, y de las diferencias en la distribución de poder -el cual modifica los campos de acción de los sujetos, las relaciones sociales, las características culturales y las costumbres de la población-, se trata de problemáticas sociales que sólo pueden analizarse de manera articulada”, explicó y añadió que siendo estos problemas complejos requieren generar conocimientos a partir de una metodología propiamente antropológica, que pueda enriquecerse y a la vez alimentar un diálogo transdisciplinario.
Para ello, la investigación de Velasco Santos toma en cuenta la recopilación y el análisis de material etnográfico –reunido en tres temporadas de campo-, material bibliográfico, estadístico y de archivo, para documentar de primera mano las transformaciones socioambientales del municipio. “El trabajo etnográfico se centrará en la observación participante y en la elaboración de entrevistas cortas y a profundidad con individuos involucrados en alguna de las etapas de la producción fragmentada de mezclilla, así como a agricultores que utilicen las aguas del río para regar. De igual forma se entrevistará a las autoridades políticas, religiosas o educativas, y a empresarios locales. Para completar el material se discutirá la problemática con ambientalistas, ecólogos y profesionales de la salud”, indicó la doctora Paola Santos.
Aunque este trabajo se encuentra en una primera etapa, la investigadora ha observado que este proceso de transformación ocurrió hace 40 años, cuando la actividad agrícola entró en crisis por lo que muchas personas buscaron una actividad alterna para solventarse económicamente.
“Comúnmente se piensa que en las regiones rurales no hay transformaciones, por el contrario, son zonas en constante cambio, Tepetitla de Lardizábal es un ejemplo, y la vocación de este y otros municipios dejó de ser únicamente agrícola”.
Constituida entonces como una comunidad en la que se llevan a cabo todas las partes del proceso de elaboración de los pantalones de mezclilla, su participación en la contaminación del río es evidente, pero existen otras grandes industrias que contaminan aún más.
Velasco Santos recalcó la importancia de entender que los problemas ambientales no son únicamente ambientales, sino que detrás de ellos se da un proceso social y político -que tiene que ver con todas las relaciones de poder-, desde el gobierno que decide cuánto se puede contaminar hasta los actores menores.
“Mi intención no es buscar culpables sino crear una anatomía de todas las redes que están involucradas alrededor de la fabricación de un pantalón de mezclilla, algo mucho más complejo. El trabajo de campo nos demuestra que la población no es ajena a los efectos de la contaminación, pero están atrapados entre dejar de producir o resolver su economía”, dijo la investigadora.
También se dio cuenta que este fenómeno no es resultado de la influencia neoliberal -como el detonador de estos procesos- sino que se desarrolló antes de que se diera esta apertura mercantil, incluso la aceleración de las privatizaciones, los recursos y la entrada a nuevos capitales afectó de manera significativa la producción que se venía dando hasta antes de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari.
Este trabajo antropológico recuerda que las investigaciones sociales ayudan a entender los problemas para después generar una solución.
“La antropología, como ciencia, ha perdido un poco su papel dentro de las soluciones a los problemas del país y esto tiene que ver también con el proceso neoliberal que ha dado mucho más énfasis a las soluciones tecnológicas y ha renegado un poco el conocimiento social. Se cree que los problemas de una sociedad requieren soluciones técnicas, pero en realidad se necesita entender el problema a profundidad porque si no serán únicamente soluciones superficiales o paliativas y eso es lo que nos ha pasado”, resaltó.
“Aguas azul mezclilla. Deterioro socioambiental y precariedad en el suroeste de Tlaxcala”, nombre de la investigación que realiza Paola Velasco, recibió una de las Becas para Mujeres en las Humanidades y las Ciencias Sociales 2015, que conceden la Academia Mexicana de Ciencias, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y el Consejo Consultivo de Ciencias.
Mariana Dolores.
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