Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/078/13
México, D.F., 27 de febrero de 2013
En el siglo XVIII la frenología postulaba que se podían determinar la personalidad, el carácter y las tendencias criminales de un individuo basándose en los rasgos físicos, como las dimensiones y forma del cráneo y las facciones. Pero si bien con el paso del tiempo estas nociones se creían superadas, un trabajo de Michael P. Haselhuhn y Elaine Wong publicado en los Proceedings of the Royal Society en 2011, sugiere que algunas de estas concepciones de alguna manera siguen vivas.
En su trabajo los autores sostienen que las personas con caras anchas en relación a la altura del rostro, tienden a presentar comportamientos más agresivos, y proponen también que ese rasgo facial le dio al sexo masculino una ventaja reproductiva, pero realmente ¿es un fenotipo moldeado por una fuerza evolutiva?
Los psicólogos Michael P. Haselhuhn de la Universidad de Pensylvania y Elaine Wong de la Universidad de Milwakee basaron su investigación en estudiantes y jugadores de hockey, a los que se les aplicó un cuestionario para saber que tan frecuentemente hacían trampa, y después se les midió la relación entre la altura y la anchura de la cara a partir del índice facial conocido como fWHR; concluyeron que los hombres con caras anchas tienden a tener comportamientos poco éticos.
“Identificamos el sostén psicológico de la relación entre el métrico facial y la acción poco ética: la experiencia psicológica del poder. Los hombres con mayor fWHR facial se sintieron más poderosos, y este sentido de poder afectó su comportamiento ético”.
Desmintiendo las hipótesis
Pero estas variables, según Jorge Valdés, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), son correlaciones espurias, que en estadística significa una situación en donde dos o más variables se cree que tienen relación, pero en realidad no es así, solo son relaciones casuales.
El propósito de la investigación coordinada por Rolando Gonzáles-José del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en Argentina y Jorge Gómez Valdés del Laboratorio de Antropología Física de la Facultad de Medicina de la UNAM, es confrontar esa hipótesis bajo un fundamento evolutivo; para ello se valieron de cinco mil cráneos reunidos de gente “peligrosa” como cazadores de cabezas del Amazonas, reos de la penitenciaria de Lecumberri —organizados según el crimen que cometieron— y fueron comparados con los de gente que no cometió delitos; estos cráneos son muestras clasificadas de 94 poblaciones de todo el mundo, utilizadas para corroborar si hay relación entre la morfología de los huesos y la conducta cultural violenta.
En un artículo publicado en 2013 por los científicos latinoamericanos en la revista PLoS ONE. los análisis se hicieron con tres tipos distintos de bases de datos; medidas obtenidas directamente de la cara, otras a través de fotografías en las que se fueron midiendo las distancias, recreándolas bidimensional y tridimensionalmente.
La anchura de la cara se obtiene mediante el registro de la distancia entre dos puntos en el cabeza conocidos como zígio izquierdo y derecho. Estos se encuentran en los bordes laterales, cerca de los oídos. La altura de la cara está dada por la distancia entre el nasion y prostion. El nasion está en el centro de la cara entre las cejas, justo por encima de la nariz. El prostion se encuentra justo por encima del labio superior.
Después de un año de trabajo, se desmintió que hubiera una correlación entre el índice facial y la conducta agresiva, “lo que sugiere nuestro estudio es que el contexto social y cultural es mucho más determinante para explicar un comportamiento que lo genético”, dijo González-José.
Este trabajo también desmiente la segunda hipótesis de los investigadores estadounidenses, sobre la ventaja reproductiva que tienen los hombres con rasgos agresivos o dominantes, porque cuando la selección sexual opera las características físicas deben ser altamente dimórficas, es decir, las diferencias físicas entre hombres y mujeres tienen que ser muy significativas, como la cola de los pavorreales macho son muy grandes mientras que la de las hembras son todo lo contrario. Los resultados obtenidos por el grupo de investigadores internacionales muestran que el índice facial, es una de las medidas cefálicas con menores diferencias entre hombres y mujeres.
También se pudo corroborar que no existe evidencia que permita verificar que los hombres de caras más anchas se han reproducido de manera más exitosa, pues no existe correlación entre el fitness —una medida para ver el éxito de reproducción de cada individuo— y el índice facial.
Finalmente las consecuencias de “aplicar esos falsos indicadores faciales podría llevar a una suerte de estigma negativo en cuestiones que van desde una entrevista laboral o el ingreso a la universidad hasta un juicio por un tribunal”, finalizó Claiton Bau, del departamento de genética de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Brasil.
Mariana Dolores
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