Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/081/10
México, D.F., 31 de agosto de 2010
La Jornada
Investigación y Desarrollo
Héctor de la Peña
Si bien el sistema científico-tecnológico del país no es el más óptimo de acuerdo con el nivel de ingerencia que se pretende alcanzar en la competitividad y productividad económica, buena parte de los principales autores en la materia coinciden en que se cuenta con al menos los suficientes elementos (recursos humanos, infraestructura y marco legal) para obtener mejores resultados a los conseguidos hasta ahora. La respuesta al porqué de esa situación parece enfocarse a un·escenario detectado en diversos estudios internacionales y que encuentra eco en personajes nacionales: la falta de gobernanza.
Para entender ese contexto, los titulares del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), de la Asociación Mexicana de Directivos de Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico (ADIAT) ) y la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), los doctores Juan Pedro Laclette, Sergio Ulloa Lugo y Arturo Menchaca Rocha, respectivamente, analizaron el funcionamiento y la articulación del sistema científico-tecnológico nacional. Además, se citan evaluaciones internacionales realizadas por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), la ADIAT y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
¿Qué debe entenderse por gobernanza?
Para el doctor Laclette, titular del Foro Consultivo, el concepto de gobernanza se refiere a la articulación de los distintos actores y niveles que intervienen en el sistema de ciencia, tecnología e innovación, de modo que debe entenderse como tal, una coordinación más eficaz y dinámica, sobre todo entre los tomadores de decisión.
El Coordinador General del FCCyT expresó esta situación con una analogía: “si la cabeza no funciona, el resto de los elementos del cuerpo tampoco lo harán”. Lo anterior, al referirse a la urgente necesidad de que el Consejo General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico (órgano encargado de la política y coordinación del rubro, desde su creación en 2002) encuentre los mecanismos para hacer más eficiente y eficaz su intervención.
“Las sesiones del Consejo (presidido por el titular del Ejecutivo federal) deben ser el foro pertinente para la toma de decisiones, donde el presidente, los científicos y los secretarios de Estado acuerden cuáles son los objetivos, los plazos y el financiamiento que se van a dedicar para lograr las metas más urgentes, viables y con mayor oportunidad. Entonces, desde mi punto de vista, un factor central es la correcta articulación del sistema científico y mejorar la calidad la intervención y la operatividad del Consejo General”, expuso el doctor Laclette.
En este sentido, el libro Estudios de la OCDE sobre Políticas de Innovación, México (Conacyt, 2009) señala que el Consejo General de Ciencia y Tecnología “debería ejercer una influencia real sobre asignación de recursos (…), y también debería abarcar las políticas regulatorias que causan efecto en el desempeño del sistema”.
Este trabajo realizado por la OCDE a solicitud del Conacyt, también establece en su apartado de Evaluación y Recomendaciones Generales que las políticas de ciencia y tecnología deben tener como prerrequisito el “compromiso político” en los niveles más altos del gobierno con respecto a las asignaciones presupuestaria en apoyo de actividades en la materia.
En tanto, el doctor Sergio Ulloa, presidente de la ADIAT, expuso que en otros ámbitos, los sistemas de gobernanza operan como steering committees (comités de iniciativa o directrices), que están integrados por actores de lo mis altos niveles y se reúnen para establecer políticas, prioridades y objetivos en beneficio del sistema que integran, de donde derivan planes de acción y proyectos concretos que desarrollan otras instancias.
Añadió que de ceñirse a tal concepto, es posible concluir que no existe la gobernanza en el sistema de ciencia y tecnología nacional ya que éste se encuentra dividido, y ello trae como consecuencia un avance tan lento que es apenas perceptible.
“Tenemos a la cabeza de sector, en este caso el Conacyt, sin poder ni autoridad para decidir sobre políticas públicas, a eso hay que sumarle que los tomadores de decisión pocas veces se reúnen para hablar de ciencia y tecnología, y mucho menos trabajan en estrategias capaces de definir el rumbo hacia dónde debe dirigirse la nación mexicana en este rubro”, apuntó Ulloa Lugo.
Joven y desarticulado sistema
De acuerdo con el doctor Arturo Menchaca Rocha, el sistema científico nacional que ahora conocemos es parte de una evolución misma del país en los últimos 60 años, donde indudablemente los vaivenes económicos ocurridos durante ese periodo impactan en su desempeño,
“De alguna manera el sistema va en aumento y ha mejorado, pero no siempre ocurre de manera continua o su ritmo no es acorde a los tiempos modernos. Uno de los mayores problemas es que a pesar de la existencia de planes de desarrollo no hay vinculación y eso compromete su funcionamiento adecuado”, comentó el presidente de la AMC.
El también investigador del Instituto de Física de la UNAM sostuvo que uno de los síntomas más claros de esa desarticulación en el sistema científico es la ineficiencia de colocar en el mercado laboral a los recursos humanos preparados en los posgrados nacionales y extranjeros, con lo que se pierde alrededor de 30 por ciento de los graduados; un lujo que, según el funcionario, el país no puede darse.
Sobre ese punto, el presidente de la ADIAT, Sergio Ulloa Lugo, ahondó que aunque se cuente con un sistema en la materia, es evidente que está inmerso en una desarticulación, pues a la fecha no hay objetivos claros hacia dónde dirigir el rumbo.
“A pesar de que las reformas a la Ley de Ciencia y Tecnología (las más sustanciales en 2009) involucran a todos los actores (en el Consejo General o un Comité Intersecretarial), lo que hace falta es la voluntad del Congreso de la Unión o el Ejecutivo a fin de obtener esa visión de país orientado al conocimiento”, expuso.
Visiones externas
Tanto en los Estudios de la OCDE sobre Políticas de Innovación. México, encargados por el Conacyt, como en el Estudio comparativo de los sistemas de innovación de México y España (ADIAT, 2008), se aborda este tema.
En esta última obra se plantea la creación de un Gabinete Especial de Ciencia y Tecnología, que integre al actual Consejo General y establezca “una comisión permanente capaz de reunirse con mayor frecuencia y ser más eficaz en la toma de decisiones coordinadas para dirigir las acciones del Conacyt y de otras entidades y organismos, tanto financiadores como ejecutores de actividades de ciencia, tecnología e innovación”. Al respecto las reformas de a la Ley de Ciencia y Tecnología determinan la creación del Comité Intersecretarial que realice estas tareas, aunque los resultados hasta ahora son imperceptibles.
¿La creación de una secretaría es la respuesta?
Ambas publicaciones citadas mencionan la pertinencia de analizar la creación de un ministerio (secretaría) de ciencia, tecnología y educación superior que esté a cargo del diseño de las políticas y tenga capacidad de mejorar el gobierno del sistema.
En la práctica (el Conacyt) ha demostrado tener una posición políticamente débil para obtener los recursos que permitan cumplir con las misiones encomendadas, así como ejercer eficientemente labores de coordinación en un momento en que es necesaria la movilización de esfuerzos y construcción de consensos con los actores. Muchos países han optado por combatir de modo simultáneo el déficit de autoridad y el de capacidad de coordinación (…) promoviendo la creación de una Secretaría de Ciencia y Tecnología”, refiere el Estudio comparativo de los sistemas de innovación de México y España.
A ese respecto, el doctor Juan Pedro Laclette refirió que en los términos en que está concebida la Ley, la solución para la falta de gobernanza es que funcione el Consejo General, pero también se pueden explorar soluciones que se han aplicado en otros países, como en la creación de un ministerio de ciencia, tecnología y educación superior, como ha ocurrido en España, Uruguay, Argentina, Brasil o Costa Rica, por citar algunos ejemplos.
“Ante la prácticamente inoperatividad del Consejo General, la capacidad de interlocución que tiene el director de Conacyt con los secretarios de Estado, que sí forman parte del gabinete, es limitada. De modo que sin jerarquía en el organigrama ni recursos económicos es difícil actuar como cabeza de sector. Entonces crear una secretaría del ramo puede ser una alternativa, pero eso no significa modificar al Conacyt, que puede continuar a cargo de programas de becas y ciencia básica, como ocurre en el modelo brasileño.”, apuntó.
La actual legislación
Al hacer mención del marco legal vigente en términos de ciencia y tecnología, el doctor Arturo Menchaca recordó que para elaborar el Plan Nacional de Desarrollo de 2007-2012 se reunió información y hubo muchos acuerdos surgidos, incluso de la comunidad científica, lo mismo pasó con la Ley de Ciencia y Tecnología de 2002 y las subsecuentes reformas, “el problema es que ambos casos tienen cosas que no se hacen. El país está lleno de leyes que en el papel está bien, pero en la práctica no funcionan”, acotó el titular de la AMC.
En ese punto, el doctor Ulloa Lugo expresó que si bien la Ley es una base en la cual apoyarse, se trata sólo de una “expresión de voluntad”, y para llevarlo a cabo hay mucho que hacer a nivel legislativo, un ejemplo es la discusión del presupuesto de 2011.
“Sabemos que no vamos a alcanzar el uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de inversión, pero tenemos que hacer lo posible por subir esa cifra, es importante que realicemos un punto de inflexión. Otro asunto es que la Ley también establece que una Comisión Intersecretarial va a definir cuáles son áreas estratégicas donde México puede competir, pero tiene más de un año formada y todavía no se ha visto nada, se va a acabar la administración y va a ver otro sexenio perdido en la materia, de modo que hay que dejar la palabrería, que eso es parte de la gobernanza”, aseveró el titular de la ADIAT.
Los tiempos de la federalización
La descentralización de las actividades científicas también está relacionado con la gobernanza, así lo expusieron los entrevistados al manifestar que, a pesar de que los gobiernos estatales deben considerar y ejecutar sus temas de acuerdo a las necesidades locales, es preciso mantener la coordinación federal en algunos aspectos.
“En el caso de los Fondos Mixtos y de proyectos estratégicos y regionales, me perece que deben mantenerse ligados a la federación, pero en algunos estados se está dando la aportación de recursos propios, los cuales no requieren consultarse con el gobierno federal. Los estados tienen capacidad para identificar objetivos y avanzar; creo que ambas vertientes son deseables”, sugirió el doctor Laclette.
Para el presidente de la ADIAT, la federalización es un camino ineludible, debido a la diversidad del país, e insinuó que el papel de la federación debe ser impulsar las actividades acorde a las vocaciones locales, y que puedan trabajar en conjunto con las entidades.
Finalmente, el doctor Arturo Menchaca Rocha, de la AMC, considero que si bien algunos gobiernos locales muestran interés en las actividades del conocimiento, lo cierto es que son la excepción, pues los montos invertidos presentados a nivel local en el quehacer científico continúan dispares con relación a lo que aporta la federación, por lo que deben de mostrar aun mayor esfuerzo y compromiso en ese sentido.
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