A Ciencia cierta
8 de noviembre de 2005
Juan Carlos Miranda Arroyo*

El presidente Fox dio posesión a Gustavo Chapela Castañares (México, DF, 1946) como director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologí­a (Conacyt) el pasado 7 de septiembre, en sustitución del Ing. Jaime Parada Avila, en lo que constituyó un relevo por demás extraño y de pronóstico incierto.

Deduzco que para Chapela, el grado de dificultad del encargo es sumamente alto, ya que al periodo en que estará al frente del organismo cúpula de la ciencia, sólo le resta, de hecho, un año (el 2006 será intenso y difí­cil por las inminencia de las elecciones federales).

Si bien es cierto que el ser (pasado) se reafirma con el hacer (presente), la experiencia con que cuenta el nuevo titular del organismo gubernamental, como funcionario público y académico de carrera, será determinante para rendir cuentas favorables al finalizar el sexenio en diciembre de 2006.

Como se recordará, Gustavo Chapela fue rector de la Universidad Autónoma Metropolitana en Iztapalapa, y luego titular de la Rectorí­a General de esa misma casa de estudios (entre 1989 y 1993), durante una época en que los conflictos y las tensiones asomaban a cada rato en la UAM, tanto con la organización gremial como con las representaciones estudiantiles. Y a pesar de que salió adelante de las circunstancias problemáticas y la institución siguió su paso, existen aún dudas sobre la eficacia de su liderazgo.

Sabemos bien que el perfil del nuevo titular del Conacyt es universitario; que es un académico formado en el sector quí­mico, con aportaciones sobresalientes en su campo; una persona bien intencionada que se ha conducido de manera institucional como funcionario público, con habilidades para la negociación, el diálogo y la operación polí­tica; y que conoce bien el sentir de la comunidad universitaria, principal cantera de investigadores y actores de la ciencia en México. Sin embargo, Chapela hoy requiere de sentarse a la mesa con representantes de todos los órdenes y estilos para obtener buenos resultados: principalmente con cientí­ficos, legisladores, lí­deres polí­ticos, diplomáticos, periodistas, estudiantes de posgrado y empresarios.

Algunos retos y dificultades que habrá de enfrentar Chapela en esta etapa de su vida pública, tienen que ver con poner orden al organismo burocrático que dirige; sacar adelante los programas de trabajo relacionados con las becas para la formación de investigadores, así­ como ampliar los estí­mulos para el desarrollo de las capacidades cientí­ficas con que dispone el paí­s (Sistema Nacional de Investigadores); encarar consistentemente la descentralización de la red de instituciones cientí­ficas del sector público y, entre otros aspectos, propiciar los apoyos inaplazables hacia las universidades públicas que generan conocimiento cientí­fico, humaní­stico y tecnológico, especialmente para aquellas instituciones educativas que se encuentran en proceso de apertura y reorganización internas y que pretenden realizar actividades cientí­ficas en un plano competitivo.

Pero, sobre todo, gestionar recursos financieros con todas las instancias y actores que están involucrados en ello, tanto en el poder Ejecutivo como Legislativo, y desarrollar una estrategia pronta y eficaz para que los empresarios de todos los tamaños y perfiles, inviertan de manera decidida en la investigación.

Creo, en sí­ntesis, como muchos colegas, que para Chapela será larga la faena y escasa la cosecha, debido el poco margen de maniobra y a la rigidez de las polí­ticas públicas aplicadas en el sector.

*Profesor titular de la Universidad Pedagó-gica Nacional, Unidad Querétaro. En este espacio de la Academia Mexicana de Ciencias escriben miembros de la comunidad cientí­fica.