Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/345/14
México, D.F., 05 de octubre de 2014
A la fecha, una tercera parte de la población de niños entre 5 y 11 años de edad en nuestro país presenta exceso de peso corporal, lo cual coloca a México entre los primeros lugares de obesidad infantil en el mundo. De ahí que la Secretaría de Salud (SSA) lanzara en 2010 el Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria y, junto con la Secretaría de Educación Pública, publicó los lineamientos para la expedición o distribución de alimentos y bebidas en las escuelas.
Sin embargo, desde entonces no se ha documentado el efecto que esas medidas han tenido sobre la disponibilidad de alimentos dentro y fuera de las escuelas y los hábitos de consumo de los menores, sostienen Montserrat Bacardí Gascón y sus colegas de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), en un estudio publicado en el Journal of Community Health el año pasado.
“La importancia de este estudio radica en que es la primera evaluación hecha un año después de que el programa gubernamental contra la obesidad iniciara, y ocho meses después de que el programa se reforzara limitando los alimentos ‘no saludables’ disponibles en las escuelas. Además, este estudio fue realizado por miembros de una institución que no estuvo involucrada en la creación de las guías y no ha recibido apoyo directo de gobierno ni de la industria de los alimentos, lo cual la convierte en una evaluación externa sin conflicto de intereses”, aseguran los investigadores.
Lo que hicieron los investigadores de la Facultad de Medicina y Psicología de la UABC fue analizar los refrigerios que llevan los niños de preescolar (un total de 172) y de primaria (496) de ocho escuelas de Tijuana, Baja California, y los alimentos disponibles dentro y fuera de los centros de estudio. También realizaron encuestas tanto a los menores como a los papás.
El contenido de las loncheras se clasificó como saludable si incluían agua natural y fruta o verdura y no contenían alimentos procesados que tuvieran exceso de sal, grasa o de azúcar de acuerdo con las recomendaciones de la SSA. Se clasificaron como adecuadas si contenían agua, fruta o verdura y algún alimento preparado en casa según “El plato del bien comer”, también de dicha entidad gubernamental.
Encontraron que la mayoría de los niños desayunan antes de ir a la escuela, pero varios de ellos no lo hacen como un hábito diario. De acuerdo con los expertos, esto podría ser un indicador de una dieta menos sana, pues hay estudios que registran una asociación entre la falta de desayuno y un mayor índice de masa corporal en niños y adolescentes. Entre los principales alimentos que ingieren a primera hora del día son huevos, seguidos de leche, tortillas, cereal con leche, licuado con fruta, pan, frijoles, frutas, jugo de fruta, carne y, al último, verduras.
Respecto a los refrigerios, sus resultados indican que la mayoría de los niños de prescolar y de los primeros grados de primaria llevan alimentos a sus clases (99% y 96%, respectivamente), pero cuando se trata de los niños de los últimos tres grados la cifra disminuye a 74%.
Al evaluar el contenido de sus loncheras, Bacardí, quien es integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, y su equipo, encontraron que poco menos de una cuarta parte de los refrigerios de los más pequeños (23%) puede considerarse “adecuado” según las recomendaciones de la SSA, pero si además se consideraba el agua simple como criterio, este porcentaje se reducía al 8%. Entre los alimentos más comunes que contenían fueron frutas, jugos, sándwiches, danoninos, yogurts, yakults, galletas, leches de sabor, vegetales, cereales, leche simple.
Al hacer lo mismo con los alumnos de primaria, encontraron que ninguna lonchera podía considerarse saludable; el 4% se clasificó como adecuada y si se incluía el agua como criterio la cifra bajaba hasta un 1.4%. Lo que más incluían en su lonchera fueron agua, sándwiches, jugos, fruta, pastelitos y galletas, agua de sabor, yogurt, burritos y barras de cereales.
La especialista en alimentación y educación nutricional comentó que en este estudio fue difícil encontrar una lonchera que tuviera agua, fruta y verdura, alimentos preparados según las recomendaciones sanitarias y no incluyera comida chatarra. “En general vimos que se trae poca fruta, aunque este hábito depende mucho de que la maestra o el maestro se las haya promocionado en el salón, la verdura es muy escasa y lo que más se trae son sándwiches y todo tipo de bolsitas”.
También observaron que más de la mitad de los niños compra comida y productos procesados dentro de la escuela, gran parte de éstos son dulces, snacks salados, jugos, burritos, quesadillas, hamburguesas, sándwiches, galletas y pastelitos, refrescos y hot dogs. Saliendo de clases, un 53% de prescolar, 45% de los primeros grados de primaria y 28% de tercero a sexto consumen alimentos clasificados como no saludables, encabezan la lista: helados, frituras, jugos, pan y galletas y dulces.
“Nos preocupó ver la cantidad de alimentos que se venden fuera de la escuela porque no está permitido, y sin embargo vimos que siempre había vendedores”, comentó la especialista.
La SSA aprobó la inclusión de pequeños paquetes de bocadillos y galletas salados, azucarados y grasosos de ciertas marcas para su venta dentro de la escuela y “como resultado, la mayoría de los alimentos que se venden dentro de las escuelas fue poco saludable, con unos pocos considerados sanos para los preescolares y niños de primaria […] Nuestros resultados muestran una ventana de oportunidad para cambiar de alimentos y marcas de alimentos disponibles en las escuelas e implementar una estrategia más estricta de vigilancia”, aseguran en el estudio.
Para consolidar los programas dirigidos a prevenir la obesidad y promover una dieta saludable proponen la creación de programas de intervención dirigida a los padres sobre el contenido de una lonchera saludable y regular los alimentos que se expenden fuera de las escuelas, así como prohibir la presencia de ambulantes en un área de 200 metros de los centros educativos.
Finalmente, Bacardí comentó que ya solicitaron recursos al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para continuar con este proyecto de manera que se puedan ampliar el número de escuelas participantes, determinar incluso el contenido calórico de lo que consumen los niños y explorar las barreras que existen para comer saludable.
Por ahora, ya entregaron sus resultados a las escuelas y enviaron información a los padres sobre cómo armar un refrigerio sano, pero tienen la intención de hacer intervenciones más profundas no solo con el tema de las loncheras sino sobre estilos de vida saludables.
Alejandra Monsiváis Molina
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