La Crónica de Hoy
15 de febrero de 2015
Isaac Torres Cruz
Desde muy joven, Erik Velásquez se sintió atraído por las culturas antiguas y naturalmente halló en las civilizaciones mesoamericanas un nicho en el que podría desenvolverse. Leyendo la obra de Miguel León-Portilla, el muchacho no se imaginaba que en el futuro trabajaría como investigador en el mismo instituto que el connotado historiador.
Durante sus estudios en historia, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Erik tomó una cátedra de epigrafía maya del Instituto de Investigaciones Filológicas; al término de su carrera ya sabía leer jeroglíficos.
Hoy en día es uno de los más destacados especialistas de la escritura maya y como investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, le ha dado un enfoque novedoso a través del empleo de la gramatología, la ciencia de la escritura, para leer y entender los jeroglíficos mayas y otros precolombinos, como se hace con los egipcios o sumerios, como se puede analizar el chino o el japonés.
A lo largo de su trayectoria, el experto ha obtenido reconocimientos como la Medalla “Gabino Barreda”; el Premio “Francisco Javier Clavijero” del INAH; el Premio de Investigación de la AMC a la mejor tesis de doctorado en humanidades en 2010 y el Reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de investigación en humanidades en el 2013.
ACCESO AL PASADO. Velásquez García es docente del IIE desde el 1997 e investigador nivel II en el Sistema Nacional de Investigadores. En su primera ponencia internacional, en 1999, conoció a Alfonso Lacadena García-Gallo, académico de la Universidad Complutense de Madrid, quien alentó su interés por aplicar la escritura jeroglífica para reconstruir la historia política de los mayas y entender la transformación de sus idiomas.
“La gramatología permite una comprensión mucho mayor que la forma en la que estudiábamos los escritos antes”, señala en entrevista. “Lo más antiguo que podíamos leer antes era lo que había en la Biblia, poemas homéricos o alfabetos en griego o arameo antiguo. Ahora, gracias al desciframiento de sistemas de escritura anteriores podemos acceder a textos escritos hace mil o dos mil años antes, textos fundadores de la civilización occidental que permiten documentar cosas que ni sospechábamos, ideologías de gobernantes y mitos anteriores a la Biblia”. Pero también ha ayudado a comprender listas de tributos que permiten estudiar la economía de la antigua Grecia, Creta, o de la cuenta administrativa de los palacios, por ejemplo.
“Lo que nos hace falta aplicar ahora es una metodología histórica de crítica del documento escrito porque generalmente los epigrafistas, que ya pueden leer los textos antiguos, tienden a apasionarse tanto que llegan a pensar que lo escrito fue la realidad y que esos acontecimientos plasmados históricamente son auténticos y no es así porque son textos oficiales”.
Esta crítica de los textos y de los métodos de análisis histórico son fundamentales para contrastar la información arqueológica y de otro tipo, como osteológica y escenas artísticas, y buscar coincidencias o no con esas fuentes oficiales. “Los más interesante es cuando no coincide porque nos ayuda a entender otras cosas que no están escritas en esos textos, pero que son parte de la motivación de los escribas o de los políticos de erigir lápidas e inscripciones. Nos permitirá ir más allá de la lectura literal y poder escribir la historia en el futuro gracias a la crítica de estos testimonios”.
¿Por qué desconfiar de las fuentes oficiales? Por las mismas razones por las que desconfiados hoy en día, porque no reflejan la verdad o lo hacen de forma sesgada. “Los jeroglíficos nos dan mucha información y de todo tipo, pero al igual hoy que puedes tomar el periódico y encontrar las hazañas del presidente Peña Nieto, no vamos a creer todo. Se tratan de discursos oficiales, mandados a hacer por los gobernantes, por lo que requerimos un método de crítica”.
El doctor en historia del arte enfatiza que es más importante lo que no nos dicen o lo que subvierten, magnifican y exaltan los textos antiguos. “Por eso tenemos que aprender a leer entre líneas y aplicar métodos de crítica histórica”.
CUERPO Y ALMA. Actualmente, el doctor Velásquez también lleva a cabo un estudio sobre las entidades anímicas de los mayas, y sus conceptos sobre cuerpo y alma. Anteriormente, planteó que los mayas del periodo Clásico creían que el hombre estaba hecho de materia, una parte de ella, pesada: carne, tejidos, huesos. La otra estaba hecha ligera o etérea: gases, aromas y fragancias. En esta última se ubicaban las entidades y fuerzas anímicas, las almas. “Pero también creían que el hombre estaba compuesto de muchas almas y de origen divino”.
La conciencia para el mesoamericano, por otra parte, no esta en un sólo lugar del cuerpo sino concentrada y desmembrada en diferentes sitios. “El pensamiento estaba como desarticulado y comunicado, y no acaba cuando estamos despiertos, puesto que importaba mucho el estado onírico, que no veían como una fantasía, sino como un estado de conciencia profunda donde aprendemos cosas intuitivas, emotivas y valorativas, de forma más profunda que como lo percibimos en nuestro estado de vigilia”.