La Jornada
30 de noviembre de 2007
Emir Olivares Alonso
Abren sala en Universum que busca explicar las teorías del naturalista Charles Darwin
El proceso, “algo cotidiano, porque es la naturaleza la que va construyendo las variaciones entre las especies”, afirman Carmen Sánchez y Rosaura Ruiz
Ese apartado del recinto de la UNAM aborda 3 mil 500 millones de años de vida en la Tierra
Diseñado para adolescentes de 12 a 15 años
La evolución de las especies no es sinónimo de perfección, sino de adaptación al entorno natural, aseguraron Carmen Sánchez y Rosaura Ruiz, creadoras de la sala Evolución, vida y tiempo, del Museo de las Ciencias Universum, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Durante un recorrido por ese espacio, en el que se intenta explicar las teorías de la evolución de Charles Darwin, las académicas universitarias señalaron que este proceso “es algo cotidiano, porque es la naturaleza la que va construyendo las variaciones entre especies”.
En la sala, dirigida en especial a adolescentes de entre 12 y 15 años, se hace mención a los 4 mil 500 millones de años de existencia de la Tierra, pero en particular aborda los 3 mil 500 millones de años de vida en el planeta.
A partir de dos interrogantes que Darwin siempre se planteó, ¿cómo explicar la gran diversidad de seres vivos? y ¿cómo es que están adaptados al ambiente?”, comienza el recorrido por la sala.
La exhibición abre con un simulador del Beagle, barco en el que en 1831 el padre de la teoría de la evolución emprendió una expedición científica alrededor del mundo que culminó cinco años después. Los visitantes del museo pueden recrear esa aventura: zarpan de Davenport, Inglaterra; viajan por Brasil, la Patagonia, Tierra de Fuego, las islas Galápagos, Australia y la isla de Cocos para finalmente regresar al origen.
Posteriormente aparecen varias pantallas en las cuales se se explica que las estructuras básicas de los huesos de los miembros superiores de los animales vertebrados, incluido en hombre, son semejantes. En este espacio, se exhiben un especie de radiografías del brazo de un hombre, de la pata delantera de un perro, del ala de un murciélago y de la aleta de una ballena, en las que se comprueba que “la estructura ósea es parecida, pero con variaciones para sus respectivos ambientes”.
Ruiz y Sánchez explicaron que precisamente la teoría de Darwin se basa en tres puntos esenciales: la variación, la competencia y la selección natural, abordados en esta sala.
El Australopitecus es el primer personaje con el que los visitantes se topan en su recorrido por el área dedicada a la evolución del hombre. Éste existió en la Tierra hace 3 millones de años y su estatura promedio era de 1.20 metros, la mujer, y 1.40 el varón. Más adelante aparece el Homo erectus, que existió hace un millón de años. Las investigadoras coincidieron en señalar que la reproducción se parece más a la figura del Homo sapiens debido a un error en su diseño, por lo que en breve será remplazada.
Pinturas rupestres y herramientas
En esa zona de la sala se exhiben reproducciones de diferentes pinturas rupestres y herramientas utilizadas por los antecesores del Homo sapiens, como una piedra con 3 mil años de antigüedad, que el hombre de Neanderthal pudo haber utilizado como hacha.
Así, el camino continúa hasta la aparición del Homo sapiens “quien ha podido subsistir gracias a su cerebro más que a su fuerza física”, señalaron las académicas.
En ese sentido las especialistas en evolución resaltaron que la diferencia entre el Homo Neanderthal y el Homo sapiens consiste en que el primero se extinguió debido a que no innovó su tecnología y no contaba con un lenguaje para comunicarse.
Entre las exhibiciones interactivas, en las que el público puede tocar el equipamiento, observarlo y hasta jugar, destaca el árbol de la vida, el cual explica que de todos los organismos vivos en el planeta 90 por ciento es de bacterias, por lo que, indicaron, la evolución no termina con el surgimiento del hombre, sino que está en constante variación.
La sala permanente, inaugurada recientemente, tuvo un costo de 5 millones de pesos, cantidad con la que podría traerse una exposición de Nueva York, pero sólo por un mes.