El Universal
5 de abril de 2010
Rosaura Ruiz y Alma Herrera
El mundo en el siglo XXI transita en medio de nuevos patrones de producción, consumo y comercialización que trastocan todas las esferas de la vida cotidiana y productiva. Por su naturaleza revolucionaria, este entorno genera múltiples tensiones, pero también favorece la emergencia de diversos procesos que sirven de soporte a la transición de una sociedad de base industrial a una sociedad basada en el conocimiento y la información. La característica principal de este nuevo modelo de sociedad es que la generación de conocimiento, junto con el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos, se han convertido en la principal fuente de crecimiento económico y en muchos países desarrollados, también de bienestar genérico para la población.
De acuerdo con un estudio publicado en 2009 en la revista Este País, el Banco Mundial enfatiza que la riqueza de un país puede tener tres orígenes o componentes: 1) el capital producido, lo que los países generan y se materializa en la maquinaria, la infraestructura y la tierra urbana; 2) el capital natural, integrado por componentes tales como las tierras de cultivo, los recursos energéticos, minerales y las áreas naturales protegidas; y 3) el capital intangible, que es difícil de monetarizar, pero constituye una fuente de riqueza y se plasma en la fuerza de trabajo, el capital social y la confianza de las personas en sus instituciones, entre otros aspectos (Banco Mundial, 2006).
En un ejercicio de cuantificación de estos tres tipos de capital, el Banco Mundial (BM) ha concluido que, con datos del año 2000, un 4% de la riqueza mundial está compuesto por el capital producido, 18% por el capital natural y 78% por el capital intangible (Fundación Este País, 2009). En los países de ingresos bajos, los recursos naturales representan una parte significativa del total de su riqueza (26%), mientras que en los países de ingresos altos el capital natural representa sólo un 2% en promedio.
Si bien el capital intangible de los países representa la parte más alta de su riqueza total, en los países de ingreso alto este capital representa el 80%, mientras que en los países de ingreso medio y bajo sólo alcanza 58% y 59% respectivamente. De acuerdo con el BM, los países ricos son más ricos debido a las habilidades de su población y la calidad de las instituciones que soportan la actividad económica. Es decir, el capital intangible aumenta la productividad y el potencial de generación de ingreso del capital natural y del capital producido, y da como resultado mayor riqueza (Fundación Este País).
Con base en lo anterior es claro que la geopolítica del siglo XXI tiene como eje un sistema internacional competitivo. La competitividad es el fundamento de la organización de las nuevas relaciones de fuerza entre países y regiones, de tal forma que la inserción estratégica de cualquier país en el contexto de tales relaciones será consecuencia de la inserción competitiva en ese sistema. De hecho, las evidencias muestran que las bases de la competitividad internacional en una economía planetaria son la educación, la ciencia y la tecnología, las cuales son también factores determinantes de la jerarquía en las relaciones de fuerza mundiales. Así, la autonomía estratégica de un país depende, en primer lugar de su capacidad científica y tecnológica.
Cabe destacar que en este momento, la inserción estratégica futura de México deberá tener como punto de partida la reafirmación de su autonomía estratégica relativa, fincada en nuestra capacidad para avanzar en la frontera científica y tecnológica mundial.
Es preciso un cambio tanto en el rumbo del país como en las rutas que se planteen para su desarrollo, pues es evidente que los resultados que arroja el modelo actual, han sido catastróficos, baste señalar por ejemplo que se han abandonado las actividades manufactureras más intensivas en conocimientos tecnológicos y servicios de ingeniería, lo que impulsó un mayor acceso a bienes de capital importados, licencias de fabricación del exterior y asesoramiento de empresas extranjeras. En general, las empresas nacionales han retrocedido en su capacidad para introducir mayores tasas de valor agregado; y están retrocediendo a su papel tradicional como exportadoras de bienes con escaso valor agregado.
Ello sin mencionar otras problemáticas cuyas dimensiones críticas, se expresan en pobreza extrema, desempleo y desesperanza. Vale la pena insistir en que el impacto más negativo para el desarrollo económico y social ha sido la aplicación sistemática de políticas que han favorecido al capital especulativo y que han perjudicado profundamente a grandes grupos de nuestra sociedad mexicana.
El balance de los beneficios económicos, políticos y culturales de la educación, la ciencia y la tecnología obliga a plantear una perspectiva de amplio espectro, que supere las condiciones que provocan las asimetrías, pero que también marque nuevas pautas y parámetros respecto a su papel en la vida cotidiana y productiva de México; pero también en la convivencialidad y en nuevas formas de relacionalidad.