Compitió con Neri Vela para viajar en el Atlantis; en 1985; baja a 2,500 metros de profundidad en el Mar de Cortés; es Vivianne Solís-Weiss, oceanógrafa de la UNAM

La Crónica de Hoy
12 de marzo de 2012
Isaac Torres Cruz

Academia

En 1985, la doctora Vivianne Solís-Weiss fue la única mujer finalista entre una veintena de científicos en el concurso para ir al espacio a bordo del Atlantis, cuyo ganador fue el doctor Rodolfo Neri Vela. No obstante, su arrojo no le impediría sumergirse a otro mundo, el de las profundidades terrestres.

En 1988, la científica del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM se convirtió en la primera mujer latinoamericana en viajar en el submarino Alvin, (el mismo que se sumergiría en busca del Titanic años antes), a más de dos mil 500 metros de profundidad. La expedición encabezada por investigadores estadunidenses estudiaría, cerca de la costa de Guaymas, las ventilas hidrotermales, zonas de volcanes submarinos que habían sido apenas descubiertas una década atrás en lo profundo de las aguas cercanas a las Islas Galápagos.

Su impresión: de asombro y privilegio, pero también de transportación a otro mundo, relata en entrevista la también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). “Me sentí también agradecida con mi país que me diera esa oportunidad, que la UNAM estuviera a la altura de permitirme ver esas maravillas. “Hasta la fecha me emociona recordarlo (cada una de las tres inmersiones), fue extraordinario: ir en caída libre al fondo del mar a más de dos mil 500 metros, una sensación inigualable, fue como ir a Júpiter”.

Ahí observó esos volcanes submarinos arrojando humo negro y otros tantos extintos y junto con los demás científicos colectaron fauna, cangrejos y gusanos extremófilos, que tan sólo en la observación de su conducta fue una experiencia apasionante. Qué más decir: en lo profundo había una belleza indecible, agrega.

Desde entonces, la investigadora ha divulgado en el país la información y videos de la expedición hacia los fondos marinos profundos, “una de las últimas fronteras que tenemos por explorar, como el espacio o el centro de los volcanes”. Así, le gusta recordar a la gente que este tipo de lugares se encuentran en México y que nuestros investigadores tienen el nivel para participar en estas expediciones.

De esta forma, Vivianne hizo de las profundidades una de sus pasiones, donde aún se mantiene como pez en el agua, a veces a unos cientos de metros de la superficie. La bióloga marina se ha sumergido a cientos de metros para observar los montes submarinos, un mundo de montañas truncadas con una gran fauna. Ahora la especialista investiga el fondo de los cenotes en la Riviera Maya, donde se sumerge más allá de sus cavernas y bucea hasta sus cuevas para estudiar la fauna que existe. Un lugar poco estudiado, señala, una incursión más hacia lo desconocido.

ISLA CLIPPERTON. Doctora en oceanografía biológica por la Universidad de Aix-Marsella, Francia, Solís-Weiss se especializó en el estudio de anélidos poliquetos (gusanos marinos segmentados) y otros invertebrados marinos. Creó en 1996 la primera base de datos sobre invertebrados en México y a la fecha ha descrito más de 45 especies de anélidos poliquetos nuevas para la ciencia, para así obtener en el ICMyL la Colección Nacional de Poliquetos más grande del país; le han sido dedicadas dos especies: Parandalia vivianneae (1986) y Lumbricalus vivianneae (2004). Como reconocimiento a su labor, en 2006 la UNAM le otorgó la Medalla Sor Juana Inés de la Cruz y el Senado de Francia el Premio Femmes 3000.

Fue la primera investigadora jefe de crucero en México (1985) en los buques de investigación El Puma y “Justo Sierra”, de la UNAM, los que también dirigió en 1992 y 1993. Ha realizado más de 40 cruceros de investigación, la gran mayoría como jefe de crucero. De aquí partimos hacia otra de sus grandes pasiones: un islote a más de mil kilómetros de la costa de Acapulco, la isla Clipperton.

Aunque el territorio más cercano a la isla es México, y que los españoles la descubrieran, el islote pertenece a Francia. Se encuentra a más de mil 200 kilómetros de Acapulco, tres días de navegación, al que no se puede acceder en avión: es como un anillo de arena con una laguna central que ocupa alrededor del 90% de la isla, que tiene alrededor de cuatro kilómetros de largo por tres de ancho, cuya superficie se compone por una banda de arena muy estrecha.

Desde niña, la isla era para ella un punto en el mapa que se volvería manifiesto en sus sueños, un sitio al que el mismo Jacques Cousteau llegaría. Muchos años después, la bióloga encabezaría una expedición en 1997 a bordo de El Puma, que se convertiría en la primera expedición mexicana que pisó el atolón desde 1917, año de la tragedia cuando casi todos sus habitantes murieron. Entonces, realizarían un crucero de investigación y desembarcarían para retomar información de su geografía y estudios de su fauna marina, descubriendo entre otros una nueva especie de coral.

En 2005, la científica regresó, ahora en una expedición francesa, la más grande y completa que se ha realizado, y que duró varios meses. Se pusieron al día todos los conocimientos de flora y fauna del atolón en uno de los libros de la expedición, publicado en 2009. “Allá fueron cuatro meses apasionantes: buceábamos a diario para sacar muestras”. La experta señala que después de este trabajo conjunto con diversas naciones, se realizan negociaciones con los franceses para hacer de la isla un observatorio oceanográfico mundial, y así acabar con el conflicto de la pertenencia de la isla. “Seguía en desarrollo, pero los altibajos de las relaciones binacionales, así como los tiempos de elecciones en ambos países, dificultaron su avance en los últimos años”.

LABORATORIO BIOLÓGICO. La importancia biológica del lugar, explica, reside en que hace alrededor de 150 años, la laguna tuvo una interrupción a su salida al mar, lo que la volvió un ambiente muy particular, de los cuales sólo existen alrededor de una decena en el planeta. “Es un laboratorio natural para microbiología y bacteriología único en el mundo”. Además, agrega, cuenta con la población de pájaros bobos más grande del mundo, con alrededor de 150 mil, y una densidad impresionante de cerca de 11 millones de cangrejos. Además tiene algunas de las pesquerías de atún más importantes del mundo, así como una riqueza minera en sus profundidades, para beneficio francés en el futuro. Años después de la expedición, los científicos continúan publicando sus investigaciones, y Vivianne espera que de concretarse el proyecto de observatorio haya un impulso mayor al estudio ambiental del sitio en los próximos años. “Será un ejemplo de colaboración internacional muy importante en el ámbito científico, donde México será el socio más privilegiado”.

La isla Clippeerton y las profundidades, ya sea en el Alvin, montes submarinos o un cenote, permanecen como las pasiones de esta oceanógrafa que no puede ser si no también una aventurera, a quien le gustaría conocer sitios como la isla Robinson Crusoe o el Ártico y la Antártica, explorarlos.

Si bien esta científica no se elevó en órbita, ha tenido más de una oportunidad para adentrarse en el inframundo terrestre, aunque… “tengo ahorrar que para ir al espacio algún día, porque además de las aguas y sus profundidades, es otra de mis pasiones junto con la astronomía”.

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