A Ciencia cierta
13 de diciembre de 2005
Juan Carlos Miranda Arroyo*
Los efectos sociales de los desastres naturales han sido objeto de investigación científica en distintas épocas y lugares. La mayor parte de la literatura sobre estos cambios (no sólo de orden natural, aún también los producidos por guerras, atentados terroristas, accidentes fatales, etcétera) se refiere al impacto sociológico, económico, médico, psicológico o cultural que sucede a las tragedias, y principalmente aborda las consecuencias que tales eventos tienen en el comportamiento humano.
Es obvio que la producción científica (física, geología, astronomía, biología, matemáticas o química, entre otras) ha estado orientada hacia la comprensión de las causas o el desarrollo de esos fenómenos, y recientemente ésta se ha abocado a la generación de tecnologías de prevención, tanto para evitar pérdidas humanas como materiales. Sin embargo, existe escasa difusión sobre las contribuciones de las ciencias sociales en este campo.
Como consecuencia de los huracanes que impactaron a los estados del sur de México, una vez más se constató la ausencia, por ejemplo, de una cultura científica dirigida hacia la atención psicosocial de la población afectada.
Regularmente los esfuerzos de ayuda se concentran en la reintegración de las pérdidas materiales o humanas -que, sin duda, son vitales- dadas las necesidades emergentes de alimentación o salud pública de los deudos, pero es evidente que la solidaridad ante la tragedia no se agota ahí.
Aparte de compensar la pérdida de lo inmediato, las instituciones pueden contribuir con otros tipos de asistencia, mediante la participación, por ejemplo, de especialistas en ámbitos de intervención psicológica, educativa o de organización social.
En los países periféricos se carece de instituciones u organismos dedicados a este tipo de apoyos preventivos o remediales, que den atención oportuna a los damnificados en el manejo emocional de la tragedia, así como la restitución del equilibrio y cohesión sociales (ante la rapiña o corrupción financiera o material), a partir de métodos serios que permitan restituir las pérdidas de orden mental o sociocultural.
Por todo ello, una de las cuestiones más estudiadas por los expertos en este campo ha sido la Psicología del Duelo, que por lo general se multiplica en situaciones de conflicto político o cuando la población se ve obligada a abandonar sus hogares. Dichos trabajos sugieren que las consecuencias sociales de estas tragedias se asemejan a las que acarrea un desastre natural (maremotos, sismos, huracanes), por lo que surgen necesidades psicosociales emergentes.
Hoy, en Europa existen algunas organizaciones no gubernamentales (ver http://www.portalsaludmental.com/ Web_Links-req-viewlink-cid-20.html, o bien: http://www.copmadrid.org/Duelo.pdf) que tienen como tarea central el desarrollo de conocimientos para asistir a la sociedad en tales situaciones, a través de terapias breves para los deudos, y se han multiplicado los bsistemas de atención multidisciplinaria para dar cobertura a las demandas emocionales o afectivas de quienes han sufrido una pérdida material o humana.
Ojalá no sea demasiado tarde para aprender lo necesario de esas nuevas aplicaciones producidas por las ciencias sociales.
*Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro. En este espacio de la Academia Mexicana de Ciencias escriben integrantes de la comunidad científica.
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