Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/032/14
México, D.F., 29 de enero de 2014
- Por primera vez, un proyecto internacional analizó con distintas técnicas arqueométricas el tesoro de los Quimbayas, el conjunto de orfebrería americana precolombina de mayor calidad técnica y belleza que resguarda el Museo de América, en Madrid, España
- A partir de este trabajo multidisciplinario se ha podido reconstruir cómo sería el taller de un orfebre quimbaya y qué procesos de fabricación, montaje y uso se empleaban en las casi dos centenares de piezas doradas que componen el tesoro
- De acuerdo con el grupo de investigadores en el que participa el doctor José Luis Ruvalcaba, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, el amplio periodo de existencia de la orfebrería en esa región de Colombia, va del 410 a.C. al 590 d.C.
Foto: CSIC.
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En 1891, casi 200 piezas de oro, entre cascos, narigueras, orejeras, brazaletes, colgantes, varillas en forma de agujas, recipientes en forma de calabaza, un silbato y una trompeta, fueron saqueadas de dos tumbas indígenas en la región de Quindío, en la cordillera andina, en Colombia. Luego de adquirirlas, el gobierno colombiano regaló el ajuar funerario a la reina española como agradecimiento por su apoyo en una querella fronteriza con Venezuela.
Hoy, el tesoro de los Quimbayas, como se les conoce a las 135 piezas que aún se conservan, es el conjunto de orfebrería americana precolombina de mayor calidad técnica y belleza que resguarda el Museo de América, en Madrid, España.
A más de cien años de su descubrimiento, un proyecto científico internacional multidisciplinario, en el que participaron investigadores de España, Costa Rica y México, realizó por primera vez una caracterización arqueométrica detallada de este tesoro y publicó sus primeros resultados en el Journal of Archaelogical Science, en mayo de 2013.
“Hasta este estudio, nunca se había analizado un conjunto de objetos de oro Quimbaya de forma sistemática y con una metodología interdisciplinaria. Se sabía muy poco de sus procesos de fabricación, salvo las consabidas generalidades del empleo de tumbagas (una aleación de oro, cobre y plata) y del dorado (un recubrimiento de oro)”, afirmó Alicia Perea, líder del proyecto y especialista del Centro de Ciencias Humanas y Sociales de Madrid del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CCHS-CSIC), España.
El análisis del tesoro comenzó en el 2010 y se realizó en dos centros de investigación: el CCHS-CSIC y el Centro de Microanálisis de Materiales de la Universidad Autónoma de Madrid.
Tecnología actual al servicio del patrimonio histórico
El primer acercamiento a los procesos de fabricación, montaje y uso de las piezas se realizó con fluorescencia de rayos X, una técnica que consiste en irradiar los objetos con rayos X para que éstos emitan a su vez rayos X secundarios o fluorescentes, característicos del material que los compone. Así, los científicos determinaron que la mayoría de las piezas estaban hechas de una aleación homogénea de tres metales principales: oro y cobre, en mayor proporción, y plata, en menor proporción.
Solo un pequeño grupo de objetos destacó por su alto contenido de oro, explicó José Luis Ruvalcaba, investigador del Instituto de Física de la UNAM, invitado a participar en el proyecto debido a su amplia experiencia en la caracterización de tecnologías precolombinas relacionadas con el oro.
Los objetos que se utilizaban como contenedores para guardar la hoja de coca, por ejemplo, son muy grandes y tienen menos oro y más cobre, agregó el también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, en comparación con aquellas piezas que son antropomorfas y que se utilizaban como joyas o para contener cenizas humanas.
Para determinar el tipo de dorado que utilizaron los orfebres Quimbaya, se utilizó una combinación de técnicas de haces de iones. A grandes rasgos, lo que se hace en estas técnicas es bombardear una pequeña área de los objetos con partículas altamente energéticas que producen distintas reacciones. A partir de los productos que generan dichas reacciones se supo la composición y la distribución de los metales en la zona superficial.
Al comparar los perfiles de diferentes puntos de un mismo objeto, los científicos identificaron superficies irregulares de oro, con diferente grosor y composición. En particular encontraron que, a excepción de unos cuantos casos, solo la parte posterior de las piezas tenían evidencias claras de dorado. Estas observaciones, junto los resultados de un análisis microscópico detallado, los llevó a concluir que la mayoría de las piezas habían pasado por un proceso de pulido relativamente reciente.
“Lo que encontramos en nuestro análisis fue un poco frustrante porque muchas de las piezas habían perdido su información tecnológica”, lamentó Ruvalcaba. Evidentemente, quienes se encargaban de la conservación de la colección en el siglo XIX y principios del XX no sabían que existía este proceso de dorado y pulían las piezas con sustancias para quitarles la corrosión de su superficie y con ello el recubrimiento de oro.
No obstante, en aquellos casos en los que sí se pudo analizar la capa de dorado, los resultados mostraron una disminución gradual del oro desde la superficie hacia el interior. Esto sugirió a los investigadores que los Quimbayas aplicaban un tipo particular de dorado llamado depleción por oxidación.
En este proceso, explicó José Luis Ruvalcaba, la aleación de tumbaga se calentaba a más de 400° centígrados para oxidar, o quemar, el cobre. Se producía entonces una capa negra que se limpiaba con soluciones ácidas u otros métodos. La repetición de este paso varias veces formaba poco a poco una capa de oro que podía medir desde unas cuantas hasta unas treinta micras de grosor.
Reconstrucción del pasado
Otra parte central del proyecto fue el análisis fue la datación de las cenizas y los sedimentos encontrados en algunas piezas. Sucede que muchos de los sitios arqueológicos en América Latina fueron saqueados por siglos y muchos de los objetos que hoy día resguardan los museos carecen de un marco de referencia espacio-temporal que sirva para conocer su historia, describirlos e interpretarlos.
De hecho, agregó el investigador mexicano, el 90% de los objetos, sobre todo en Sudamérica, no tiene contexto arqueológico. “Esto es muchísimo por lo que implicaría poder tener información fidedigna de dónde proceden las piezas, su temporalidad o cómo se desarrolla la tecnología”, por ejemplo.
Antes de este gran proyecto, añadió Alicia Perea, “tampoco sabíamos situar cronológicamente la producción de oro Quimbaya, salvo en un amplísimo periodo que duraba casi un milenio”. El periodo clásico de esta cultura abarca desde el 500 a.C. hasta el 600 d.C.
“Considerando solamente los objetos grandes como vasijas, cascos, coronas y los prendedores determinamos que se trata de un trabajo de orfebrería con un origen común o de una tradición tecnológica que se pudo haber desarrollado únicamente dentro de un periodo de tiempo restringido. Es poco probable que estas tradiciones tecnológicas y procesos hayan persistido más de un milenio”, afirmaron los investigadores en el artículo publicado.
Las características tecnológicas e iconográficas del conjunto arqueológico llevaron a los investigadores a proponer una fase específica en el amplio periodo de existencia de la orfebrería en esa región de Colombia, la cual va del 410 a.C. al 590 d.C.
Este gran proyecto internacional culminará en el 2014 con la publicación de resultados más detallados que amplíen el conocimiento de los procesos de fabricación, montaje y uso de las piezas. No obstante, Perea aseguró que hasta el momento se ha podido reconstruir cómo sería el taller de un orfebre Quimbaya y conocer qué materia prima utilizaba, cómo la transformaba para conseguir aleaciones adecuadas, así como los diferentes procesos de vaciado a la cera perdida y los tratamientos de depleción superficial, es decir del dorado y cómo ejecutaba los procesos de deformación plástica.
Alejandra Monsiváis Molina