La Jornada
26 de febrero de 2006
José Galán
El empleo de ese líquido, benéfico para el agro, arriesgado para la salud: estudio
Ese tipo de recurso hídrico se infiltra en el subsuelo y contamina mantos freáticos, expone el trabajo
México es el segundo país, después de China, en utilizar aguas negras para el riego de productos agrícolas. Es más, cuenta con el mayor distrito del mundo para esos fines: el valle del Mezquital o, como se le conoce oficialmente, el valle de Tula.
La doctora Blanca Jiménez, del Grupo de Tratamiento y Reúso de Agua del Instituto de Ingeniería de la UNAM, informa lo anterior, y señala que mientras China riega casi un millón 300 mil hectáreas con aguas negras, en México ese índice asciende a más de 260 mil hectáreas, 90 mil de las cuales pertenecen, precisamente, al valle del Mezquital; 20 mil a Ciudad Juárez, Chihuahua, y el resto se divide principalmente entre los estados que conforman el Bajío -particularmente Querétaro y Guanajuato-, así como Puebla.
Si bien las aguas negras significan un beneficio para la actividad agrícola, en tanto fertilizan y enriquecen los suelos, los excedentes recargan de manera no intencional los acuíferos y pueden llegar a provocar contaminación del recurso destinado a consumo humano, expone.
Los estudios de Jiménez se han centrado precisamente en el valle de Tula, al ser el área más grande del mundo regada con ese tipo de líquido, y abarcan ambos temas: tanto el riesgo como las recargas incidentales. Advierte que, a pesar de esta «relativa interdisciplinariedad», el problema es mucho más complejo; independientemente de si hay soluciones o no, la necesidad de agua en la región está rebasando la capacidad de respuesta técnica, política y social.
La investigadora alerta que, por sus condiciones climatológicas, el valle de Tula carece de recursos hídricos para la agricultura. Así, añade, desde finales del siglo XVIII, el agua negra de la ciudad de México comenzó a ser enviada a esa zona a través de tres conductos: el interceptor poniente (1789), el Gran Canal (1898), y el Emisor Central (1975), con el doble propósito de desalojar rápidamente los excedentes de lluvia para evitar inundaciones y desahogar las aguas negras.
Un estudio realizado por la propia Jiménez, junto con Christina Siebe y Enrique Cifuentes, titulado El reúso intencional y no intencional del agua en el valle de Tula, incluido en el libro El agua en México vista desde la Academia, editado por la Academia Mexicana de Ciencias, revela que, sorprendentemente, el empleo de aguas negras mejoró la economía de la región. Por ello, en 1920 se construyó un sistema para distribuir y regular el flujo de ese tipo de líquido para la agricultura, que incluyó la presa Requena y fue complementado en 1936 por las presas Taxhimay y Endhó.
Pero las elevadas láminas de riego (1.5 a 2.2 metros por hectárea al año), usadas para lavar las sales de los suelos dañinas para la agricultura, así como el transporte de aguas negras a través de canales sin revestir, han resultado en la recarga del acuífero local e incluso en la formación de nuevos depósitos de extensiones mucho mayores a la original.
En 1998, el organismo British Geological Survey calculó que dicha infiltración asciende a por lo menos 25 metros cúbicos por segundo, que equivalen a 13 veces la recarga natural sin la presencia de aguas negras. La recarga incidental ha resultado de tal magnitud y, luego de tanto tiempo, los niveles piezométricos del recurso hídrico del subsuelo se han elevado considerablemente, de manera que hoy en día, en sitios donde el líquido subterráneo se encontraba a 50 metros de profundidad, afloran manantiales con gastos de entre 40 a 600 litros por segundo. Estas nuevas fuentes, añade la investigadora, se han convertido en el único suministro para todas las actividades de la región.
Pero lo que inquieta ahora es la calidad del líquido. Casi 25 metros cúbicos por segundo de aguas negras se infiltran en el subsuelo de Tula y forman un acuífero, cuyo contenido ha atravesado por un «proceso de depuración», en algunos casos superior al de una planta de tratamiento avanzando.
»Preocupa, en particular, el desconocimiento de cómo se llevan a cabo los procesos de depuración en detalle, y cuánto durarán, pues si se rebasa la capacidad de depuración del suelo, muy probablemente la calidad del líquido subterráneo se deteriorará rápidamente, al grado de que será económicamente imposible su reaprovechamiento. Incluso, podría verse afectada la salud de las comunidades de Tula».
Por ello, la universitaria considera necesario iniciar un programa amplio e interdisciplinario de investigación aplicada para definir cuánto más durará este atípico sistema de tratamiento, a fin de que se puedan incrementar y preservar sus ventajas y, eventualmente, extender la práctica a otros lugares del país.
En el valle de Tula o del Mezquital hay aproximadamente 380 mil habitantes distribuidos en 294 localidades. La única fuente de suministro para estas personas es la del subsuelo, para lo cual cuentan con 206 pozos profundos y alrededor de 40 norias o manantiales. Así, del subsuelo se extraen 7.4 metros cúbicos por segundo, 64 por ciento para fines industriales (termoeléctrica, la refinería de Tula, las cementeras Cruz Azul y Tolteca, y una fenoquímica); 22 por ciento para actividades agropecuarias, y 14 por ciento para consumo doméstico. Sólo 55 por ciento de las fuentes de suministro municipal son cloradas y 52 por ciento se encuentran localizadas en las zonas de riego o cerca de los canales, por lo que reciben influencia directa de las infiltraciones.
Desde 1997 se han realizado estudios sobre la calidad del acuífero, y han demostrado la presencia de ciertos compuestos considerados contaminantes. En uno de éstos se analizaron 276 parámetros (22 físicos; 34 metales, no metales y compuestos inorgánicos; siete microbiológicos; 213 compuestos orgánicos volátiles y semivolátiles, y radiactividad, entre otros).
Como resultado, sostiene el documento mencionado, se encontró que los parámetros que siempre exceden la norma de agua potable NOM-127-SSA1-1994 fueron coliformes totales, coliformes fecales, nitratos, sodio, sólidos disueltos y nitrógeno amoniacal.