Detectan que alteraciones en el cerebelo inciden en el desarrollo del autismo

La Crónica de Hoy
11 de febrero de 2013
Isaac Torres Cruz

Academia

Desde hace alrededor de un lustro, dentro de las actividades de divulgación científica del grupo de neurociencias de la Universidad Veracruzana (UV), investigadores se percataron de las patologías neurales más prevalentes en la comunidad de Xalapa, con la que tuvo contacto. Entre estas resaltó la alta incidencia de las familias con niños autistas.

Si bien el grupo de investigación de Jorge Manzo Denes estaba enfocado a la neurobiología de la conducta reproductiva y el estudio de la neurobiología del cerebelo, tuvieron el interés de hacer algo con respecto a lo que observaron en su comunidad. Ahí nació la línea de investigación del Centro de Investigaciones Cerebrales de la UV para estudiar el autismo desde el punto de vista científico y en modelos animales.

Si bien pareciera que el alto número de casos de autismo en Xalapa es propio de la región, Manzo Denes refiere que es un número que podría acercarse al del nivel global: que es el de uno entre cada 120 niños, cuando que antes se decía que era uno en cada mil. Lo que se discute es si actualmente hay diagnósticos más precisos que hace décadas.

Ahora bien, el especialista, también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, recuerda que el autismo propicia alteraciones en la interacción social muy fuertes, por lo que ésta es muy baja con su ambiente, incluyendo los padres.

Para estudiar estas alteraciones en el sistema nervioso de manera directa los científicos experimentaron con ratas de laboratorio “autistas”, a las que se les indujeron los padecimientos mediante un medicamento llamado valproato. Esto mediante el análisis de la comunicación entre las madres y crías: por medio de sus vocalizaciones.

“En la rata hay un tipo de comunicación que se da entre madres y crías de tipo vocal, en la que hallamos una alteración”, acotó en entrevista el investigador. El análisis consistió en registrar las vocalizaciones con micrófonos especiales y transformarlos a ondas audibles para los científicos, agregó. Fue entonces cuando detectaron diferencias entre las “sílabas” que hay en las diferentes vocalizaciones de los roedores: cuando tienen hambre, cuando tienen frío… y que ahora tratan de identificar en su lenguaje, que si bien ya se ha realizado en ratas “normales” de laboratorio, no se había hecho con ratas suministradas con ácido valpróico.

Ahora, los científicos analizan las estructuras del sistema nervioso central del cerebro y el cerebelo para saber qué alteraciones tienen estas ratas y así visualizar qué tipo de estrategias clínicas serían viables para ayudar a disminuir las alteraciones conductuales del autismo en el futuro.

MAPA. Actualmente, refiere el neurocientífico, se conocen las diferentes áreas encargadas de la audición y comunicación vocal en el cerebro, pero ellos se han enfocado en el estudio del cerebelo, que también participa en este tipo de control.

El cerebelo es una estructura que nos permite tener un movimiento fino: cuando tomamos un lápiz con los dedos de manera adecuada, por ejemplo. “Conforme ha pasado el tiempo muchos investigadores nos hemos dado cuenta de que esta estructura no sólo participa en el control motor, sino también en la respiración, memoria, procesos de memorización y aprendizaje motor: cuando aprendemos a hacer un movimiento”.

Es por ello que los científicos aseguran que el cerebelo tendría también funciones cognitivas porque todas las expresiones de conducta (en este caso las vocalizaciones) se consideran movimientos finos. Y el de la lengua es un movimiento muy fino, por lo tanto los científicos piensan que el cerebelo tiene mucho que ver en este proceso comunicativo y por ende en el autismo.

Así, la aportación de este grupo de científicos son sus investigaciones “en las alteraciones en comunicación verbal y las áreas cerebelares en sujetos con alteración vocal por autismo”. Línea de investigación que no se había estudiado de esta forma antes, en la cual los mexicanos abren brecha y generan conocimiento nuevo.

De esta manera, han aportado una pieza más al complejo rompecabezas neurológico del autismo, del cual se había ya mapeado algunas zonas del cerebro afectadas y donde ahora se deberá agregar el cerebelo. “Es un rompecabezas desarticulado y para verlo completo necesitamos muchas piezas de muchas partes. Nuestra aportación es una más para contribuir en el diseño de nuevos proyectos de investigación y deriven en más acercamientos terapéuticos”.

¿Pero cómo aplicar este conocimiento en un contexto clínico? Jorge Manzo explicó que hay procesos para trasladarlo de modelos animales hacia humanos, para lo cual hay que diseñar las estrategias comunicativas equivalentes. Es la parte donde buscarán implementar primero proyectos no invasivos con niños autistas de centros de rehabilitación de Veracruz, para trabajar desde el punto de vista motor y saber si pueden generar algún tipo de respuesta.

Será donde además haya una coordinación con los terapeutas, porque los investigadores tienen poca experiencia con niños autistas. “Estamos sorprendidos de lo que hemos encontrado en laboratorio y la población de niños autistas, un problema al que se tiene que poner más atención porque es bastante fuerte. Es importante que aquí y en otras ciudades del país haya un análisis sobre cómo estamos en esta padecimiento”.

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