Hay que quitarle la sal a las Sabritas y no al pan

La Crónica de Hoy
6 de agosto de 2012
Isaac Torres Cruz

Academia

La gran mayoría de los compuestos químicos presentes en la tabla periódica de los elementos se produjo en la explosión de supernovas en el Universo. Ahí se generan elementos pesados, pero la fuerza del evento cósmico los esparce a la vez por el medio interestelar hasta formar toda la materia conocida.

Algunos elementos abundan, pero otros más bien escasean, como el yodo, indispensable en la producción de hormonas tiroideas y en el desarrollo del sistema nervioso. Del interior de una supernova a la creación del cerebro humano, el órgano más poderoso e inquietante que conocemos en el Universo.

Éste es parte del planteamiento que realiza Carlos Valverde en La Química de la Vida. Yodo y hormonas tiroideas en la evolución de la humanidad, en el que ensambla la historia de este elemento y el órgano donde se fabrican las hormonas. Un buen tema de divulgación de la ciencia, pero aún más, una muestra de lo que ha sido el trabajo del investigador del Instituto de Neurobiología de la UNAM, campus Juriquilla, a lo largo de su carrera.

El investigador y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) se convirtió en uno de los mayores expertos en evolución de sistemas tiroideos del país y la comunidad internacional, pero sus inicios fueron en la medicina. Como todo médico romántico, relata en entrevista, buscaba resolver el sufrimiento y la salud de sus congéneres, pero cuando se enfrentó al enfermo y dolor no fue tan fácil, sino un shock.

Pero la medicina no dejó de fascinarle y desde tiempo atrás le interesó la endocrinología, por lo que realizó investigación clínica. Sin embargo, había limitantes que lo llevaron gradualmente a la investigación básica, donde la experimentación en laboratorio y con modelos animales le brindaron mayor libertad. “Ya no era médico de seres humanos, sino de ratas, decían sus hijos”.

Gradualmente se especializó en el desarrollo de la fisiología tiroidea comparada, por lo que desde la UNAM ha formado a numerosos grupos de expertos del tema.

DESYODASAS. A lo largo de décadas, el trabajo endocrinólogo se ha centrado en buscar resolver una pregunta y lo que hay alrededor de ésta: ¿Cómo han evolucionado los sistemas tiroideos? Y mejor aún, el yodo siendo tan escaso, ¿por qué fue seleccionado como materia prima de una familia de hormonas tan importante para el desarrollo del organismo, su sistema nervioso y para regular el metabolismo?

Una extensa pregunta de la cual ofrece las siguientes piezas. En su laboratorio trabaja desde hace años en una familia de enzimas que le quitan yodo a la molécula de la hormona tiroidea. Estas enzimas se llaman desyodasas, presentes en todos los vertebrados e incluso en invertebrados que no tienen tiroides, lo que significa que el metabolismo del yodo es más antiguo que la glándula tiroides, apunta el científico.

Las desyodasas permiten saber por qué se regula distinto el proceso y evolución de estas hormonas en primates, aves o reptiles, por ejemplo. “En ese rosario de aminoácidos es que hay una proteína donde debe de estar la diferencia”.

Las desyodasas no sólo regulan la acción de las hormonas tiroideas, explica, puesto que son ellas las que gobiernan su acción y, una vez que ingresan a las células, establecen si la hormona será activa o no, dependiendo de donde desyode.

“Esto se conoce desde hace poco más de una década y hoy tiene una importante aplicación clínica porque en alguna de las desyodasas, en ese ‘rosario de aminoácidos’, hay pequeñas diferencias, llamadas polimorfismos de nucleótido único”.

El investigador aclara que en el ADN de todos hay diferencias mínimas que nos hacen físicamente distintos. Una de esas diferencias está en que tenemos diferentes tipos de desyodasas.

“Este conocimiento básico tiene una contraparte clínica: si son diferentes las desyodasas, esto tendrá que ver con la forma en la que somos más o menos sensibles a la acción hormona tiroidea. La enzima puede ser eficiente en desyodar en unos y no en otros. Si sufriéramos de hipotiroidismo, por ejemplo, el resultado de este conocimiento señala que deben darnos a la hormona que no producimos de manera específica, porque habrá quien responda o no a una terapia dependiendo de su tipo de desyodasa”.

Faltaría hacer un examen sencillo de ADN para saber si el paciente tiene este tipo de polimorfismo.

El trabajo en esta área, junto con Aurea Orozco Rivas, también del instituto en Juriquilla, hace a su grupo de trabajo parte de la docena de laboratorios que investigan el tema en el mundo, de ese “selecto grupo de fulanitos locos que quieren saber eso”.

EL YODO. El yodo es escaso en el Universo y en nuestro cuerpo. Por ello, las desyodasas además reciclan el elemento en el cuerpo después de removerlo.

En las regiones altas del planeta no hay yodo, o muy poco, señala el investigador. “Después de producirse en las supernovas llegó y se depositó en la superficie terrestre, pero la lluvia lo deslavó de las regiones altas. La población que vive en sierras y sus animales consumen muy poco”. Pero es una situación que permea más allá de la población serrana, y que se involucra a su vez con situaciones de pobreza y alimentación.

Las hormonas tiroideas juegan un papel crucial e insustituible en el desarrollo y función del sistema nervioso, no obstante, se hace caso omiso de que el aporte suficiente de yodo en la dieta es la causa más frecuente, aunque prevenible, de hipotiroidismo neonatal y de retraso mental, señala el Carlos Valverde.

No obstante los esfuerzos realizados para la erradicación de estos padecimientos, como la yodación de la sal de mesa y/o del aceite comestible, el tema continúa como un problema de salud pública mundial. Por tanto, para el científico no bastan las legislaciones que decretan la suplementación de yodo, se requieren políticas y programas de vigilancia epidemiológica continuas.

En 1991 México inicio el programa de verificación sanitaria encontrando que sólo el 24 por ciento de la sal para consumo humano cumplía con la regulación vigente; es decir, que contenía entre 15 a 45 mg de yodo por kilo de sal. Actualmente se estima que más del 80 por ciento de la sal que se comercializa en el país cumple con la norma. Sin embargo, siendo México un mosaico socio-cultural diverso, hay lugares del país donde la sal consumida no contiene yodo y el principal aporte de este elemento esencial son los alimentos procesados, principalmente el pan, que a nivel mundial se estima representa el 70 por ciento del consumo de sal.

Ante este panorama, al especialista le resulta preocupante la reciente noticia anunciada por el gobierno federal, según la cual se acordó con la industria panificadora nacional reducir el 10 por ciento del contenido de sal en sus productos.

Entre las razones aducidas para celebrar este acuerdo se destaco la prevención de “… enfermedades cardiacas, cerebrovasculares y renales”. Para Valverve, esta medida, como suele ocurrir en nuestro país, es una imitación, quizás extra lógica, de lo que algunas naciones de la Comunidad Europea vienen realizando desde hace ya 4 años y cuyos resultados en la prevención de la hipertensión no son concluyentes.

“La vigilancia sanitaria es responsabilidad del Estado, pero deberían enfocarse en otras medidas y no quitar la sal al pan. En esa lógica, mejor que se la quiten a las Sabritas”.

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