Desconocer las matemáticas también es un analfabetismo, de la lógica y razón

La Crónica de Hoy
25 de junio de 2012
Isaac Torres Cruz

Academia

Cuando era adolescente, la abuela de Carlos no lo bajaba de «vago», pero él mismo lo reconocía. Era un mal estudiante y sus prioridades eran el billar y el futbol, sus principales fuentes de diversión.

Sin embargo, en los exámenes de matemáticas siempre le iba bien. Un poco de presión de sus abuelos y padres lo impulsaron a seguir estudiando y llegar a cursar la licenciatura en matemáticas en la UNAM. Ahí se hizo un poco más responsable, pero no fue sino hasta que obtuvo una beca para realizar su doctorado en la Université Claude Bernard de Lyon, Francia, cuando se tomó todo en serio y se aplicó ante el temor de no obtener buenos resultados. La exigencia y nivel eran altos, pero concluyó satisfactoriamente; no sólo reafirmó su enorme gusto por las matemáticas, sino se dio cuenta de que podría hacer más cosas. A su regreso a México, no le costó casi esfuerzo encontrar su primer empleo como académico en la UNAM, pero bueno, “eran otros tiempos”.

Entre esas otras “cosas” se encontraba hacer divulgación e investigación, la actividad “más padre del mundo, sobre todo cuando nos salen las cosas, o sea no siempre”.

En entrevista, Carlos Bosch Giral relata que es una labor donde se demanda mucho trabajo, estudio y conocimiento de técnicas, para “estar listo en el momento cuando uno tenga una idea y la pueda aprovechar”. La investigación hace que uno contribuya al acervo del conocimiento mundial, y para él motivos de una satisfacción maravillosa.

UNA VIDA SIN “MATES”. Para el académico del ITAM, el trabajo que desempeña junto con sus colegas no es sólo el empleo del lenguaje de los números, su materia prima son en realidad las ideas. “Un matemático no requiere de laboratorios, trabaja con ideas y las transforma hasta llegar a una idea original”.

A Bosch Giral le gusta hacer de esas ideas paralelismos entre la lengua y las matemáticas, donde encuentra puntos conexos involucrados en el desarrollo del aprendizaje en las personas.

Porque, ejemplifica, en una se aprenden letras y en otra números; palabras y operaciones sencillas; después se desarrolla la capacidad de leer y escribir textos amplios así como la realización de operaciones más complicadas. “Uno esperaría que la población mexicana aprendiera a escribir una cuartilla sin errores y resolver cierto tipo de problemas, razonando y sin equivocarse. Ambas son importantes porque componen las líneas formativas de nuestra educación”.

Para el académico, lengua y matemáticas no pueden estar una sin la otra, aunque sean lógicas y razonamientos diferentes. Pero su carencia es por igual un tipo de analfabetismo.

“No saber de ciencias y matemáticas es un analfabetismo lógico, puesto que la manera de ver la vida es muy distinta cuando se puede explicar a diferencia de cuando es mágica; es el primitivismo o la modernidad. Si uno maneja bien el lenguaje se puede comunicar mejor y las matemáticas, además de ser el lenguaje de las ciencias, es el lenguaje de las ideas, lo mejor que tiene el hombre”.

Sin embargo, no hay que satanizar a nadie, dice, porque el problema común en nuestro país es cómo se nos han enseñado las matemáticas: de forma mecánica, repetitiva, sin explicaciones y de manera aburrida.

“Eso como si sólo viéramos los huesos en el cuerpo humano y los aprendiésemos de memoria sin saber para qué funcionan y qué hay alrededor de ellos. Sería un cuerpo humano muy aburrido”.

Sí hay una parte mecánica en las matemáticas, fórmulas y procesos, añade, pero es al igual que conocer las reglas de la ortografía y conjugación. “Por eso tenemos que pasar ese umbral mecanicista para entender una novela o razonar las matemáticas”.

Y ¡caray!, pues las matemáticas no se enseñan así en México. Por lo tanto, es un reto para él y sus colegas cambiar este panorama. Motivación que propició que, junto con José Antonio de la Peña, fundara el programa más exitoso de la Academia Mexicana de Ciencias: La Ciencia en tu Escuela.

EN TU ESCUELA. El objetivo de este programa, es darle a los profesores de educación básica las herramientas y conocimientos para que cambien su percepción de las ciencias y matemáticas y logren enseñarlas de manera distinta a sus alumnos.

¿Cómo hacer que los profesores se acerquen a la ciencia? De igual forma que lo hacen los científicos, de manera indagatoria, refiere. “Experimentan, corrigen, conjeturan, toman nota y cotejan resultados con sus colegas”.

El programa que coordina la AMC, junto con la SEP, tiene 10 años funcionando con mucho éxito y ha formado a alrededor de 6 mil profesores. No obstante, es una cantidad pequeña considerando que existen en el país 1 millón 200 mil maestro del nivel básico. Por lo tanto, ahora llevan a cabo un esfuerzo adicional al montar La Ciencia en tu Escuela en un programa a distancia, pero escolarizado. El primer proyecto piloto ha atendido a mil 500 profesores en un año y esperan que crezca a un mayor número gradualmente, principalmente en los estados.

Para Carlos Bosch, la coordinación con la SEP ha permitido incluir el programa en Carrera Magisterial y cada año se inscriben más maestros de los que pueden absorber. Pero más allá de motivaciones económicas o personales, el investigador enfatiza que involucrarse en este proyecto habla muy bien de los maestros, principalmente porque no tuvieron una formación adecuada en las escuelas Normales.

DIVULGAR. El matemático ha trabajado con maestros, pero de igual manera dio cuenta de que la población en general requería de una mejor cultura científica y matemática. Eso lo ha llevado a realizar diversas actividades de divulgación —su medio favorito, dice, es la radio, donde hay un mayor reto ante la ausencia de imágenes—.

Ver a este personaje en “acción” divulgativa puede ser muy lúdico y divertido, pero enfatiza que por sobre los juegos siempre debe prevalecer una explicación sólida, que transmita conocimientos de la forma más adecuada.

No obstante, hacer divulgación requiere de muchos más científicos, formados y que quieran hacerlo, para propiciar una mejor cultura, como refiere. En México existe el Sistema Nacional de Investigadores como parámetro para hacerse una idea del número de científicos que hay en el país, unos 18 mil aproximadamente. Pero hay que restar a aquellos que no les interesa la educación y que piensan en la divulgación como una pérdida de tiempo. Eso nos deja en números por debajo de países del orbe.

“Los que hacemos divulgación corremos en una pista con muchos obstáculos, donde tenemos que además formar alumnos, hacer investigación y atender a maestros; comparados con otros países nos toca una carga mucho mayor. Muchos lo hacemos con gusto, pero ojalá hubiera más académicos que pusieran su granito de arena”.

http://bit.ly/Ltm9Rk


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