Hay regiones indígenas y rurales que ni siquiera sabemos cómo impacta el narco

La Crónica de Hoy
27 de enero de 2012
Isaac Torres Cruz

Academia

A la edad de 18 años, Salomón Nahmad Sitton estudiaba la licenciatura de Trabajo Social en la UNAM, institución que promovió la realización de servicio social en comunidades rurales indígenas. Promovida por el doctor Guillermo Haro, en Cholula, Salomón Nahmad llegó a esa entidad para estudiar la problemática rural y cultural. Entraría en contacto con la Escuela Nacional de Antropología e Historia y se adentraría a un trabajo con el que se involucraría el resto de su vida.

Así conocería a sus maestros, Ricardo Pozas, Julio de la Fuente, Juan Comas, ente otros, para conocer más sobre las relaciones sociales, injusticia y pobreza que se vive en el campo. Hacen muchas décadas ya del inicio de esa brillante carrera que derivaría en una lucha a favor de las causas indígenas de México y otros países americanos, que entre otros reconocimientos le valdría la medalla Bronislaw Malinowski que otorga la Sociedad de Antropología Aplicada, en Seattle, Washington, EU, en 2011.

Pero ¿qué ha cambiado a favor de los indígenas a lo largo de todo este tiempo, hasta qué punto al día de hoy? Para el investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) en Oaxaca, ha habido varios cambios en la historia de las ciencias sociales y antropología en México.

Hace un centenario, apunta, en plena efervescencia de la Revolución, las condiciones de vida de la población indígena y campesina era muy compleja y grave, sin embargo no se han encontrado los caminos para lograr una igualdad social, menos injusta, con mejor distribución de la riqueza hasta nuestros días.

“Por un lado la población ha crecido enormemente y por otro las posibilidades de satisfacer necesidades básicas es más difícil. Las condiciones de pobreza de hace 100 años eran muy graves, pero las de hoy lo son más porque la población ha aumentado 10 veces más desde 1915. Las condiciones agrarias del país siguen siendo muy complejas, y lo que ha pasado ha sido la transferencia de campesinos a ciudades con mayor pobreza”.

El consejero del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, (Coneval), recordó que este órgano estima en 52 millones la población en situación de pobreza, de los cuales 20 millones se encuentran en extrema pobreza. Pero no sólo es un reto para los distintos niveles de gobierno encontrar soluciones, sino también para las ciencias sociales, el camino para alcanzar muchas respuestas.

“Se requiere de mucho trabajo, en una planificación social a nivel municipal, en cada región y microrregión del país, y a nivel de cada estado para cambiar esta situación caótica y desastrosa. Para que las condiciones de vida de la mayoría de la población, más aún para la indígena, puedan mejorar”.

SIERRA TARAHUMARA. Para ejemplificar la ineficacia al combate de la pobreza en las comunidades más desprotegidas, el también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y ex director del Instituto Nacional Indigenista, plantea en entrevista la emergencia alimentaria por la que atraviesa la población rarámuri y que ha volcado la atención de sociedad y medios de comunicación.

En distintos momentos de la historia reciente del último siglo de México, señala, ha habido decisiones positivas, como el reparto agrario y una redistribución de la riqueza a nivel nacional muy importante. Sin embargo, la política de atención al desarrollo agropecuario para prevenir estas hambrunas no se sostuvo.

Relata que hace 50 años se planificó, cuando se abrió el Centro Coordinador de la Tarahumara, cuyo objetivo fue generar empleos a través de empresas forestales de los pueblos indígenas y prevenir estas crisis. “Pero transcurrieron los años y las políticas y hoy, desafortunadamente, ya no hay apoyo a las actividades forestales de las comunidades. Si se hubieran sostenido los propios recursos naturales que tiene la gran región Tarahumara (donde viven cuatro grupos étnicos) hubiera permanecido la capacidad de dar sustento a su población”.

El especialista enfatiza que se pueden aprovechar los recursos de manera racional y eficiente en la región y el abandonarlo provoca la crisis que ahora queremos resolver por la vía de la caridad pública y de la solidaridad humana. “Se hacen esfuerzos, se vierte toda la energía en todo un sexenio pero al siguiente se para y usa otra estrategia sin atacar el problema de manera integral”.

Pero no sólo es un problema de los rarámuris sino de 150 mil indígenas y de los 20 millones de pobres en situación extrema en Oaxaca, Guerrero, Chiapas y, Veracruz, con disparidades, incluso entre municipios, “que son insultantes”.

— ¿Y cómo ha recrudecido a estas poblaciones la falta de oportunidades en su inserción en asuntos de narcotráfico?

— Un ejemplo. En la región de la Sierra Madre Occidental hay un núcleo duro por su incomunicación que permite que el cultivo de enervantes se de por las condiciones de pobreza. No hay la menor idea de lo que pasa en esas regiones tan aisladas de Nayarit, Jalisco, Durango, Chihuahua…

Nahmad Sitton refiere que existen municipios donde el tema de venta de armas, homicidios y otros problemas generados por la delincuencia que indignan en casi todo el territorio nacional permea estos lugares desde hace 30 o 40 años. Siempre por la demanda exacerbada de la sociedad urbana industrial de EU, Canadá y México, “que está enajenada y sin proyecto de vida social”.

“Ver fotos de los muertos en la Tarahumara por el narcotráfico es más grave que verlos viviendo de caridad. El problema es que este modelo de insanidad ha penetrado a las regiones más apartadas del país. Hay que revisarlo, seguro se tiene miedo de hablar de ello y porque tocamos los asuntos con suavidad cuando sabemos que son graves y complicados”.

POLÍTICA-FICCIÓN. Nuevamente recalca que también es responsabilidad de académicos y científicos resolver este tipo de conflictos, que hemos dejado crecer. Pero enfatiza aún más que los gobiernos descoordinados entre sí, han sido incapaces de tomar decisiones de fondo. Porque, acota, no hay un eje rector de la política social para todo México.

“Vivo preocupado y angustiado de las condiciones de pobreza, a muchos nos preocupa la forma en que se busca resolverla: como con un curita a un enfermo de cáncer. Ahí tiene mucho que hacer la ciencia y la AMC, que permitiría una mejor planeación, pero no se entiende…

“Así, volvemos a caer en discusiones, pleitos políticos, y a ideologizar todo el fenómeno humano y no de atacar el problema. Con ideologías no saldremos del atolladero en el que se encuentra el país, sino con rigor científico”.

Recuerda que los jóvenes luchadores sociales de su generación han combatido toda su vida para cambiar el panorama pero se han topado con barreras infranqueables. En tanto, puntualiza, la gente que toma las decisiones no deja avanzar el país hacia una verdadera estrategia nacional para sacar el país de su hundimiento. No se puede hacer nada en un solo sexenio, con tanta grilla no se hace nada solo una repartición de puestos”.

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