El Economista
24 de enero de 2012
J. Sánchez Onofre y M. Lino
El miércoles, en el Senado, se planteó el principio de lo que puede ser una revolución para México: la creación de una Secretaría de Ciencia y Tecnología.
«Es una manera un tanto novedosa de promover la creación de una secretaría. El procedimiento normal, supongo porque no soy un experto, ha de ser que se hace a propuesta desde el Ejecutivo y que éste lo hace tomando en cuenta su propio plan de trabajo», comenta el doctor Arturo Menchaca Rocha, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias.
Menchaca dice esto en respuesta a la pregunta: ¿Qué posibilidades reales tiene la propuesta, tomando en cuenta el escaso o nulo interés que ha mostrado el presidente Calderón en la ciencia y la tecnología?
“En este caso es una iniciativa del Legislativo que, dados los tiempos, tendría que ser implementada por el próximo Presidente”.
ENTUSIASMO CAUTELOSO
El doctor Menchaca comparte el entusiasmo con respecto a la propuesta no sólo con la comunidad científica, para la cual ésta es una vieja demanda, también con la Iniciativa Privada.
“El nuevo paradigma del desarrollo es la economía del conocimiento. Los países que no tomen esta prioridad están condenados a la dependencia y el subdesarrollo”, comenta Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente de la Coparmex.
“Academia, industria y sociedad civil comenzamos a participar. El tema es crear iniciativas que nos competen a todos y que tengamos una forma de compartir experiencias y recursos para hacer realidad esta serie de proyectos para apoyar y fomentar la ciencia y la tecnología de nuestro país”, dice Arturo Molina, vicerrector de Investigación y Emprendedurismo y Desarrollo Social del ITESM.
Para Julio Mendoza Álvarez, director general del Instituto de Ciencia y Tecnología del DF, con la creación de una secretaría se tendría más peso en la definición de políticas de Estado para la innovación, lo que permitiría generar riqueza y empleos.
Los expertos coinciden en que falta un largo camino y que hasta ahora la innovación avanza a paso lento en México.
“México ha mejorado en el desarrollo de innovación y desarrollo tecnológico, pero no hemos avanzado lo suficiente. Aunque en el índice de competitividad del WEF del 2011 subimos 15 posiciones en innovación al lugar 63” (de 142 países), comenta Gutiérrez Candiani.
LECCIONES DE BRASIL Y ARGENTINA
El país latinoamericano que se ha destacado como ejemplo en la inversión en ciencia y tecnología es Brasil.
Luisa Massarani (coordinadora regional del sitio SciDev) destaca en un artículo en el sitio que en dicho país “desde el 2003 tanto el presupuesto de ciencia del país, como el número de becarios de investigación en las universidades brasileñas se han más que duplicado”.
Del 2003 al 2010, el financiamiento para la ciencia se incrementó desde 1,26 hasta 1,56% del PIB.
El avance brasileño se ha dado sobre todo en el aspecto académico. Actualmente, Brasil produce 55% de todos los artículos con revisión de pares de América Latina, según la revista Nature.
Por otra parte, según el primer Ranking de Universidades: América Latina (dado a conocer el pasado 3 de octubre), de las 200 universidades incluidas, 65 son brasileñas, 35 mexicanas, 25 chilenas y 20 colombianas.
Sin embargo, “la ciencia brasileña aún se enfrenta al problema de la participación relativamente baja de las empresas privadas en el financiamiento a la investigación”, dice Massarani.
En Argentina, desde la creación del Ministerio, “a pocos meses de asumido el gobierno de Cristina Fernández, ya no sólo se despliega una política de financiamiento a través de subsidios y créditos blandos, sino que se promueve ‘una asociación del sector público y privado’ desde el comienzo de los proyectos”, indica Lino Baranao, ministro de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva de Argentina a Cronista.
“Para establecer un puente –dice Baranao- y una asociación más productiva intentamos nuevas aproximaciones al tema”. ¿La mecánica? Se pone como requisito la asociación de empresas con algún organismo público para que los asesore o les brinde información técnica.
“Hemos dado un paso más y lo que estamos financiando son consorcios público-privados con un determinado objetivo”, explica el Ministro.
Hay otro desafío. “Es necesario introducir un cambio cultural, porque durante décadas fue muy mal visto que un investigador se involucrara en una actividad productiva. Era considerado una especie de prostitución de la academia (…) siendo que la única manera en que le llega finalmente al ciudadano la inversión que el Estado hace en investigación en las universidades e institutos es a través de una empresa”, plantea el Ministro.
LAS CIENCIAS SOCIALES TAMBIÉN EXISTEN, ¿NO?
La secretaria ejecutiva del Congreso Mexicano de Ciencias Sociales, Cristina Puga, advirtió sobre la necesidad de tejer nuevos mecanismos de comunicación entre el poder, la industria y las ciencias sociales.
Al anunciar el congreso Desafíos y horizontes de cambio. México en el siglo XXI, reportado por la agencia Notimex, dijo que existe indiferencia hacia todo lo que las ciencias sociales tienen que ofrecer.
“Hay una brecha” entre la producción de las ciencias sociales y la respuesta del poder y de quienes elaboran las políticas.
“Es muy lento el camino entre lo que hacemos y lo que se recupera, por un lado, además de que hay una postura de los científicos duros en el sentido de que los que se dedican a las ciencias sociales son light”, lamentó Puga Espinosa.
manuel.lino@eleconomista.mx