LA RECETA DEL ÉXITO ESTÁ EN TRES INGREDIENTES: SARUKHÁN


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Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/222/11
México, D.F., 10 de noviembre de 2011

  • Una buena idea, el campeón de esa idea y tenacidad, los ingredientes
El Dr. José Sarukhán Kermez, presidente de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) y ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
El Dr. José Sarukhán Kermez, presidente de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) y ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
Foto: AMC
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“Para que las cosas funcionen en cualquier parte del mundo y principalmente en México, se necesita: una buena idea, alguien que se vuelva el campeón de esa idea y tenacidad; así las cosas salen, y no he mencionado el dinero como ingrediente, ese llega si las tres cosas existen, a veces, difícilmente pero llega”, asegura el Dr. José Sarukhán Kermez, presidente de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).

Sarukhán Kermez, quien fue distinguido en semanas pasadas con la Medalla al Mérito Cívico «Eduardo Neri, Legisladores de 1913», entregada por la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, por ser un ciudadano distinguido y por servir a la colectividad nacional y a la República, manifiesta que “el hecho de que el Congreso de un país decida reconocer a un miembro de su nación, como es el caso de la medalla “Eduardo Neri”, es muy honroso”.

“Toda la experiencia en relación a la medalla del Congreso fue una sorpresa privilegiada, grata y honrosa. La imagen conceptual del reconocimiento del órgano legislativo es la representación social del país y eso tiene un gran significado”, afirma Sarukhán, ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias.

El primer doctor en Ecología en México se dice afortunado. Él nunca ha buscado ningún premio sólo “hacer lo mejor, con responsabilidad, seriedad y profesionalismo”, porque lo último que se tiene que esperar es el agradecimiento y el reconocimiento. “Si ambos ocurren hay que formarlos como Clint Eastwood decía ‘Go ahead, make my day’ (Adelante, alégrame el día)”.

“Me parece que debe haber un sentido de responsabilidad de la función, de la cual uno es responsable en términos de cómo hacer lo mejor, y más aún en los puestos de servicio público. El primer motivante debe ser el convencimiento de que uno hizo lo que entendió que era lo mejor y hacerlo honestamente”, señala.

La filosofía que ha predicado el científico la ha compartido con amigos y colaboradores en los múltiples cargos que ha ocupado, “estas cosas –premios y reconocimientos- llegan particularmente cuando uno no las busca…cuando uno está preocupado no por el trabajo actual sino por el trabajo que va a seguir, las cosas no salen bien; además esa es una manera predadora de avance”.

El único mexicano que pertenece a Royal Society y que recibió este honor por su trabajo realizado en México cuenta, sobre su ingreso a esta institución, que un día recibió un correo de John L. Harper, que había sido su tutor del doctorado 25 años antes, para decirle que iba estar en “la lista de los buenos y los escogidos”, semanas después se hizo miembro de la misma con gran sorpresa.

Desde su paso por la Facultad de Ciencias, en la carrera de Biología, pensaba en convertirse en investigador, aunque en los primeros años de los 60´s las opciones para el desarrollo profesional eran realmente limitadas, básicamente del 80% de los que egresaban de la carrera su chamba era ir a dar clases a las preparatorias, privadas o públicas.

Aunque Sarukhán ha ejercido la docencia durante mucho tiempo, en un principio decidió resistir lo más posible la necesidad de ingresos y en el último año de la carrera tuvo una propuesta de recibir una beca, “en esos tiempos eso era una cosa inédita, me daban 300 pesos al mes para trabajar en investigación en el trópico de México con el barbasco”.

Al estar en contacto con el trabajo de campo sobre esa planta nativa de México, de donde se extraen todos los corticosteroides, es decir, de donde sale la cortisona, los anticonceptivos, hormonas femeninas, etcétera, reafirmo su interés por la investigación.

Satisfactoriamente recuerda el fondo económico para la investigación que las industrias farmacéuticas destinaban por cada cantidad de barbasco que usaban para producir los fármacos, “eso es algo que Enrique Beltrán instituyó en su tiempo y con eso se formó la Comisión Nacional de Dioscóreas. Entonces tenía una beca para hacer mi tesis de licenciatura en el campo, trabajaba y simplemente me había sacado la lotería en grande”.

Con una filia muy identificada hacia la investigación, entre un movimiento y otro, terminó viajando a Gran Bretaña, se estableció en la Universidad de Gales e hizo su doctorado en Ecología de Poblaciones.

Una vez en la meca mundial de Ecología de Poblaciones, aprovechó los conocimientos de su supervisor John L. Harper, al que ecólogos de todo el mundo visitaban. Luego regresó a México y estableció su laboratorio en el Instituto de Biología.

Con su interés y el de otros, se empezaron a desarrollar todas las bases de lo que ahora es una amplia comunidad ecológica en el país. “Yo tenía un pequeño laboratorio en el Instituto de Biología, el que luego se convirtió en un Departamento, después en el Centro de Ecología, luego se convirtió en Instituto de Ecología”, narra el miembro de El Colegio Nacional.

Con estos antecedentes se formó el Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIECO) de la UNAM, Campus Morelia, y luego surgió el doctorado en la máxima casa de estudios hasta llegar a la formación de un número importante de doctores en Ecología en el país.

El ex rector de la UNAM aún guarda la carta en la que el Instituto Nacional de la Investigación Científica (INIC), organismo antecedente del CONACyT, fechada en el año 1967, le informaba que no le daban una beca por su posgrado porque la Ecología no estaba dentro de sus prioridades.

“En los últimos años de los sesentas, la Ecología era algo esotérico…es decir, la comunidad de ecólogos que existe en México actualmente es relativamente joven, pero muy vigorosa y muy reconocida en el mundo”.

Y aunque es gracias a la investigación del país y otras naciones en el mundo que México aumentó su esperanza de vida a 77 años, la sociedad no reconoce estos logros. La gente y los gobernantes ignoran la magnitud de la investigación y del conocimiento, subraya.

Para ejemplificar lo anterior menciona el sismo de 1985 en el que no hubo más muertes gracias a la reglamentación de construcción que estuvo basada en la investigación de la ingeniería mexicana “y los edificios que se colapsaron fue por que no siguieron las recomendaciones”, sostiene.

El ex rector de la UNAM considera que el sector académico no ha jugado su papel adecuadamente a la hora de transmitir a la sociedad la importancia del quehacer de la investigación, principalmente en México: “Por eso es necesario hacer esfuerzos de comunicación eficaz para convencer a la sociedad de la necesidad de invertir más recursos y, para concebir a esa actividad como la principal palanca de cambio del país”.


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