A Ciencia cierta
07 de febrero de 2006
Juan Carlos Miranda Arroyo*
Ahora que reinició la contienda por la Presidencia de la República, se han generado diversas opiniones sobre el papel que jugarán los medios de comunicación en las elecciones de este año. Los expertos examinan los mensajes implícitos o explícitos de los candidatos en torno a temas centrales de la vida nacional; de manera específica revisan, por ejemplo, la evolución de las frases o ideas de campaña, así como la pertinencia o no de algunas propuestas de cambio para el país y, entre otros aspectos, analizan hasta qué punto los aspirantes dejan en claro la factibilidad de los compromisos o la necesidad de dar continuidad a ciertas políticas públicas.
Los equipos de campaña batallan para saber de qué manera se puede tocar con mensajes sencillos a las conciencias de los electores, ya sea a través del uso tradicional de los medios (en especial los electrónicos), o bien, mediante actos cara a cara con los ciudadanos y simpatizantes. El objetivo es lograr el mayor y mejor impacto posible en la intención del voto e ir más allá de la simple transmisión de contenidos programáticos.
Se juegan así todas las cartas y se van configurando nuevas formas y mecanismos de comunicación. En la parte verbal o discursiva se lanzan mensajes, propuestas y líneas de acción a través de medios impresos y electrónicos (actualmente la política también pasa por internet). En el ámbito no verbal, gesticular o corporal, los candidatos usan el contacto personal a través de la exhibición intencional de imagen, rasgos de personalidad, actitudes, valores, gustos, antecedentes, etcétera, a efecto de convencer de cualquier forma al público votante, y en especial a los ciudadanos indefinidos.
Conviene entonces reflexionar sobre qué estrategias sugieren las teorías actuales de la comunicación social y qué aplicaciones pueden derivarse de ellas, a efecto de evaluar la efectividad de los candidatos y sus campañas.
Hoy en día las teorías de la comunicación social están obligadas a explicar la complejidad de las intermediaciones que tienen lugar durante los procesos comunicativos, por ejemplo, en campos específicos como la política electoral y las prácticas democráticas. De ahí la necesidad de explicar la transformación de los microsistemas de interacción humana, entre otras razones, debido a la introducción de las nuevas tecnologías de información, con todo y sus novedosos lenguajes, códigos y estrategias, y luego estudiar cómo esto tiene resultados en la toma de decisiones durante el sufragio.
Ya no se consideran válidas las descripciones simples para entender los complejos episodios de la comunicación humana. Por ello las teorías reconocen el procesamiento inteligente de los mensajes tanto del emisor como del perceptor en cada acto comunicativo. En ello estriba la importancia de la intermediación.
Un caso específico de intermediación se da en la práctica cotidiana de los medios informativos, escritos o electrónicos, pues los líderes de opinión tienen su propia vela en el entierro. Es evidente que los conductores, editores y analistas de prensa, radio y televisión tienen ya una definición sobre la orientación de su voto. No hay neutralidad, sino matices y afinaciones. Es difícil que, a estas alturas, la opinión pública no haya tomado una decisión sobre los tres candidatos más visibles y factibles; pero al final de cuentas los electores harán sus propios filtros, y tendrán la decisión final en sus manos. La relación causa-efecto en la comunicación social no es lineal, sino más bien multifactorial.
Eso lo deben saber muy bien los coordinadores de campaña de Calderón, López Obrador y Madrazo.
* Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro.