Cuando se encuentran los inencontrables

A Ciencia cierta
31 de enero de 2006
Miguel íngel Méndez-Rojas*

El aumento en las actividades industriales ha conducido no sólo a una mejora en la calidad de vida de la población, sino también al incremento en la concentración de distintas sustancias en el medio ambiente que antes no se encontraban ahí­.

Me voy a referir únicamente en este espacio a los metales, que en general han encontrado nuevos nichos biológicos y ambientales que antes no los contení­an. Metales como el plomo, aluminio, estaño, vanadio, ní­quel, manganeso, cadmio e incluso mercurio, provenientes de distintas fuentes (acumuladores, pinturas, estabilizadores, aditivos, soldaduras, catalizadores automotrices, baterí­as, troquelación de piezas metal-mecánicas, herbicidas…) han llegado a detectarse no sólo en organismos inferiores, sino también en seres humanos en zonas con industrias que los emplean en sus procesos.

No es una cuestión de alarmarnos y alejarnos de las zonas urbanas, sino de aprender a convivir con la mayorí­a de estos contaminantes e interesarnos por entender la compleja relación biológica que irán desarrollando con nosotros.

La mayorí­a de los seres vivos son capaces de generar adaptaciones que les permitan hacer frente a situaciones que se alejan de su cotidianidad. Millones de años de evolución nos han permitido elegir de entre decenas de elementos biodisponibles, sólo aquellos que son más útiles en procesos metabólicos diversos (respiración, catálisis enzimática, replicación genética).

La presencia de nuevos vecinos en el vecindario puede o no ser preocupante, dependiendo de las concentraciones y/o de interacciones indeseables, muchas de las cuales ni siquiera conocemos de inicio.

En nuestro grupo de investigación hemos enfocado nuestra atención a analizar una pequeña fracción de las interacciones entre metales contaminantes y algunos fármacos antiinflamatorios de uso extendido (Aspirina, ibuprofen, diclofenaco, entre otros). No nos ha sorprendido encontrar que se forman complejos de coordinación con suma facilidad, y muy estables, algunos de ellos insolubles y otros solubles en medios acuosos.

El problema que pretendemos modelar es el de un individuo que a través del transcurrir del tiempo bioacumula metales en su organismo, que luego son liberados lentamente y se movilizan por el cuerpo de manera constante (no siempre excretándose). Parte de los sí­ntomas relacionados con la intoxicación con metales (inflamación y dolor muscular, resequedad y enrojecimiento de mucosas) pueden confundirse con mucha facilidad con procesos inflamatorios comunes; en estos casos, es fácil que el individuo se automedique (un problema muy extendido en México), siendo los antiinflamatorios de uso sin receta las primeras opciones para controlar el padecimiento en cuestión.

¿Qué ocurrirí­a in vivo si se formaran los compuestos metal-fármaco derivados de la interacción quí­mica entre ambas sustancias? La respuesta es compleja, y es muy temprano para incluso generar un patrón general; es muy probable que cada caso merezca un estudio particular, empleando modelos adecuados para cada situación.

Al menos (en nuestros estudios preliminares) hemos notado que los complejos de metales pesados (Pb, Cd) con Aspirina (ácido acetilsalicí­lico) son más tóxicos que los metales aplicados (en modelos animales) por sí­ solos. Por eso es importante hacer más investigación. Para ver en donde hasta ahora, no hemos visto bien.

*Director del Centro de Investigaciones Quí­mico-Biológicas, UDLA. En este espacio de la Academia Mexicana de Ciencias escriben integrantes de la comunidad cientí­fica.
amcpress@servidor.unam.mx

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