`Homo academicus`

El Universal
12 de julio de 2005
Alberto Aziz Nassif

NO sucede todos los dí­as, por eso se trata de una experiencia diferente en este paí­s que está saturado de cuestiones electorales. Hace unos dí­as la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) hizo la presentación de una encuesta de opinión a los integrantes del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). El tema fue la polí­tica en ciencia y tecnologí­a del gobierno federal.

Con estos resultados tenemos una primera visión sistemática de lo que piensan los investigadores del paí­s que forman una parte del campo académico; se trata de un sector privilegiado, por eso es significativa la crí­tica y las opiniones. En México ese homo academicus (Pierre Bourdieu) tiene una mirada crí­tica sobre la polí­tica cientí­fica y la institución encargada de operarla, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologí­a (Conacyt).

En cualquier espacio de las polí­ticas públicas es necesario contar con un mapa de lo que piensan los usuarios de los programas. Si en algún campo es necesario establecer una mirada crí­tica, es en materia cientí­fica. De entrada es necesario dejar atrás los esquemas verticales para la toma de decisiones e inaugurar una fase de retroalimentación, porque esta ví­a puede establecer mecanismos eficaces para corregir y mejorar planes y programas.

La encuesta se realizó por iniciativa de la AMC y la hizo un despacho especializado en estudios de opinión (Beltrán & Asociados). El universo fueron los 10 mil 990 investigadores del SNI (padrón de 2004) y respondió 39%, porcentaje que cubre las caracterí­sticas sociodemográficas del universo del SNI (género, nivel en el SNI, estado de la República, institución y área de investigación), por lo que los resultados son altamente significativos. Como se trató de un ejercicio de autorrespuesta para todos los integrantes, no se hizo un muestreo. Todo el proceso se hizo a través de internet, así­ que tanto por el tema y el sector, como por la forma de hacerlo, resulta novedoso para el paí­s.

Se puede estar de acuerdo o no con lo que opinan los investigadores, pero no se les puede ignorar porque se harí­a más grande la distancia entre el Conacyt y la comunidad cientí­fica del paí­s.

Los resultados indican que hay una percepción clara sobre la jerarquí­a de los principales problemas del campo: en primer lugar está la falta de recursos financieros necesarios, después viene la falta de una estrategia pública adecuada y, en tercer sitio, una distribución inadecuada de los recursos. Siguen otras como la falta de atención a las propuestas de esta comunidad y al final la falta de propuesta sobre lo que conviene al sector.

Las jerarquí­as de la comunidad cientí­fica se establecen de la siguiente forma: hay una prioridad de la investigación básica y luego está la investigación aplicada y, en tercer sitio, el desarrollo tecnológico.

Existe la percepción de que Conacyt pone en primer lugar la ciencia aplicada y le da muchos recursos a la tecnologí­a, en detrimento de la ciencia básica. La mayorí­a (81%) opina que se deben apoyar por igual los dos tipos de investigación.

Una de las crí­ticas relevantes que hacen los cientí­ficos es que el gobierno se ha quedado por debajo de sus metas, tanto en materia de gasto como en el número de personas que se pretendí­a incorporar al oficio cientí­fico, así­ como la participación del sector privado y la promoción de los incentivos fiscales porque ninguno ha alcanzado los ofrecimientos que se hicieron al inicio del sexenio.

Otra parte importante de la encuesta se refiere al desempeño del organismo encargado de operar la polí­tica cientí­fica y tecnológica, el Conacyt. Los resultados de la polí­tica en ciencia y tecnologí­a se califican con un 5.4 (en una escala de cero a 10, donde lo más positivo es 10), lo que da para fines prácticos una reprobación. Cuando se desglosa este número existe información mucho más matizada: llama la atención que prácticamente el único resultado positivo es en materia de descentralización de la investigación (70% opina favorablemente).

La opinión es negativa en la atención a los problemas nacionales (5.84), y en los incentivos para el nuevo conocimiento (5.20). Una parte que merece especial atención, por su importancia, es la percepción sobre la eficiencia institucional del Conacyt en materia de becas y convocatorias. Se trata de una opinión muy negativa: por ejemplo, los integrantes del SNI consideran que las convocatorias son burocráticas (45%); además, los criterios y mecanismos de selección no son transparentes y el otorgamiento de apoyos es discrecional (43%).

Puede ser cierto o no, pero llama la atención la percepción negativa, sobre todo en este gobierno cuyos objetivos han tratado de ir por la ví­a de la simplificación y la transparencia.

Cuando se entra al terreno de la responsabilidad en el diseño de las polí­ticas para ciencia y tecnologí­a existe una mayorí­a (50%) que está en favor de un esquema tripartito en el cual participen el Estado, la comunidad cientí­fica y el sector privado. Sobre el mejor camino para fortalecer la ciencia y tecnologí­a, la mayorí­a (60%) opina que la responsabilidad financiera se debe compartir entre el Estado y el sector privado, con lo que quedan en minorí­a los que siguen pensando que sólo el Estado debe hacerse cargo del financiamiento.

Quizás este conjunto de crí­ticas obedece a un malestar en la comunidad cientí­fica del paí­s por las polí­ticas de centralización de decisiones; por la falta de comunicación entre la comunidad cientí­fica y las autoridades del Conacyt; por la poca transparencia en las asignación de recursos y el nuevo perfil de apoyar con fondos públicos de investigación a empresas privadas, cuando las instituciones públicas están llenas de necesidades; por la falta de consistencia de un proyecto general que evite las improvisaciones y el cambio accidentado de programas que han demostrado sus resultados y sus bondades.

En fin, la percepción indica que el malestar y el descontento se han sembrado a lo largo de los últimos años porque las autoridades cientí­ficas han adoptado actitudes de enfrentamiento, de reto con las comunidades cientí­ficas, de tortuguismo en la entrega de recursos financieros.

En esas actitudes habrá que buscar las respuestas a la percepción que tienen los cientí­ficos.

Investigador del CIESAS

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