Cambio de Michoacán
24 de enero de 2006
Redacción
Ricardo Cerón Plata
Los sismos de 1985 provocaron un impulso importante en la investigación sísmica del país, al grado que hoy algunos conocimientos generados por investigadores mexicanos en esta área han sido aplicados en diversos países del mundo; sin embargo, la infraestructura para hacer investigación sísmica en el territorio nacional es aún muy escasa, afirmó José Alberto Escobar Sánchez.
El investigador del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) destacó que, a pesar del gran déficit de recursos económicos, humanos y de infraestructura para hacer investigación sísmica en el país, algunos estudios originados por mexicanos luego son retomados por científicos de otras partes del mundo, como sucedió con las investigaciones en torno a la torsión sísmica, disciplina en la que se coloca a la vanguardia mundial.
A pesar de lo adelantado de esta disciplina científica en México, Escobar Sánchez lamentó que la instrumentación de construcciones para medir el efecto de torsión sísmica sea todavía muy escasa, pues se cuenta únicamente con 25 en todo el país, cifra muy pequeña en comparación con naciones como Japón o Estados Unidos, que tienen muchos más instrumentos, incluso en una sola ciudad.
El científico comentó que la escasez de recursos económicos es el principal motivo de ese déficit de edificaciones instrumentadas, dado que hace cinco años el costo para monitorear un inmueble ascendía alrededor de 800 mil pesos, contando únicamente la infraestructura tecnológica.
Aunado a lo anterior, indicó, hay poca participación de la iniciativa privada, la cual no muestra interés para que edificios privados sean instrumentados, incluso aún cuando se les dice que la información recabada será confidencial; por ello, la mayoría de los inmuebles instrumentados son del gobierno local o federal, como oficinas del Metro o de alguna secretaría.
Los estudios de torsión sísmica comenzaron desde la década de los 60, aunque el gran auge se dio en 1987, dado que cuando ocurre un temblor los edificios se desplazan de manera lineal, pero dependiendo del tipo de estructura, de las trabes y de los materiales con los que están construidas, también tienden a tener un movimiento angular, es decir, giran, a lo cual se le ha llamado torsión.
Algunos edificios que resultaron dañados por el sismo de 1985, comentó, fueron la consecuencia de una falta de conocimiento de los tipos de inmuebles que se construían en zonas de suelo blando; sin embargo, en la actualidad, si se siguen los reglamentos de construcción vigentes adecuadamente, las edificaciones de esos lugares deben resistir un temblor de fuertes dimensiones.
Escobar Sánchez aseguró que los sismos de 1985 en la Ciudad de México fueron un laboratorio natural que sirvió para comprender mejor el comportamiento de las estructuras ante un temblor y, por ende, crear mejores reglamentos de construcción en el país.
«A partir de 1985 se detectó una problemática en las construcciones de varias zonas de la Ciudad de México, que consistía en que los edificios, ante un sismo de fuertes dimensiones, se sometían a cargas muy grandes, que excedían su capacidad y debido a ello presentaron fallas y daños.
«Se hicieron estudios acerca de esa situación en el Instituto de Ingeniería. Se realizó un censo para detectar cuáles fueron las razones por las que presentaron daños esas estructuras, y se pudo comprobar una serie de problemas técnicos, donde destacaba el movimiento de torsión del edificio, el cual combinado con algunos otros, originaron daños a los edificios».
De acuerdo con el investigador de la UNAM, cuyo proyecto de estudio Torsión Sísmica, se encuentra en la lista de Casos de í‰xito de la Ciencia Mexicana, elaborada por la Academia Mexicana de Ciencias, muchos de los problemas provocados por la torsión surgieron por las modificaciones internas en los edificios.
«En muchas remodelaciones de edificios se suelen tirar paredes, sin consultar a especialistas, entonces cuando se tiene un inmueble en una esquina, con muros en los dos linderos traseros y ventanales en los de frente, ese edificio, si no fue diseñado de esa manera, puede presentar el movimiento de torsión durante un sismo».
De acuerdo con el investigador, esos problemas se vuelven más frecuentes en edificios construidos en suelos blandos, como los del centro de la Ciudad de México, por lo que, indicó, es muy importante tomar en cuenta la interacción de la estructura con el suelo.
Detalló que este tipo de movimiento se puede modelar de manera científica a través de instrumentación, por lo que de seguirse el actual reglamento de construcción en la Ciudad de México, los inmuebles deben ser capaces de resistir temblores de fuertes dimensiones.
Por último, Escobar Sánchez indicó que, aunque no hay convenios formales de trabajo con algunas otras instituciones de investigación, por lo general tienen un estrecho intercambio de información con colegas de las universidades de California y de Pittsburg, en Estados Unidos.