SNI: ¿un nuevo ciclo?

Campus Milenio
25 de febrero de 2010
Alejandro Canales*
canalesa@servidor.unam.mx

Opinión

Estimado lector, ¿recuerda que desde octubre del año pasado le comenté —y todos los meses lo he reiterado— que el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) tenía vacante el puesto de director? Finalmente, el pasado 18 de febrero, fue nombrado en el puesto el doctor Jesús Álvarez Calderón, un profesor de la UAM-Iztapalapa. El asunto es qué ocurrirá con el SNI: ¿iniciará una reforma profunda y comenzará un nuevo ciclo o continuará con el mismo patrón de comportamiento? Lo más probable es que ocurra lo segundo.

El año pasado el SNI cumplió su primer cuarto de siglo de vida y lo que en su momento pareció ser una medida efímera, dirigida a resolver una crisis coyuntural, resultó ser un programa de carácter permanente, altamente estructurado y complejo en sus procedimientos de gestión y recompensa.

La creación del programa fue por acuerdo presidencial en julio de 1984, para paliar los efectos de la crisis económica de esos años en la comunidad de investigadores. En los fundamentos del decreto se dijo que el programa estimularía a los investigadores de calidad notable y también a aquellos que estaban por iniciar su carrera en el ámbito de la ciencia. Estos últimos son los candidatos a investigador, los cuales siempre han representado entre 25 y 19 por ciento del total de integrantes del sistema. En la propuesta original de la Academia de la Investigación Científica (hoy Academia Mexicana de Ciencias), el organismo encargado de diseñar el programa no estaba incluida la figura de candidato, pero la SEP modificó la propuesta y sugirió incorporar a los candidatos.

Desde un inicio el SNI ha representado una parte importante en los ingresos del personal dedicado a la investigación. El programa, como se sabe, previa evaluación del desempeño individual, otorga una beca con montos diferenciados según cuatro diferentes categorías: candidato a investigador, nivel I, nivel II y nivel III (a partir de 1992 también incorporó la figura de investigador nacional emérito).

En general, los incentivos otorgados a quien pertenece al sistema representan alrededor de un tercio de sus ingresos totales. No obstante, también desde el comienzo ha sido claro que, según la normatividad correspondiente, los incentivos económicos percibidos por este concepto no forman parte del salario ni son una contraprestación por un servicio.

El SNI conserva sus objetivos y el mismo patrón de comportamiento, aunque ha tenido múltiples modificaciones en todos estos años. Los cambios más importantes han sido de orden técnico y operativo.

Por ejemplo, cuando se instauró el programa se estableció que sólo sería para investigadores del sector público y de tiempo completo. En el primer año aceptó a mil 650 miembros —poco más de la mitad de quienes solicitaron su ingreso—; una cuarta parte del total en la categoría de candidatos a investigador, alrededor de la mitad en el nivel I, otro 17 por ciento en el nivel II y solamente 6 por ciento en el nivel III.

En el primer año de operaciones del programa, el total de investigadores estaba distribuido en tres áreas de conocimiento: físico-matemáticas e ingeniería (43 por ciento); biológicas, biomédicas agropecuarias y químicas (43 por ciento), y sociales y humanidades (14 por ciento).

En los años siguientes las comisiones dictaminadoras del SNI han tenido diversos ajustes, principalmente se ampliaron y diferenciaron claramente las áreas de conocimiento. En buena medida por la dignificación y pugnas entre gremios profesionales y disciplinarios. Hoy se han separado claramente las ciencias sociales y las ingenierías. En la actualidad existen siete áreas del conocimiento.

También desde 1988 el sistema incluyó a los investigadores del sector privado, aunque inicialmente sólo recibían la distinción de investigador y el incentivo económico lo otorgaba la respectiva institución privada. Hoy, el gobierno federal otorga la distinción y una tercera parte del incentivo económico a esos investigadores.

Otros cambios también se han verificado en el SNI, como el recurso de apelación, los ajustes en los procesos de evaluación o la revaloración del vínculo entre investigación y docencia, por ejemplo. El año anterior se estimaba que existían 15 mil 565 investigadores en el programa, nueve veces más integrantes de los que tenía en un inicio. Sin embargo, conserva su estructura piramidal, una escasa movilidad interna y no ha logrado renovar la planta de investigadores ni ser un aliento para los jóvenes investigadores.

Seguramente el programa no podrá crecer de forma indefinida, en algún momento llegará su punto de inflexión. El asunto es si estamos por entrar a un nuevo ciclo o, como casi siempre ocurre, dejaremos que el problema nos estalle en las manos antes de intentar enfrentarlo. Si el nombramiento del responsable demoró más de cuatro meses sin que ocurriera nada y ya pasó más de la mitad de la actual administración, lo más probable es que ocurra lo segundo. Desafortunadamente.

* UNAM-IISUE/SES.


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