Cambio de Michoacán
9 de febrero de 2010
Carlos Enrique Tapia
Migración México-EU
Sin duda, las disculpas del secretario de Gobierno por el exabrupto de su jefe, respecto a la masacre de los jóvenes de Ciudad Juárez, distenderá la situación a cuya descalificación contribuyó el segundo; pero el gesto tardío, en medio de la rebatinga política, protagonizada particularmente por el PRI y el PAN, tiene también un signo político.
Bravuconadas como el traslado de los poderes estatales a Ciudad Juárez, la acusación del lidercillo michoacano de que sería un acto inconstitucional, y el griterío chuchista que haría cualquier cosa por tener los favores de ambos, no contribuyen a aliviar el dolor de 16 familias, cuyos hijos fueron masacrados y criminalizados.
La masacre de estos jóvenes es un crimen atroz; pareciera estar emparentada con las “labores de limpieza” emprendidas por grupos paramilitares y escuadrones de la muerte, como en Centroamérica y Sudamérica. También, refleja las tragedias y paradojas en las que actualmente vivimos, donde los jóvenes no parecen tener cabida.
Mientras la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) identificaba, al finalizar su XIX Olimpiada Nacional de Química, a los 16 estudiantes más talentosos del país en la materia, en Ciudad Juárez sepultaban a 16 jóvenes estudiantes, acusados irresponsablemente por el gobierno federal de ser delincuentes, sugiriendo que merecían haber sido masacrados.
El clima de las últimas semanas nubló las conciencias; además de haber traído tragedias a Michoacán, la Ciudad de México y el Estado de México, el atroz crimen contra tantos jóvenes, en un país donde existen más de siete millones de “ninis” y otros tantos miles de jóvenes profesionistas mal pagados y sin expectativas, refleja nuestra ruina social.
Los rigores del cambio climático que trajeron a nuestro estado y otras entidades del país, tragedia, muerte, pérdidas y desazón, bien podrían haber sido mitigados, si las autoridades de cualquier nivel hubiesen emprendido acciones muy específicas: desazolve de ríos, riachuelos y cauces hoy ocupados por la pobreza.
El asentamiento de cientos de familias que huyen de la violencia y la pobreza de sus lugares de origen, en zonas peligrosas y marcadas por la naturaleza como parte de sus rutas, debería ser evitado con políticas públicas reales y efectivas. La ayuda “humanitaria”, el obligatorio desfile de burócratas, no resuelven años de atraso.
Así, en lugar de poner a disposición de los damnificados la ayuda y recursos necesarios, el gobierno federal sale con la perorata de que está haciendo las obras que otros no hicieron, pero los aumentos a gasolinas y diesel llegan puntuales. Hay un uso político indebido de las acciones que al menos deberían aliviar la situación de deudos y familias en tragedia.
Y para alimentar la amnesia, en el 93 aniversario de la Constitución de 1917, ese mismo gobierno llama a la reconciliación y la concordia, en un país abatido por la violencia y la tragedia de los fenómenos naturales. Una Carta Magna que no merece el respeto del panismo militante y gobernante, pues afecta sus intereses oscurantistas.
Ambas tragedias, la de los jóvenes y la de la naturaleza, reflejan los riesgos en que vivimos y los retos que la sociedad en continuo resquebrajamiento nos trae, pero no han sido comprendidos y atendidos. Lejos estamos de tener políticas públicas que hagan menos peligroso el arribo de los niños a la adolescencia y la joven adultez.
El bono demográfico que los cambios ha traído a nuestra sociedad, tiene muy pocas salidas: migración indocumentada, delincuencia en algunos casos, desempleo, falta de expectativas, salarios de hambre cuando se consigue empleo, “ninis”, depresión, suicidios. Y ahora agregamos los indicios de “limpieza” que el paramilitarismo protegido ensaya.
La naturaleza también es una tragedia. Décadas de peroratas sobre el desarrollo sustentable y la importancia del ambiente, no han resuelto problemas locales y regionales fundamentales. El desprecio por la planeación del desarrollo urbano y rural, y los oscuros acuerdos para entregar áreas y recursos naturales a las oligarquías, son norma.
Asistimos a la insana y esquizofrénica transmutación de las ideologías: declaraciones izquierdosas y derechistas, ajenas a compromisos con la sociedad, con la gente. Hoy la partidocracia, como planteó Michelangelo Bovero en reciente conferencia en Morelia, va del izquierdismo al fascismo y el centrismo, y viceversa, con la mano en la cintura.
Los partidos, como instituciones de interés público, ya nada representan de los anhelos de cambio. Entre los intereses de los grupúsculos que los administran y los de la oligarquía, hay una tremenda cercanía. Pero la sociedad civil, a la que usan, lisonjean y compran por sus votos, es la invitada incómoda.
Adicionalmente, hay una reforma política en ciernes que haría nuestro sistema partidista más parecido al estadounidense, pero mucho menos democrático. El anhelo panista por el bipartidismo protagonizado por el PAN y el PRI, corrompe el ideal democrático y los derechos de la gente al libre pensamiento y la libre opción política.
La pretensión es que el conservadurismo sin cortapisas, aunque uno más extremo que el otro, imponga las reglas y una moral cristiana que atenta en contra de los derechos de la gente. Si afirman que Dios nos dio el libre albedrío, al menos deberían respetar nuestra decisión de ejercerlo y no pretender uniformizar a una sociedad diversa.