Noroeste.com
23 de enero de 2010
José Sarukhán
Opinión
La diferencia: Gilbert vivía y publicaba en Inglaterra; Bruno lo hacía en un país católico.
En 1600, el año en que William Gilbert publicaba su obra sobre magnetismo y mencionaba entre líneas en su documento que era absurdo pensar que el universo girase alrededor de la Tierra, la inquisición quemaba en una hoguera romana a Giordano Bruno por sugerir que nuestro sistema planetario, de acuerdo con Nicolás Copérnico, era heliocéntrico.
La diferencia: Gilbert vivía y publicaba en Inglaterra; Bruno lo hacía en un país católico. Unos 10 lustros después, hace tres siglos y medio, un grupo de ingleses con diversas inquietudes intelectuales pero que compartían el convencimiento de que el conocimiento se podía adquirir por medio de experimentos que probasen las ideas, se reunían en un pequeño club. Lo hacían en forma alternativa, por las inseguridades de la recién terminada guerra civil, en Wadham College, en Oxford y en Gresham College, en Londres. Justamente es en esta institución donde se decide la creación de la Royal Society, RS.
Uno de los miembros de Gresham College, Christopher Wren, era profesor de Astronomía. El 28 de noviembre de 1660, tras una conferencia de Wren, 12 de los miembros del club que estaban reunidos decidieron constituir un «colegio para promover la enseñanza experimental de las físico-matemáticas». El grupo incluía, entre otros al mismo Wren, quien luego fue el arquitecto diseñador de la catedral de San Pablo en Londres, Robert Boyle, estudioso de los gases e inventor de la bomba de vacío; John Wilkins, decano de Wadham College en Oxford, lingüista y primer presidente de la RS; Sir Robert Moray, activo promotor del decreto real de Carlos IIen 1663 que creaba a la RS como «La Real Sociedad de Londres para el progreso del conocimiento natural».
Los miembros activos de la RS eligen cada año hasta 44 nuevos miembros O fellows de nacionalidad británica o que pertenezcan a la Commonwealth, y a no más de ocho miembros extranjeros. Actualmente cuenta con mil 479 miembros, de los cuales 137 son extranjeros. El criterio de selección de los miembros es haber realizado «una contribución sustancial al avance del conocimiento natural, incluyendo a las matemáticas, las ciencias de la ingeniería y las ciencias médicas».
La sucesión de miembros distinguidos de la RS es impresionante: Isaac Newton, Carlos Darwin, Miguel Faraday y un larguísimo etcétera.
Con los fundadores de la RS y con la sociedad misma, nació, para todos los fines prácticos, el método científico moderno, experimental y con ello el proceso de liberación del pensamiento relacionado a los fenómenos naturales de todo dogma y manipulación política, religiosa o de cualquier otra índole.
Escribo estas notas en Londres, al final de una de las varias reuniones que celebrarán la fundación de la RS, ésta sobre biodiversidad, a la que fui invitado a hablar, y me viene a la cabeza otra ceremonia de la misma índole celebrada hace poco.
Hará unos meses, la Academia Mexicana de Ciencias, AMC, conmemoraba su primer medio siglo de vida en una ceremonia en la que no hubo la presencia de un solo responsable principal de ninguna de las organizaciones relevantes a la ciencia en México, v.g. el Conacyt, la SEP y ya no digamos de la Presidencia de la República.
Hace 25 años, todos esos funcionarios estaban presentes en la ceremonia correspondiente, reconociendo el papel de la Academia. ¿Nos separan solamente 300 años con la RS o algo más? ¿No sería útil, ahora que la AMC renovará su mesa directiva, meditar entre su membresía qué ha ocurrido en el entorno gubernamental, pero también dentro de la AMC, que ha producido el resultado relatado? A mí me parece que sí.
jose.sarukhan@hotmail.com