Excélsior
5 de octubre de 2009
Cecilia Soto
ceciliasotog@gmail.com
El ahorro mal entendido puede llevarnos a una catástrofe y ser fuente de mayor gasto y dependencia.
Una mala y una buena. La mala: el presupuesto de ciencia y tecnología, específicamente el que se otorga al Conacyt, es menor en 4.6 puntos porcentuales respecto a 2009. La buena: la comunidad científica es aguerrida y bien informada, como lo demuestra el comunicado de la Academia Mexicana de Ciencias, que preside la doctora Rosaura Ruiz y que denuncia eso. Asimismo, en la presidencia de la Comisión de Ciencia y Tecnología está Reyes Tamez, ex secretario de Educación, quien tuvo una relación respetuosa con la comunidad científica y sin duda es el político con mayor experiencia e influencia que haya llegado a la presidencia de esa Comisión, siempre menospreciada.
Dos eventos demostraron al país entero que el ahorro mal entendido en ciencia y tecnología puede llevarnos a una catástrofe y ser fuente de mayor gasto y dependencia. Uno es el caso petrolero, en el que la falta de inversión en investigación y tecnología, así como la adicción a los contratos llave en mano, privaron al país de las herramientas para descubrir nuevas cuencas petroleras, en especial en aguas ultraprofundas. La incapacidad para reponer las reservas que se van utilizando y la disminución en la producción han sido una consecuencia catastrófica de una política mezquina y miope hacia el Instituto Mexicano del Petróleo y las ingenierías asociadas a la exploración y explotación de hidrocarburos. El otro es el de la epidemia de influenza A H1N1, que exhibió nuestra dependencia científica, mermó el presupuesto asignado a otras graves amenazas sanitarias como el sida y no ha tenido aún consecuencias catastróficas gracias a la larga experiencia en manejo de epidemias.
El argumento de Hacienda es entendible pero no aceptable. España, afectada gravemente por la crisis económica mundial, preservó intacto su presupuesto para ciencia y tecnología. Chile, que se ha convertido en muchos renglones en una referencia de inteligencia y visión, aumenta para 2010 en 20% su presupuesto para ese sector. En México, Hacienda mantiene los números “levemente menores” a los de 2009 en el caso del presupuesto del Conacyt, pero si se introduce el factor inflación se observa el descenso de 4.6% denunciado por la Academia Mexicana de Ciencias. Esta misma institución hace notar que, en los diez puntos enunciados por el presidente Calderón en su Informe de Gobierno no se menciona entre las diez prioridades a ciencia ytecnología, las actividades que son fuente de innovación, riqueza e independencia para una nación.
En la comparecencia del director del Conacyt, Romero Hicks, ante el Senado, el legislador Francisco Labastida hizo notar que aproximadamente mil 500 millones de pesos acumulados en un fondo ex profeso para fortalecer investigación y ciencia para el sector energético no se han utilizado pese a que está por terminar el año. El senador se refiere a un fondo creado en octubre de 2007, mediante modificaciones a la Ley de Derechos en Materia de Hidrocarburos. Esa excelente iniciativa otorga derechos sobre el valor del petróleo y el gas extraídos por Pemex y los destina a un fondo para financiar proyectos de investigación y desarrollo que se hayan considerado prioritarios para el desarrollo del sector energético. El Fondo debió haber recibido 0.15% de los ingresos durante 2008 y ese porcentaje debe crecer hasta 0.65% en 2012. Aunque los ingresos por el petróleo han descendido, se ha formado un fondo substancial, de mil 500 millones de pesos, que duerme una siesta improductiva por la ineficacia del Conacyt.
El presidente de la Junta de Honor de la Asociación Mexicana de Directivos de Investigación Aplicada y Desarrollo Tecnológico, ADIAT, ingeniero Leopoldo Rodríguez, ha hecho notar que este tipo de fondos son mecanismos similares a los implementados en países avanzados en los que la investigación básica, contra la creencia común, también depende básicamente de fondos gubernamentales. Las comisiones de Ciencia y Tecnología del Congreso deben asegurar que no decrezca el presupuesto y, el director del Conacyt, debe hacer su trabajo.