El Siglo de Torreón
11 de julio de 2009
Rolando Cruz García
Es justo reconocer el esfuerzo que el Gobierno Federal hace para mantener, equipar y desarrollar una mejor infraestructura para las escuelas públicas de todos los niveles educativos; pero a nivel de planes, proyectos, políticas, objetivos, reformas, metas y visiones, el presente sexenio se ha destacado por una política educativa vacía. Por mandato constitucional todas las secretarías de Estado, en una administración federal, deben elaborar todos aquellos documentos que indiquen sus diagnósticos, las principales definiciones de su política en el sector de que se trate, así como las vías por las cuales prevén cumplir con los objetivos propuestos. Los planes de cada sector o secretaría, pasan a integrar el Plan Nacional de Desarrollo de la administración federal. En el sector educativo, los planes nacionales han sido elaborados con anticipación y a conciencia y presentados en tiempo y forma. Esta tradición parece haberse roto ya que fue hasta finales de 2007, que se publicó el Plan Sectorial de Educación 2007-2012.
Su lectura suscitó varias reacciones: nos hizo pasar de la sorpresa a la incredulidad ante su pésimo contenido, hasta llegar al enfado en varios de sus apartados. Por mucho que se intente entender la lógica subyacente en un plan de Gobierno que parece elaborado con descuido y con una cierta dosis de indolencia, no se encuentra certidumbre ante lo que pasa y pueda pasar en el sistema educativo mexicano. El Programa Sectorial de Educación 2007-2012, elaborado en tiempos de Josefina Vázquez Mota (una de las peores secretarias de Educación, que se tenga memoria), consta sólo de 64 páginas y si bien está organizado en torno a objetivos, indicadores y metas, hay mucho qué discutir sobre cada uno de sus objetivos, pero existe un común denominador en todos y cada uno de los objetivos generales y de los temas transversales: la banalidad y la falta de visión.
A lo largo de sus 64 páginas, el Programa Sectorial de Educación no pronuncia una clara visión educativa para México. Como propuesta de política educativa está conceptualmente vacía, la educación es vista como un gran aparato que puede ser planeado y conducido mediante la regulación de sus insumos, procesos y productos (enfoque sistémico).
Pero, ¿Cómo medir los resultados? el programa asegura que mediante el uso de indicadores. Obviamente, no podemos estar en contra de la utilización de indicadores en la política pública, pero tienen que representarse operativamente en una concepción más general.
En el PSE la visión de lo educativo no incorpora a los profesores, los estudiantes y los directivos del sistema, por lo tanto, en tal visión no se puede hablar de trayectorias formativas de los alumnos, de la diversidad de prácticas de lectura entre estudiantes indígenas y urbanos, del desarrollo de una ética pública o de la formación de la ciudadanía en la escuela. La educación es vista entonces, como una gran caja que recibe insumos y genera productos y que debe funcionar eficientemente; pero no se hace cargo de lo que sucede adentro, cuando se debería privilegiar el proceso, el mecanismo de conversión y no considerarla como una «caja negra», en la que se supone que no hay problemas en sus formas de organización y gestión.
En el citado programa no hace mención, o lo hace muy superficialmente, de los problemas que han sido ampliamente señalados por organismos como la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), en grupos como el Observatorio Ciudadano de la Educación, así como de numerosos investigadores en artículos, libros y ponencias; nos referimos a la ausencia de una política amplia para reformar e integrar la educación básica, bachillerato y superior. Si bien la Federalización de la educación básica ha generado beneficios, también costos y nuevos problemas, pero en el PSE sólo se menciona como un dato, el financiamiento es tratado como una cuestión rutinaria sujeta a los ritmos y disposiciones del momento.El uso de las tecnologías de información y comunicación en la educación es abordado como un tema llanamente técnico. (Rollin Kent Serna, investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2009). Se abordan superficialmente problemas de contenido, que son como la lectura, las matemáticas y las ciencias (indicadores en los que internacionalmente estamos reprobados).
Se insiste en modas discursivas como la «sociedad del conocimiento», pero no se es consecuente con algunos de sus planteamientos, no son temas exclusivos de la educación básica o media, sino que recorren al conjunto de la formación de los jóvenes, impactando la formación de tecnólogos y científicos y la cultura general del ciudadano, como ha venido insistiendo la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Frente a las anteriores evidencias, todo el discurso acerca de una política de Estado en materia educativa no pasa de ser una carta de buenas intenciones, el Programa Sectorial de Educación 2007-2012 es inquietante; por su pésima calidad y su hechura está muy por debajo de planes educativos nacionales de sexenios anteriores.
Un plan nacional de educación de tan mala factura, nos indica a todos que los asuntos educativos no merecen más que un gesto retórico, que sólo cumpla mínimamente con las obligaciones señaladas constitucionalmente, pero nos deja con una sensación de vacío en política educativa.