LA CIENCIA EN MÉXICO ES ZONA DE DESASTRE, COINCIDEN CIENTÍFICOS

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/081/09
México, D. F., 16 de junio de 2009.

  • En un encuentro realizado en la Academia Mexicana de Ciencias, Rosaura Ruiz consideró inaceptable un recorte al gasto en educación, ciencia y tecnología
  • Además de un mayor presupuesto, científicos de diversas instituciones coincidieron en la urgencia de reestructurar la ciencia mexicana con una visión de Estado
  • Asistieron Octavio Paredes López y René Drucker Colín, ex presidentes de la AMC, entre otros
Rosaura Ruiz, Octavio Paredes y René Drucker, presidenta y ex presidentes de la AMC, antes de iniciar el encuentro 'La Ciencia en México, zona de desastre'.
Rosaura Ruiz, Octavio Paredes y René Drucker, presidenta y ex presidentes de la AMC, antes de iniciar el encuentro ‘La Ciencia en México, zona de desastre’.
Foto: AMC
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Científicos de diversas instituciones públicas de investigación señalaron que la ciencia en México se encuentra en una zona de desastre y urgieron a reestructurar la ciencia mexicana con una visión de Estado, que considere políticas de largo plazo.

En un encuentro realizado en la sede de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), la presidenta de este organismo, Rosaura Ruiz Gutiérrez, afirmó que aunque nuestro país vive una crisis generalizada, sí es viable llevar a cabo un rescate financiero de la ciencia.

Luego de hacer un balance con una visión multidisciplinaria sobre la situación de la ciencia y la tecnología en nuestro país, varios investigadores coincidieron en la conveniencia de desaparecer el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), pues no cumple con los objetivos para los que fue creado.

En su oportunidad, Rosaura Ruiz consideró inaceptable la intención del gobierno mexicano de realizar un recorte al gasto en educación, ciencia y tecnología y señaló que, aún con la crisis generalizada que vive nuestro país, es financieramente viable rescatar a la ciencia mexicana.

La presidenta de la AMC recordó que la propuesta de rescate de la ciencia mexicana presentada en días recientes por este organismo sostiene que el incremento gradual del presupuesto para ciencia y tecnología es autofinanciable y que si bien es cierto que se requiere un impulso inicial, el desarrollo de las capacidades científico-tecnológicas tiene efectos multiplicadores, casi inmediatos, que se expresan en mayor productividad, competitividad, producción, más empleo y más ingresos.

Además de plantear la renegociación del pago del rescate bancario, a fin de reducir y recalendarizar los pagos por amortización del saldo de dicha deuda, que actualmente asciende a 752 mil millones de pesos, la propuesta de la AMC pide incrementar los ingresos públicos mediante una reforma fiscal progresiva en la que contribuyan a financiar el gasto público los grupos de la sociedad con mayores ingresos y patrimonio.

De igual forma, consideró crear un impuesto que grave las ganancias de capital, particularmente por las operaciones en el mercado de valores, como lo hacen los países más industrializados. Ambos mecanismos permitirían que las empresas y personas que mayores beneficios económicos obtienen en el país, contribuyan en la misma medida a su desarrollo.

Los recursos liberados, precisó, se destinarían a financiar programas de investigación y desarrollo tecnológico de alto impacto social y económico y a consolidar las instituciones de educación superior e investigación, así como a la creación de nuevos centros.

Hizo énfasis en que se podrían crear plazas para favorecer la consolidación de una nueva generación de investigadores, pues el promedio de edad de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores es de 55 años, es decir, cercano a la edad de jubilación, y el de los candidatos a Investigador Nacional de 38 años, una edad en que, en los países desarrollados, un investigador ya está consolidado y en plena etapa productiva.

Por su parte, René Drucker Colín, ex presidente de la AMC y Director General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, coincidió en la necesidad de allegar recursos a la investigación. “El desarrollo científico y tecnológico es la clave del progreso de los pueblos, por lo que tenemos que redoblar los esfuerzos en materia educativa, en difusión del conocimiento y en tecnología de la ciencia”, afirmó.

Añadió que si bien la ciencia no va a resolver todos los problemas, sí constituye una palanca para el desarrollo, por lo que resulta fundamental sensibilizar a la clase política sobre la importancia de este tema y en el sentido de que no sólo se trata de destinar mayores recursos, sino de conformar un proyecto de nación.

Asimismo, Drucker Colín afirmó que el CONACyT requiere de un director con un perfil científico, combativo y que cuente con el respaldo y respeto tanto de la comunidad científica como de la sociedad, por lo que propuso la renuncia del actual titular de ese organismo, Juan Carlos Romero Hicks, debido a que no ha cumplido con sus funciones, como son el defender, desarrollar e impulsar la actividad científica.

Sobre este tema, Rafael Loyola Díaz, miembro de la AMC e investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, indicó que la alternancia política no fue favorable para la ciencia y apuntó que el segundo gobierno de confección conservadora repitió el desatino de designar, más por acomodo político que por pertinencia, a un responsable de la política científica carente de trayectoria de investigación.

Consideró como obligada la pregunta de dónde y cuándo se perdió al CONACyT como instrumento del gobierno federal para coordinar, impulsar y dar rumbo a la investigación científica y el desarrollo tecnológico.

Loyola afirmó que, lejos de corregir el rumbo en atención a los resultados y las críticas del modelo aplicado para el desarrollo de la ciencia y la tecnología, lo que se hizo fue retomar con mayor vigor el fallido proyecto de la administración foxista, recuperar con fanfarrias la devoción del desarrollo tecnológico y la innovación sin ciencia y sin científicos, diluir la participación de esta comunidad, desdibujar la conducción del CONACyT en beneficio de la Secretaría de Economía y facilitar los regalos a los empresarios sin mecanismos que aseguren corresponsabilidad.

A su vez Octavio Paredes López, ex presidente de la AMC e investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN, Unidad Irapuato, lamentó que los encargados de tomar decisiones en el país no tengan la preparación suficiente, lo que llevó a una situación tan “vergonzosa” como la epidemia de la influenza humana.

Aseguró que, más que recursos económico, la ciencia mexicana requiere de una reestructuración y de un gobierno comprometido que tome medidas “arriesgadas e impostergables” para el desarrollo científico.

En su oportunidad, Patricia Gascón Muro, académica e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco, indicó que en nuestro país el gasto federal en ciencia y tecnología tiene una historia trágica, debido a que disminuyó del 0.42 por ciento del Producto Interno Bruto en 2000, al 0.36 por ciento en 2006, actualmente es de 0.33 por ciento. Lamentó que el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación no constituya una prioridad nacional, a juzgar la inversión destinada a ello.

La también coordinadora del doctorado de Ciencias Sociales de esa institución, describió que a partir de la epidemia de influenza que el país vivió, donde fue necesario enviar al extranjero las muestras para su análisis debido a que no se tenían los recursos humanos y materiales necesarios, quedó demostrado que el gasto en salud tampoco es una prioridad para nuestro gobierno.

Gascón Muro subrayó la necesidad de llevar a cabo un debate nacional sobre el uso y liberación de patentes para el bien público, pues “la salud de la nación es un asunto de seguridad nacional”.

Por su parte, Malaquías López Cervantes, investigador de la Facultad de Medicina, de la Universidad Nacional Autónoma de México, coincidió con Gascón Muro en iniciar un debate nacional sobre temas de ciencia y salud, pero urgió en la necesidad de que sea la ciencia la que establezca un compromiso con la sociedad. “No se vale pedir recursos si no se dice en qué se van a utilizar”, puntualizó.

En su intervención, Víctor Manuel Toledo, del Instituto de Ecología de la UNAM, indicó que el mundo vive el fin de una época y que México no es ajeno, por lo que la ciencia debe establecer una serie de objetivos para la resolución de problemas fundamentales como el cambio climático, el agua y la energía.

A su vez, Rosario Iturbe Argüelles, investigadora del Instituto de Ingeniería de la UNAM, después de abordar el tema de la ingeniería en México, indicó que es preciso seleccionar los aspectos relevantes de las necesidades de la sociedad para responder a ellas. La investigación es indispensable para el desarrollo de un país, afirmó.

Humberto Muñoz García, integrante del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, acusó que en el país hay una sobre-evaluación de los científicos, lo que los ha convertido en “trabajadores necesitados”, debido al sistema de evaluaciones instituido, donde se obliga a los investigadores a publicar injustificadamente, además de que existe un enorme aparato burocrático que dificulta el desempeño real.

Javier Mendieta Jiménez, del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, abordó el tema de las capacidades frente a la revolución de las tecnologías de la información y telecomunicaciones y el reto espacial.

Por su parte, Ramón Eguibar Cuenca, del Instituto de Fisiología de la Universidad Autónoma de Puebla, coincidió con Rafael Loyola en que la Ley de Ciencia y Tecnología no considera a la ciencia como pilar para el desarrollo del país. Durante su intervención, también describió la problemática de la educación que impera en Puebla.

El encuentro “La Ciencia en México, Zona de Desastre”, tuvo lugar en la Unidad de Seminarios de la AMC.


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