El sistema de salud: vulnerable e ineficiente

Eje Central
2 de mayo de 2009

El mapa de deficiencias que colocó a México en la actual coyuntura está relacionado a la poca inversión en las áreas tecnológicas que hicieron los gobernos federales. Nadie en México debería de decirse sorprendido por la lentitud con la que el gobierno federal pudo reaccionar en diagnosticar la existencia de un nuevo virus de influenza y tomar medidas preventivas. La vulnerabilidad se vino construyendo aceleradamente durante el gobierno de Vicente Fox, que soslayó todos los llamados a corregir el gasto en investigación y desarrollo, y un aparato legislativo que tampoco hizo nada para corregir el rumbo. Ambos poderes contribuyeron, de alguna medida, a la situación de emergencia que se vive hoy en día en el país.

El rezago en inversión para investigación y desarrollo de ciencia y tecnología, se fue acumulando sistemáticamente desde el primero hasta el último año de gobierno del ex presidente Fox, que regresó más de una década al país en la materia, de acuerdo con una serie de documentos públicos de organismos internacionales y de los análisis de la Academia Mexicana de Ciencias.

El desprecio por ese tema fue de tal magnitud, que México ocupa el lugar 52, de un total de 177 naciones, de importancia a ciencia y tecnología, pese a ser la novena economía del mundo. En América Latina, se encuentra por debajo de Argentina y Chile, pero también de Cuba y las Bahamas.

La medición se establece a partir del gasto federal destinado a ese rubro, y al observar cuánto representa ese gasto dentro del Producto Interno Bruto (PIB).

En este capítulo, los países punteros en el mundo, Noruega, Australia, Canadá e Irlanda, invirtieron de 19 a 34 del gasto público en educación, y de 1 a 3% del PIB en investigación y desarrollo, contra 17 y 0.4%, respectivamente, que invirtió México durante los últimos siete años, de acuerdo con Rosaura Ruiz, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias.

La desaceleración de la inversión en ciencia y tecnología significó que México no pudiera desarrollar sus centros para el estudio de enfermedades, que es una de las críticas que empiezan a ser hechas como consecuencia de la demora en diagnosticar que había surgido un virus nuevo, A-H1N1, lo que motivó una lentitud en las alertas a los organismo internacionales y un retraso en la instauración de medidas preventivas que podrían haber permitido probablemente un menor número de contagios y de muertes.

El punto más alto de la inversión para ciencia y tecnología se dio en 1998, durante el gobierno de Ernesto Zedillo, cuando se superó la cifra de 0.4% del PIB de inyección de recursos en ese campo. Durante la administración de Fox, esa inversión de fue desplomando sistemáticamente hasta llegar a 0.32% en el primer año del presidente Felipe Calderón, y 0.33% aprobado para este año fiscal.

En términos de gasto público, ciencia y tecnología recibió el 2.14% en 1998, que se desplomó a 1.52% en 2008.

De cualquier forma, ni durante los gobiernos priístas, ni ahora durante los panistas, se ha cumplido la meta establecida en la Ley de Ciencia y Tecnología de invertir el 1% del PIB anual.

Los resultados han sido notoriamente negativos. Por ejemplo, de acuerdo con los propios datos del CONACyT, el coeficiente de inventiva de México es uno de los más bajos del mundo, situándose en 0.05 en una escala donde el más alto, Japón, llega a 28.84, y el segundo lugar, España, a 21.89.

Paradójicamente entre 2000 y 2008 se otorgaron 18 mil millones de dólares de estímulos fiscales para ciencia y tecnología a empresas privadas, que en el balance final sólo terminó favoreciendo a industrias trasnacionales.

De acuerdo con la doctora Ruiz, en 1998 se registraron 141 patentes nacionales contra 3 mil 78 de extranjeros. Para 2000 la correlación era de 118 contra 5 mil 401, y en 2006 hubo 132 contra 9 mil 500.

Aunque la industria automotriz fue la principal beneficiaria de esos estímulos fiscales, la trasnacional química farmacéutica Roche, una de las principales fabricantes de las vacunas contra la influenza, se ubicó en el lugar número 10 de ese padrón.

Los llamados al gobierno y al Congreso para que incrementaran la inversión en ciencia y tecnología fueron siempre soslayados, a la luz de los resultados presupuestales.

De hecho, durante una audiencia en la Cámara de Diputados, la doctora Ruiz planteó la necesidad de consolidar los programas y acciones, realizados por las entidades y dependencias del sector público federal en ciencia y tecnología, incorporando mecanismos que aseguraran una mayor racionalidad y eficiencia de las inversiones nacionales (públicas y privadas) en esta materia.

Ruiz fue muy enfática en ese entonces a pedir que se fortaleciera la investigación científica, la formación de recursos humanos de alto nivel, el desarrollo tecnológico y la innovación en temas de alta prioridad nacional, y planteó como primer rubro el tema de la salud.

Urgió métodos de producción más seguros con el medio ambiente y genómica aplicada, genómica funcional en todos los organismos, genes y proteómica, genómica estructural; bio-informática, enfermedades cardiovasculares, enfermedades infecciosas, resistencia a antibióticos, cerebro y proceso de envejecimiento, cáncer, enfermedades asociadas con la pobreza, riesgos para la salud derivados del medio ambiente, epidemiología, alergias relacionadas con la alimentación, impacto en la dieta para la salud (diabetes e hipertensión), procedimientos de rastreabilidad a lo largo de la cadena de producción, efectos en la salud humana de la alimentación animal (hormonas).

Es decir, dibujó el mapa de deficiencias que colocaron a México en la actual coyuntura.


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