Desde fines del XIX y todo el XX, la literatura latina ha sido más rica que la española: Dorra

La Jornada de Oriente
16 de octubre de 2008
Yadira Lllaven

Puebla.- Para el investigador y escritor Raúl Dorra (San Pedro de Jujuy, Argentina, 1937) desde hace varios años la literatura latinoamericana tiene un rostro auténtico. «A finales del siglo XIX y todo el siglo XX, fue mucho más rica que la española»; sin embargo, «las editoriales multinacionales, como Alfaguara, al igual que el control del petróleo en México, está monopolizado por los españoles».

El doctor Dorra conversó con La Jornada de Oriente, en su casa, de su interés por las letras y su estudio, situación que asegura “viene con uno mismo, como un jugador de futbol que desde chico empieza a patear el balón. A mí siempre me interesaron las letras; por eso antes de estudiar, me dedique a escribir, y ahora comparto las dos aficiones: estudio la escritura literaria y escribo; de ahí que mi narrativa tenga mucho que ver con lo que investigo”.

El investigador radica en Puebla desde hace ya más de tres décadas, cuando se incorporó a la Universidad Autónoma de Puebla, institución en la que sigue desarrollando sus actividades y en la que, en 1998, fundó el Programa de Semiótica y Estudios de la Significación, del que es director. Es además miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel III, y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.

Una de sus líneas de estudio es el análisis del discurso literario, así como la semiótica de la dimensión sensible, la retórica general y retórica literaria.

De mirada que inspira confianza y un hablar lento y suave, el escritor plática de sus proyectos y obras con este medio, mientras sus manos hacen lo mismo. Destaca el trabajo de la trilogía de libros titulada Materiales sensibles del sentido, de la que ha escrito los dos primeros textos. Esta investigación, explica, refiere al estudio de los elementos que tienen como características unificantes pertenecer al mundo de lo sensible y perceptible.

El primer libro trata de La retórica como arte, una disciplina muy antigua que ha lo largo de la historia ha sufrido varias transformaciones. En ese texto, “lo que yo escribo es como influye la palabra en el comportamiento, cómo se comporta el orador, el que tiene la palabra, visto como un hecho sensible, como un hecho de la audición y de una serie de aspectos de la comunicación que moviliza la voluntad, los sentimientos, etcétera”.

La casa y el caracol es el segundo libro, y tiene como subtítulo Para una semiótica del cuerpo. De ella comenta, “es la percepción que tenemos de nuestro propio cuerpo, como nos desplazamos, como respiramos y además como el cuerpo es al mismo tiempo aparentemente lo más conocido y desconocido a la vez”.

“Me dedico a pensar esta repercusión en la conciencia que uno tiene de su propio cuerpo, pues cuando uno se ve a través de una fotografía o en el espejo, no se reconoce o se percibe de otra manera”, argumenta.

Y el tercer libro es el que todavía no escribe, está en proceso, pero, adelanta, “estará dedicado a la escritura, no como se entiende tradicionalmente, sino como un hecho sensioral, que tiene que ver en cómo se plasma la escritura y las relaciones con lo escrito y la palabra oral”. No obstante, asegura ya tiene varios artículos publicados sobre el tema, donde manifiesta que no es lo mismo la lectura narrativa a la lectura de signos.

Pero desgraciadamente, recalca, no tiene fecha para publicarse, “porque en ocasiones el trabajo se desplaza por conferencias y otras actividades, asociado a que la producción de un libro se realiza a lo largo de varios meses”.

Paralelamente, otro de sus libros está por salir en Argentina: una recopilación de varios artículos dedicados al problema de la escritura, del sistema de escritura a lo largo de la historia, y materialmente cómo se trazan los signos, cómo se registran y cómo influyen en ciertas transformaciones psicológicas y sociológicas.

“No es lo mismo –aclara– leer una escritura en una piedra que en la pantalla de la computadora. Eso implica una transformación del tipo de esfuerzo que tiene que ver con la velocidad del ojo, una amplitud, pues los mismos ojos que ven una tableta y después una piedra tienen una atención y lectura diferente”.

–¿Qué proyectos literarios se encuentra realizando actualmente?

–Estoy escribiendo una serie de relatos, pero sobre eso no quiero pensar mucho, porque el mundo de la literatura se ha transformado, se ha comercializado demasiado y a mí no me interesa desde ese punto.

“Yo por suerte me gano la vida estudiando, para no andar detrás de las editoriales, que en ocasiones deciden modificar los escritos. Afortunadamente he encontrado quién me publique, respetando lo que digo”.

–Hace unos días, la escritora colombiana Laura Restrepo comentó en Puebla que la literatura latinoamericana de cierta forma se había prostituido y encontrado un lugar muy cómodo con temáticas–gancho, que atrae el morbo del público, como lo es el narcotráfico y la violencia…. ¿Esto es cierto?

–Claro, hay editoriales que ya saben qué tema vende, por eso condicionan. Me acabo de enterar, ayer, que una poeta mexicana, a la que tanto admiro, una editorial española le había ofrecido publicarle un libro, y ya estaba todo listo, pero hace poco le escribieron, con motivo de esta crisis económica, que no sería posible, que habían recortado su obra y que no la publicarían, pues desgraciadamente la poesía se lee poco y se vende menos.

“La vida del escritor actualmente es un poco triste, porque tiene que estar todo el tiempo tratando de adecuarse o negociar su obra con las editoriales, y como en todas las cosas, ahora hay mercados multinacionales, como Alfaguara, en su mayoría españolas, que ejercen un monopolio con las publicaciones en México y Latinoamérica… en fin, no deja de ser lamentable, porque hay grandes libros que nunca vamos a leer o, por ejemplo, para los que estamos estudiando, las editoriales ya no vuelven a publicar libros fundamentales, por su venta clave”.

“Hasta hace no mucho tiempo –continúa– las editoriales hacían cálculos de ventas a largo plazo, pues hay libros que uno sabe que se van a vender con seguridad, pero ello tarda en pasar muchos años; sin embargo, quieren agotarlos en un mes, y este problema se resiente mucho en la formación, en la educación, cuando uno pide algún libro a los estudiantes resulta que no lo encuentran”.

A ese problema, se agrega que las bibliotecas en México “no están tan surtidas, como en otros países de gran potencial económico, donde podemos encontrar todo lo que se ha publicado. No es el caso de México ni de los países de Latinoamérica. Hay muchos libros que uno ha leído, con los que se ha formado, que son fundamentales, pero que han desaparecido y no hay manera de conseguirlos”.

–¿Cómo ve a la literatura latinoamericana? ¿Ya se desprendió totalmente de la española? ¿Ya tiene un rostro auténtico?

–Sí, desde hace varios años nuestra literatura tiene rostro, aunque creo que la literatura española se está recuperando.

“Desde hace décadas la literatura latinoamericana tuvo un desarrollo mucho más rico que la española. Uno cree que los españoles hablan mejor español que los colombianos, pero no es así. La literatura española ha empezado a recuperarse, pero desde finales del siglo XIX y todo el XX, la literatura latinoamericana ha sido más desarrollada que la española”.

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