La Crónica de Hoy
31 de octubre de 2005
Rigoberto Aranda
Impulsor de la ciencia y su divulgación
Doctor en Bioquímica, fue director fundador del Instituto de Biotecnología de la UNAM, donde fue coordinador de la Investigación Científica y es profesor e investigador emérito. Ocupó la presidencia de la Academia Mexicana de Ciencias, y es miembro del Consejo Consultivo de Ciencias, sitios desde los que ha dado impulso a la legislación sobre organismos genéticamente modificados. Autor de numerosos libros de divulgación científica, también pertenece al Colegio Nacional
Premio Príncipe de Asturias 1991
En 1977 logró, por primera vez en la historia, la producción de proteínas humanas en bacterias por técnicas de ingeniería genética, que permitió la elaboración de insulina por esta vía. Es doctor Honoris-Causa por la Universidad de Lieja, Bélgica; ganó los premios nacionales de Química y el de Ciencias y Artes en el campo de ciencias físico-matemáticas y naturales, así como el Manuel Noriega de la Organización de Estados Americanos, el TWA y el Príncipe de Asturias en Investigación Científica
—Es usted uno de los principales bioquímicos del mundo. ¿A qué se dedicaría si volviera a nacer?
—Sería profesor de primaria, para enseñar a los niños que en la ciencia y la investigación pueden encontrar no sólo una manera de vivir bien, sino la felicidad y el placer.
—Pero en México no hay inversión ni trabajo para muchos científicos
—Hay tanto qué hacer en México y en el mundo, que durante muchos años va a haber trabajo para los científicos. La inversión vendrá, con un gobierno más sensato.
—¿Ha sido feliz haciendo ciencia?
—Además de los que he vivido con mis hijos y mi mujer, los mejores momentos de mi vida han ocurrido cuando logro arrancarle a la naturaleza un fragmento de verdad, un pequeño secreto de cómo funciona la vida. Es tan excitante y placentero como un orgasmo.
—Le gusta mucho enseñar
—En la docencia se enseña, pero sobre todo se aprende de los alumnos. Muchos de ellos, los que tomé haciendo preparatoria en los primeros veranos de investigación, ahora son investigadores con doctorado. Es una gran satisfacción.
—¿Qué le gusta más hacer?
—Ciencia y enseñar. Me divierte mucho. Si no me gustara tanto, no podría dedicarme a esto incluso los sábados. Además, en la tele no hay buenos programas.
—¿Y el cine?
—Sí me gusta. La Guerra de las Galaxias.
—¿Su actriz favorita?
—Jane Fonda. Es una actriz sensible, humana y comprometida. Además está guapísima
—¿Deportes?
—A veces juego tenis pero me gusta mucho ver futbol, y mi equipo desde luego son los Pumas.
—Si le sobra dinero ¿qué se compra?
—Libros, discos de Bach, música caribeña.
—¿Le gusta bailar?
—Sí, salsa y esas cosas
—¿Su plato favorito?
—Mariscos. El coctel de camarones.
(-¿Su científico favorito?
—Varios. Darwin, desde luego. Su teoría se ratifica cada día. También Francis Crick. El fue quien verdaderamente ideó y encontró los mecanismos de división del ADN. Fue una genialidad. Además Lynn Margulis. Ella ha completado la Teoría de la Evolución, a través de su idea de cooperación en los sistemas. Cooperación y competencia, es una idea muy interesante que postula la asociación de células para progresar, adaptarse.
—¿Qué le da miedo?
—La ignorancia y el fanatismo. Que algunos grupos pasen sobre las leyes sin problemas.
—¿Qué hay de Dios?
—Creo en Dios, pero no creo en el infierno y el paraíso. El paraíso es este. Basta ir a la selva de Chiapas, a Montes Azules. Si te sientas ahí a ver la naturaleza estás en contacto con lo mejor de Dios.
—¿Y la Teoría de la Evolución?
—Más vigente y cada vez más comprobada que nunca. Es importante saber cómo se mueve una esencia divina en la materia y la energía. Si conocemos mejor entendemos mejor.
—En EU avanzan cada vez más los grupos que obligan a las escuelas públicas a enseñar el Diseño Inteligente.
—Sí, es una paradoja que en un país con tantos avances, en donde, como en Europa, la ciencia es parte de la cultura, avancen grupos muy fundamentalistas. Pero si dice Bush que Dios le habla, imagina cómo se ponen esos grupos de contentos.
—Hay fundamentalistas de varios tipos. Incluso que utilizan la ciencia como bandera.
—Ahí está Greenpeace. Son profesionales de la información, más que de la defensa de la vida. Si tachan de antinatural la ingeniería genética es por una gran ignorancia. El intercambio genético ocurre todos los días en la naturaleza.
—Ellos hablan de manipulación negativa.
—Es un discurso hipócrita. Los virus son vectores de transferencia de material genético. Algunos organismos cambian y mejoran, otros se degradan. La evolución es parte de eso. No hablan de las consecuencias negativas de no usar estas tecnologías. Si no hubiéramos desarrollado el DDT y otros insecticidas, cuántas vidas habrían cobrado la malaria y el dengue. Con los antibióticos es lo mismo.
—El principio precautorio…
—Llevado al extremo. Greenpeace lo lleva al fanatismo. Si por ellos fuera no habría vacunas, insulina humana, bacterias que producen anticoagulantes, que combaten el cáncer, alimentos transgénicos que mitigan el hambre de millones de personas.
—En lo del maíz transgénico han obtenido apoyo popular…
—Es un asunto mediático. En EU, que lo demandan a usted por cualquier cosa, no existe una sola demanda por alimentos transgénicos. Ni la Organización Mundial de la Salud ni algún otro organismo multilateral ha encontrado evidencia de daño a la salud.
—No le gusta la política…
—Me parece imprescindible para empujar el avance de la ciencia. Desde la Academia Mexicana de Ciencias me tocó impulsar nuevas leyes, como la Ley para el Fomento de la Investigación Científica y Tecnológica, y últimamente la Ley de Bioseguridad.
—¿Fue fácil su relación con los políticos?
—Como líder de los científicos me ha tocado ser interlocutor de muchos presidentes y políticos. Luis Echeverría y Carlos Salinas apoyaron con interés y decisión el desarrollo científico. A Zedillo le regaló Bill Clinton un libro sobre las promesas de la biotecnología, y entonces nos solicitó el primer estudio al respecto, y con el doctor Sarukhán organicé la Comisión Intersecretarial de Biotecnología.
—Pero el avance es muy lento
—Sí, porque el apoyo no es continuo. Ahora estamos ante un retroceso grave en el apoyo a la ciencia. Restringen los presupuestos por desconocimiento y necedad. Pero con algunos políticos es posible avanzar y sacar las cosas adelante. El senador Enrique Jackson apoyó con interés y decisión la Ley de Bioseguridad, frente a la cerrazón del gobierno federal actual.
—Estamos entonces ante una crisis
—Cada año reducen más los presupuestos para ciencia y tecnología, y en la UNAM, desde hace 10 años no se abre una nueva plaza de investigación, por falta de presupuesto. Es grave pero no sólo es la plata. También se requiere de visión y un programa nacional en la materia. Hay que impulsar polos de desarrollo, como el de Morelos, el de Querétaro o el de Yucatán como lo hacen la UNAM y el Politécnico.
—Esa es la fórmula
—Becas y tutores en seis polos regionales, bien equipados y con seguimiento, vinculación y oportunidades para que los investigadores y sus familias tengan un desarrollo óptimo. En donde se ha dado, Morelos, Ensenada y Juriquilla, se concentra hoy 30 por ciento de la investigación nacional.
—Qué sería lo primero que cambiaría en el sistema.
—Llevar la ciencia a las escuelas primarias. Capacitar a los maestros de educación básica, involucrar a los niños en el análisis del conocimiento más que en los ejercicios de memoria. Nadie puede memorizarlo todo, lo importante es que aprendan a pensar. Pero juntos, niños y maestros.