Hay que hacer astillas del silencio en el Cinvestav del IPN

A Ciencia cierta
20 de septiembre de 2005
Esther Orozco*

Hay de silencios a silencios. Quienes vivimos en las grandes ciudades frecuentemente añoramos el regreso a la paz de los sonidos de la naturaleza que se alzan por encima de la violencia de los ruidos y silencios humanos. Hay ratos en que el progreso nos sobra: la invasión televisiva, la saturación de las calles por los automóviles, la información a veces incompleta y otras veces inexacta de internet, y la proximidad de los lugares que nos aleja de la gente, nos pesan como plomo. Se antoja lo imposible: regresar por donde vinimos.

Pero hoy estamos dándonos a la tarea de romper el silencio. El que está detrás del ruidajo de la simulación y la mentira. Buscamos el sonido de las palabras que sin miedo describen a los hechos, por duros que sean. Damos la pelea para obligar a hablar a quienes dirigen el paí­s y sus instituciones. A quienes pretenden castigarnos con el silencio de la simulación y del ninguneo.

En esta administración del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional, sólo se percibe el silencio y la intención ociosa de hablar sin decir nada ante los hechos sin precedente que se han sucedido: i) la prohibición a los profesores por parte de la dirección para dar conferencias en ciertas instituciones, con las que, por razones desconocidas, no se coincide con ellas; ii) el desconocimiento explí­cito de los logros de algunos de los cientí­ficos no afines a las autoridades, iii) la imposición de Directores de Unidad y Jefes de Departamento, iv) la persecusión de Octavio Paredes, distinguido por la comunidad para dirigir la Academia Mexicana de Ciencias, v) el otorgamiento selectivo de apoyos a estudiantes e investigadores, vi) el escamoteo a los trabajadores, estudiantes e investigadores de un año más de guarderí­a para sus hijos y lo más grave, lo que no puede dejarse pasar, vi) el decapitamiento de los grupos productivos del Cinvestav. Se han despedido a varios profesores, entre ellos a algunos que han alcanzado el difí­cil escalón de ser Nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores, que forman estudiantes de doctorado, que tienen prestigio internacional y se lo dan al Cinvestav y al paí­s, que han entregado más de 20 años de su vida a la ciencia mexicana para devolver a la sociedad algo de lo mucho que ha invertido en su preparación.

De tajo, sin explicaciones, se despidió a Francisco Javier ílvares Lefmmans, a Norberto Farfán y a Tere Mancillas, entre otros. A pesar de que las denuncias han sido hechas en la prensa nacional y en el Congreso de la Unión, inexplicablemente, las autoridades del Cinvestav permanecen calladas ante los reclamos de la comunidad cientí­fica y del Poder Legislativo. La preparación para los atropellos cometidos incluyó la descalificación previa de los colegas. Dicen que trabajan en tres o cuatro instituciones y que faltaron a la ética y a la lealtad a la institución. Hay algunos investigadores, que sin percatarse de la gravedad del caso y de que lado quedaron las faltas a la ética, repiten las palabras de las autoridades. ¡Nunca faltan!

Pero la enorme mayorí­a de la comunidad quiere romper el silencio brutal y destructor de la falta de información, de la calumnia y del ninguneo. La mayorí­a queremos que el silencio se haga añicos que no vuelvan a pegarse por el bien de la ciencia mexicana. ¿Será mucho pedir que se privilegie la discusión, el debate y el análisis entre los cientí­ficos? No lo creo. Creo más bien que alcanzaremos ese escalón, para hacer avanzar a la ciencia y al paí­s.

*Integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, adscrita al Cinvestav-IPN. esther@cinvestav.mx

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