A Ciencia cierta
12 de julio de 2005
Miguel A. Méndez-Rojas*
En días pasados descansaba mi mente del ajetreo académico frente a la televisión, cuando un comercial de una nueva compañía de suministro de gas natural mediante conexiones subterráneas invadió la pantalla. El spot delineó las ventajas, beneficios y seguridad que la compañía ofrece, y luego dedicó unos instantes al producto que vende.
Entre las explicaciones del origen geoquímico del petróleo y del gas natural, el locutor indicó que el mayor constituyente del gas natural es el metano (CH4, el hidrocarburo más simple). Fue entonces cuando el pequeño diablillo apareció en pantalla: una representación de la molécula de metano. Un carbono central con cuatro sustituyentes hidrógenos enlazados a éste; tetracoordinado por definición.
Hasta aquí nada erróneo, pero ¿un carbono tetracoordinado PLANO? La aberración molecular continuó rotando en la TV, con su planaridad retando el buen juicio de cualquier estudiante que haya cursado química general y que recuerde (entre las brumas de la memoria) que el carbono en el metano (y en general, en la mayoría de los compuestos orgánicos que contienen carbono con cuatro sustituyentes) debe ser tetraédrico.
De inmediato sonreí y recordé que, aunque errónea en su publicidad, la molécula tenía su propia historia. En 1970 Roald Hoffmann (Premio Nobel de Química 1980) y sus colegas Roger W. Alder y Charles F. Wilcox Jr., propusieron que una molécula conteniendo un átomo de carbono tetracoordinado plano podría estabilizarse electrónicamente ubicando a su alrededor los sustituyentes adecuados.
Desde entonces, se han hecho varios intentos por sintetizar o diseñar sistemas de este tipo. En estos 35 años, algunos de ellos han sido exitosos, e incluso se ha conseguido cristalizar y analizar estos sistemas por técnicas modernas como la difracción de rayos X. Dos tipos de estrategias generales de estabilización han sido probadas: una, puramente electrónica, de acuerdo a la propuesta original de Hoffmann, mientras que la otra es una aproximación mecánica que hace uso de la fuerza bruta para encerrar carbonos planos en jaulas, donde los enlaces se encuentran altamente tensionados.
Muchos han sido los grupos alrededor del mundo que han diseñado propuestas moleculares que estabilizan átomos de carbono tetracoordinados planos, con distintos grados de éxito. Algunos carbonos planos tienen sabor mexicano: recientemente un equipo de investigación integrado por Gabriel Merino (Universidad de Guanajuato), Alberto Vela (Cinvestav) y un servidor en la UDLA, Puebla, propuso una nueva familia de moléculas conteniendo carbonos tetracoordinados planos, la cual por vez primera estabiliza uno de estos curiosos entes químicos en un ambiente de coordinación enlazado únicamente a átomos de carbono. Los resultados de nuestras investigaciones fueron publicados en tres artículos en el Journal of the American Chemical Society, la revista más importante del mundo de la química, uno de los cuáles fue co-escrito con Hoffmann, iniciador del área.
Nuestra familia de moléculas se parecen más a las presentadas en el comercial de gas natural, pero no pretenden llegar a tu cocina o calentador por ninguna tubería. Simplemente, como tantas otras moléculas que se diseñan y sintetizan en los laboratorios, van en búsqueda de respuestas que nos permitan comprender mejor cómo funciona el mundo que nos rodea, y que las más de las veces nos llevan a nuevas preguntas, impulsoras del afán de investigar y descubrir.
Un afán celoso, que a veces nos lleva a sonreír ante pecatas minutas que vemos por TV, pero que también nos hace reflexionar sobre el poco cuidado que se da en ocasiones al contenido educativo en la publicidad que nos bombardea día a día.
*Profesor de la UDLA, Puebla (mendezm@mail.udlap.mx). En este espacio de la Academia Mexicana de Ciencias escriben integrantes de la comunidad científica.