La sucesión en la UNAM ha comenzado

Campus Milenio
9 de agosto de 2007
Jorge Medina Viedas y Carlos Reyes
jmv452003@prodigy.net.mx, cra19762003@yahoo.com.mx

Esta vez será diferente a las que le preceden por el grado de resonancia polí­tica alcanzado por la UNAM, lo cual obligará a la Junta de Gobierno a valorar acuciosamente los factores internos y externos y tal vez, incluso, a cuestionar el rumbo de la institución y decidir en consecuencia

El 19 de noviembre empieza el año en la UNAM: tomará posesión el nuevo responsable del sexto piso de rectorí­a en Ciudad Universitaria por cuatro años. En realidad, un ciclo termina el próximo viernes 17 de agosto, y empieza otro. Este dí­a se va a celebrar la que podrá ser la última reunión del Consejo Universitario formal a la cual asistirá el rector Juan Ramón de la Fuente en esa condición.

Cuando De la Fuente sucedió a Francisco Barnés en la rectorí­a de la máxima casa de estudios de la nación, la institución estaba abatida, inerte, sin excipiente alguno que la revitalizara, ví­ctima de una agresión infame.

Era una época odiosa e indescifrable. La historia se conoce muy bien. Las elecciones federales del año 2000 rezumaron lo peor del sistema polí­tico prií­sta. Quisieron inhabilitar a la UNAM en su papel crí­tico, doblegar a su comunidad por la ví­a de la provocación. Oscuros, mediocres y tenebrosos polí­ticos de Bucareli montaron una estrategia para evitar que la izquierda de la UNAM operara en libertad en el proceso electoral.

Lo hecho fue contraproducente y correspondió a la medida de su perversidad: los avasalló la derecha y sólo quedó la huella de su pusilánime desvergí¼enza.

¿Qué pasó con la UNAM? í‰sta se puso de pie y caminó con la dignidad de un guerrero herido en la batalla por la defensa de su territorio y de sus valores. Casi ocho años después, la UNAM es una institución prestigiada y protegida de los males añejos, de las amenazas de sus adversarios reales e imaginarios.

Este hecho marca al actual gobierno universitario. En medio de un coro arrogante en el sector educativo y en la vida pública, dirigido por los nuevos huéspedes de Los Pinos y de las oficinas del Ejecutivo, la de la UNAM se erigió en la voz que iba a contracorriente del triunfalismo dominante, defendiendo a la universidad pública, cuestionando las polí­ticas reduccionistas de la ciencia y la educación superior; fue, no la única pero sí­ la más sonora de las opiniones contrastantes de los apologistas incondicionales del mercado.

Un rector al que nadie le podrá objetar que hizo su tarea polí­tica: darle a la UNAM un lugar primordial en la educación pública nacional e internacional, con la solvencia suficiente para marcar distancia del gobierno federal y, al mismo tiempo, para exigir el respeto a sus derechos, prácticamente sin abdicar a ninguno de sus principios.

De la Fuente le dio a la autonomí­a —respecto del gobierno— un carácter activo. Hizo polí­tica con el escudo de la academia y las fortalezas cuantitativas y cualitativas de la UNAM, que nadie pudo objetar.

El rector se convirtió en referente polí­tico de una tendencia. Sacó la cara contra los voceros del gobierno y, de algún modo, escoró a la rectorí­a hacia los sectores de la oposición polí­tica nacional. Fue, ha sido, es la expresión universitaria de la crí­tica contra el sistema.

Tal vez era inevitable y necesaria su actitud. Sin embargo, esto hace pensar que la sucesión del rector De la Fuente será diferente a las que le preceden por el grado de resonancia polí­tica alcanzado por la UNAM, lo cual obligará a la Junta de Gobierno a valorar acuciosamente los factores internos y externos y tal vez, incluso, a cuestionar el rumbo de la institución y decidir en consecuencia.

Para la UNAM, muy posiblemente, se trata de un nuevo comienzo para adecuarse académicamente a las condiciones actuales de la sociedad mexicana, así­ de fuerte ha sido la rectorí­a de Juan Ramón de la Fuente: brillante y protagónica, imperiosa y autárquica, diligente y mediática, centrada en la necesidad de fortalecer polí­ticamente a la Universidad Nacional.
Tal vez por ello, la sucesión en la UNAM, que podrí­a parecer sencilla, puede traer sorpresas y situaciones inesperadas.

Señales del territorio puma

El peligro será siempre la confrontación interna o una polarización, como ahora se le llama. No es probable, pero hay que alertar sobre ello. Las voces distintas tienen que expresarse. En la comunidad universitaria las hay de gran valor. El pluralismo significa que los puntos de vista deben encontrar cabida y las diferencias deben ventilarse de manera abierta y democrática. Justamente ése es el mejor antí­doto contra la polarización y las divisiones internas.

Por ahora, el territorio puma luce tranquilo y todo indica que la UNAM está preparada para una sucesión en la que las diferentes voces se expresen y constituyan el cemento de la unidad de los universitarios.

Pero hay señales inquietantes. Desde algunas oficinas universitarias se hacen circular rumores contra algunos aspirantes. Los adjetivos descalificadores pretenden sustituir los argumentos de polí­tica académica e instalarse como parte del lenguaje de la sucesión rectoral.

Serí­a un grave error que fuera el lenguaje de los universitarios en un momento relevante como el que van a enfrentar. Además, el sí­ntoma inequí­voco de que la polí­tica de baja estofa, la cual da cabida a la guerra sucia, se estarí­a filtrando a la sucesión de Juan Ramón de la Fuente.

Decepcionante serí­a, sólo por el hecho de que esto ocurriera en la máxima casa de estudios. Pero tampoco debe sorprender ni alarmar: las elecciones federales de 2006 dejaron heridas abiertas. En algunos universitarios se arraigó la endogamia en versiones distintas.

¡Quien no está conmigo está contra la UNAM!, parecen sostener algunos que pretenden que no se mueva ni la hoja de un árbol.

Pero los nombres de los aspirantes circulan y cada uno ya hace consultas, cálculos y alianzas. La lucha polí­tica por la rectorí­a es ya imparable.

Para algunos académicos esto no es ninguna novedad. De nuevo, como ocurre cada cuatro años, la UNAM vivirá, pues, su proceso sucesorio, sin grandes novedades: acuerdos entre grupos y aspirantes, convocatoria de la Junta de Gobierno, consultas y expresiones públicas de apoyo, redefinición de candidatos y en los primeros dí­as de octubre, comparecencias de los universitarios considerados por la misma Junta y decisión de ésta, antes del 19 de noviembre.

Y aunque son dí­as de asueto en la máxima casa de estudios, los candidatos a ocupar la rectorí­a para el periodo 2007-2011 se mueven en distintas direcciones con el objetivo de ganar adeptos y aglutinar apoyo. Cada uno mide sus fuerzas.

Los considerados realmente por la comunidad universitaria son cinco. Los más fuertes candidatos a ocupar el cargo son universitarios que cuentan con la simpatí­a de ciertos sectores académicos y la experiencia en la gestión universitaria que se requiere.

Ninguno aún hace pública su pretensión de ser rector. Ninguno de los cinco lo acepta públicamente, pero comparten un antecedente común: todos han sido aspirantes a la rectorí­a por lo menos una vez.

Todos son conocidos por la comunidad universitaria. Unos más que otros. Y es seguro que el viernes 17 de agosto, al final de la reunión del último Consejo Universitario presidido por Juan Ramón de la Fuente, tal vez más de uno rompa el silencio y anuncie que irá por la rectorí­a de la UNAM.

Cualidades, influencias, idoneidad

Investigadores, profesores eméritos y diversos académicos de las escuelas, facultades, centros e institutos de la UNAM, sin embargo, ya perciben el activismo de los cinco de cara a un proceso de cambio en la gestión universitaria.

Cada uno de ellos tendrá que persuadir a 15 destacados universitarios, quienes integran la Junta de Gobierno. Deberán convencerlos de representar los intereses fundamentales de la UNAM, expresar las aspiraciones de la mayorí­a de los universitarios y contar con el mejor programa para proyectar a la Universidad Nacional en la era del conocimiento.

Pero sobre todo, deben demostrar que tienen las cualidades, la influencia, la fuerza moral y la idoneidad para dirigirla y representar a la institución pública más importante de México.
Tal vez más atributos, pero nunca menos.

Lo que es una coincidencia en los cí­rculos académicos, los investigadores y entre las autoridades de la propia UNAM es que la sucesión debe darse en un marco de legalidad y de respeto, de autonomí­a, sin interferencias del poder público o de ningún otro que, de facto, violente la vida académica e institucional de la universidad.

La sucesión está en marcha. El camino está abierto para los cinco principales aspirantes, los cuales ya miden terreno y saben que no pueden esperar más.

La rueda de la sucesión en la UNAM se ha echado a andar y es un hecho que lucharán por dirigirla, entre ellos, el destacado médico

José Narro Robles
Quien como se sabe en los medios de la UNAM y en el sector público ha sido alto funcionario en la institución durante varios rectorados, y el hombre más cercano y de más confianza de Juan Ramón de la Fuente para sucederlo. Este rasgo no desmerece en lo más mí­nimo su aspiración ni a su propia personalidad como universitario.

Como en otros casos, la vida une o separa a figuras de la vida pública. En éste, la de Narro es una vida circunstanciada a la del rector De la Fuente, aunque él tiene sus propias conexiones y apoyos en la comunidad.

El actual director de la Facultad de Medicina acompaña a De la Fuente desde que ambos ocuparon cargos en la Secretarí­a de Salud, uno como secretario y otro como subsecretario.

No es la primera vez que se le menciona como el hombre fuerte para encargarse de los destinos de la universidad. De hecho, cuando la renuncia del rector Barnes, la Junta de Gobierno consideró seriamente la posibilidad de nombrar a Narro. En 2003, en el momento de definirse la propia sucesión o reelección del rector De la Fuente, Narro volvió a ser considerado hasta el último momento por la Junta.

Narro Robles ha sido un hombre fundamental en eventos clave de la UNAM, como en 1987, cuando encabezó la delegación de rectorí­a en el diálogo público con el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), además de ser el responsable de la organización del Congreso Universitario de 1990. Como secretario general impulsó varí­as polí­ticas para la mejorí­a de los académicos y varias reformas a los planes de estudios y al posgrado.

Se le ubica como integrante o representante de uno de los gremios más influyentes en el interior de la universidad: los médicos, por lo cual cuenta con el apoyo de todo ese sector para suceder en el cargo a Juan Ramón de la Fuente.

Quizá previendo ser uno de los fuertes aspirantes a la rectorí­a, Narro Robles, en los últimos meses, ha evitado los foros públicos y espacios de discusión, cuando la comunidad espera una sucesión más abierta y participativa para discutir proyectos de cambio académico.

Muchas de sus actividades han sido canceladas y no se ha expuesto al debate. Se espera que continúe de esa forma hasta que se concrete, en caso de que así­ sea, su postulación oficial como candidato.

En un sentido similar de la discreción ha sido el comportamiento de

Fernando Serrano Migallón
El hoy director de la Facultad de Derecho, quien, a contracorriente de las voces oficiales, también es incluido dentro de la baraja de aspirantes al cargo. El ex abogado general de la UNAM es apoyado por diversos sectores del mundo jurí­dico, de las ciencias sociales y de la intelectualidad.

Su nominación se debe a una regla no escrita que se relaciona con la influencia que tiene ese grupo en el interior de la institución, que ha logrado colocar a muchos rectores, por lo cual siempre está presente entre los candidatos el director en turno de dicha facultad.

El poder de los abogados, quienes tienen, incluso, a dos representantes en la Junta de Gobierno, es tan reconocido en el interior de la institución, por lo que se hace normal considerar a una figura del talante de Fernando Serrano, como un firme aspirante a la rectorí­a.

De esa facultad, además, han surgido prácticamente todos los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así­ como todos los activos del sistema judicial del paí­s. Por eso, la importancia de no hacer a un lado a este sector.

Serrano Migallón forma parte de la Barra Mexicana de Abogados, del Colegio Nacional de Economistas y del Instituto Nacional de Administración Pública. También, es integrante de la Junta de Gobierno de El Colegio de México, del Consejo Directivo del Centro de Investigación y Docencia Económica, del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior y del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

En el seno de la UNAM se le ve con mayores posibilidades que hace cuatro años cuando se le mencionó para suceder a Juan Ramón de la Fuente, debido a que ahora cuenta con un mayor reconocimiento y ha hecho una excelente labor en la facultad a su cargo.

Del mismo ámbito del extendido sistema jurí­dico mexicano es la voz de

Diego Valadés Rí­os
Quien tampoco es mencionado por vez primera en la carrera por la rectorí­a. El actual director del Instituto de Investigaciones Jurí­dicas de la UNAM es otro de los aspirantes que cuenta con el apoyo de varios sectores universitarios e, incluso, en el proceso de sucesión anterior fue considerado como una de las cartas fuertes.

Vinculado al doctor Jorge Carpizo, ex rector de la UNAM de 1984 a 1988, y ex secretario de Gobernación de Carlos Salinas, Valadés es fuertemente impulsado por el gremio de los juristas, quienes tienen, como los del área de la salud, una gran influencia en la sucesión rectoral.

El ex procurador General de la República cuenta con la simpatí­a de quienes ven en él a un universitario con trayectoria en docencia e investigación requerida para dirigir a la comunidad académica más numerosa del paí­s.

Ha sido abogado general de la UNAM con Guillermo Soberón, coordinador de Humanidades con Jorge Carpizo, a quien sucedió en el cargo de procurador en 1994 y se ha desarrollado en distintas áreas universitarias.

Se le reconoce, igualmente, como un ensayista polí­tico y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

Valadés Rí­os inició su carrera académico-administrativa en la UNAM como subjefe del Departamento de Radio, Televisión y Grabaciones, después serí­a director General de Difusión Cultural. Posteriormente propuso la construcción de la Sala de Conciertos Netzahualcóyotl y le dio una nueva sede a Radio UNAM, por lo cual promovió la recuperación del viejo Museo del Chopo.

Su vasta experiencia como funcionario de la UNAM y su visión de la legalidad, son dos de los elementos en su favor en la sucesión que viene.

Con una carrera diferente, y más joven que Valadés, también, uno de los fuertes aspirantes a la rectorí­a del área cientí­fica es el doctor

José Antonio de la Peña
Actual director adjunto del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologí­a (Conacyt), quien también vuelve a ser mencionado como uno de los aspirantes a ocupar el cargo de rector para los próximos cuatro años.

El ex presidente de la Academia Mexicana de las Ciencias (AMC) cuenta con una amplia experiencia de actividad en el interior de la institución, desde su participación en el Congreso Universitario de 1990. Ha ganado varios premios nacionales e internacionales con los cuales se ha reconocido su trabajo como matemático.

Durante la pasada huelga estudiantil fue uno de los promotores del llamado Grupo UDUAL, que tuvo como objetivo aglutinar a los investigadores y docentes más destacados en defensa de la UNAM.

Para los universitarios que lo apoyan, José Antonio de la Peña puede sumar a su alrededor no sólo al gremio de los investigadores del área de las ciencias duras, sino a otros grupos de docentes, sobre todo por su perfil académico.

Con él se identifican muchos de los académicos debido a que ven en él a un aspirante que puede privilegiar las inquietudes y necesidades de este sector, además de que puede ser el más cercano a la comunidad docente. Asimismo, a De la Peña se le percibe como el universitario que puede llevar a la UNAM a mantener su liderazgo en la era del conocimiento.

Sin embargo, entre algunos cí­rculos académicos de la universidad, se sostiene que su actual cargo en el Conacyt pudiera convertirse en un obstáculo para sus aspiraciones, porque lo identificarí­an con el gobierno y, dadas las condiciones de la UNAM, se podrí­a utilizar en su contra. No obstante, para otros, quienes lo conocen y saben de su independencia de criterio, su función en el Conacyt y su reconocida trayectoria en la UNAM no le merman sus posibilidades polí­ticas.

Los universitarios ubican al ex director del Instituto de Matemáticas de la UNAM, como parte del grupo del ex rector José Sarukhán Kermez. Pero como en otros casos, hoy, el doctor De la Peña tiene su propia fuerza y es considerable y cuenta con el apoyo de diversos sectores relacionados con las ciencias exactas.

Del ámbito de las ingenierí­as es el doctor

Gerardo Ferrando Bravo
Cuya sólida trayectoria en la UNAM lo coloca en la lista sin discusión. Dadas las condiciones polí­ticas de la universidad, tal vez tenga menos oportunidad que los otros contendientes, pero sin ningún grado de reserva, no debe ser excluido, pues su pertenencia a uno de los gremios universitarios más importantes e influyentes de la UNAM, como son los ingenieros, y su propia personalidad, lo hacen un serio aspirante.

Ferrando Bravo, quien es presidente de la Academia Mexicana de Ingenierí­a, cuenta, como en otros procesos sucesorios, con la adhesión de la Facultad de Ingenierí­a, principalmente.

Ha sido tesorero general del Patronato Universitario, y en los cí­rculos unamitas es considerado como un universitario que ha demostrado éxito en las funciones que ha desempeñado y una persona con capacidad de conciliar intereses de la comunidad.

A decir de sus impulsores, conoce bien la estructura de la UNAM y ha demostrado que sabe ser un lí­der académico, por lo cual ésta serí­a una de sus principales ventajas y cartas de presentación para competir por la rectorí­a de la máxima casa de estudios.

Al igual que los otros aspirantes, Ferrando Bravo también cuenta con una amplia trayectoria en la administración universitaria, situación que no lo descarta de la carrera por la rectorí­a, aunque con menos posibilidades que el resto.

Actualmente, Ferrando Bravo es uno de los miembros más activos del Foro Consultivo Cientí­fico y Tecnológico (FCCyT), instancia que ha buscado ser, en los últimos tiempos, un enlace entre los distintos sectores y la Cámara de Diputados para encontrar puntos comunes en estos temas.

Breve final
Ninguno de los aspirantes a dirigir la UNAM es advenedizo ni improvisado. Mucho menos un burócrata oportunista. Todos son universitarios probados y de una gran lealtad a la institución. Y a pesar de que en un momento dado, encontremos defectos y antecedentes cuestionables en ellos, lo cierto es que sus virtudes superan a las crí­ticas. Esto es importante que se reconozca.

Aunque hay otros aspirantes importantes, como la destacada funcionaria Rosaura Ruiz, quien recibió el apoyo del rector para competir por la rectorí­a; la filósofa Juliana González, de un gran prestigio entre la comunidad académica, y el mismo ex dirigente del movimiento estudiantil de 1986 en la UNAM, Imanol Ordorika, las tendencias y la lógica de la polí­tica universitaria parece orientarse por los cinco primeros aspirantes mencionados.

Y como se podrá advertir, la sucesión rectoral en la UNAM, si bien no ha empezado oficialmente, ya está en marcha. Participan en la contienda, destacados universitarios, cada uno de los cuales buscará llevar a cabo, con su estilo, sus ritmos y su equipo académico, la gran transformación que aún falta a la máxima casa de estudios del paí­s.

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